Tamara Rojo, directora del San Francisco Ballet, durante un ensayo de la compañía. Foto: Lindsey Rallo (San Francisco Ballet)

Tamara Rojo, directora del San Francisco Ballet, durante un ensayo de la compañía. Foto: Lindsey Rallo (San Francisco Ballet)

Danza

Tamara Rojo, directora del San Francisco Ballet: "Debo dar libertad a los bailarines para que sean valientes"

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Satisfecha y muy centrada en su nuevo proyecto, Tamara Rojo (Montreal, 1974) afirma que su primera temporada al frente del San Francisco Ballet (SFB) ha sido un gran éxito. La compañía recibió la mayor donación económica de la historia del país -sesenta millones de dólares- y el repertorio que ha presentado ha tenido una atronadora respuesta por parte del público.

Sus actuaciones en Madrid -una iniciativa del Teatro Real que ella aceptó cuando aún no había llegado a San Francisco- nos acercan una versión de El lago de los cisnes firmada por el que fuera su predecesor en el cargo durante treinta y siete años, Helgi Tomasson.

Rojo, anteriormente directora del English National Ballet (ENB), con una reconocidísima carrera como bailarina y numerosos galardones internacionales, confía en poder volver a España más adelante con un programa que muestre su gestión en la compañía de ballet más antigua de los Estados Unidos.

Pregunta. ¿Qué tiene de especial este Lago? Es uno de los ballets con más versiones y usted ha bailado muchas de ellas, aunque esta sea la primera vez que lo "maneja" sin estar en escena.

Respuesta. Es verdad, ¡no lo había pensado! Es precioso, bastante tradicional y respetuoso -sobre todo en las escenas de Odette/Odile, la protagonista- y hay poca pantomima, así que ofrece mucha oportunidad de ver bailar a la compañía. Los decorados son espectaculares y creo que va a gustar mucho en España.

»Bailé todas las versiones británicas, también en Rusia, China o Cuba, así que soy afortunada de haber podido tener una carrera global que me ha dado una gran perspectiva de conocimiento. El lago es el ballet más fácil de adaptar porque la maravillosa música de Chaikovski ya te asegura gran parte del éxito, es difícil hacerlo mal… ¡aunque no imposible!

P. ¿Qué impresión le dio la compañía al llegar y cómo están recibiendo los artistas su aportación, sobre lo referente a la tradición dramática inglesa?

R. Es una compañía de gran calidad desde hace mucho, eso es incuestionable. Soy heredera del legado riquísimo de Tomasson, así que no había necesidad de hacer una revolución sino solo construir sobre lo que ya había y añadir lo que me parece relevante hoy, las creaciones que se deben o pueden hacer sobre temas de los que hablar, además de incorporar el legado de mi propia carrera artística. Tuve la suerte de recibir el repertorio inglés de la primera generación de artistas como Anthony Dowell o Lynn Seymour, y siento que mi responsabilidad es también pasarlo a las siguientes.

»En SFB habían invitado a coreógrafos como Liam Scarlett o Christopher Wheeldon, pero les faltaba la generación anterior de Kenneth MacMillan o Frederick Ashton, y los bailarines se han abierto completamente a este tipo de trabajo. Son artistas que arriesgan y debo darles el conocimiento y la libertad de ser valientes: a veces saldrá bien y otras no, pero si no intentamos que la danza se desarrolle con los artistas de hoy, no sé para qué estamos. Quiero que puedan tomar decisiones artísticas propias.

"este lago es precioso, bastante tradicional y respetuoso. Y hay poca pantomima, así que permite ver bailar a la compañía"

P. ¿Es algo que echó de menos como bailarina?

R. En cierto modo sí, durante mi última etapa en el Royal Ballet. No cuando dirigían la compañía Dowell o Ross Stretton, pero sí después, porque la compañía se enamoró de una cierta nostalgia y nos afectó a los artistas, sobre todo a las mujeres, para poder ser nosotras mismas en escena. ¡No se incorporó nuevo repertorio durante ocho años!

»Parecía que se hubieran olvidado de que la institución viene de los Ballets Russes, que habían basado sus orígenes en las creaciones nuevas y en varias generaciones de coreógrafos; perdieron su propio referente. Siempre me ha gustado la individualidad en los artistas y es lo que he intentado incorporar al traer ballets como Manon o Song of the Earth.

P. Supongo que la gestión económica en San Francisco será muy diferente a la que llevaba a cabo en Londres, donde la compañía es principalmente estatal.

R. A ver, es diferente de dónde sale el dinero pero no cómo lo gastamos, y yo estoy más centrada en el "cómo lo gastamos" [Risas]. Este año hubo una transición en el cargo de director ejecutivo y he estado más implicada en todos los aspectos de la compañía, que para mí ha sido duro, pero también muy gratificante porque he podido tener una relación más cercana con la Junta Directiva.

»Esas personas están ahí trabajando gratuitamente porque creen en la compañía; son benefactores con un amor, una pasión y una dedicación que no es fácil de encontrar en Europa porque usamos más la subvención pública. Algunos conocen al SFB desde hace sesenta años y es muy interesante ver cuándo han funcionado mejor o peor las cosas desde su opinión como público, y cómo cambió su perspectiva cuando se implicaron en la Junta.

P. Escapó por los pelos del Brexit pero ha llegado a Estados Unidos en un momento de gran tensión política. ¿En qué medida puede afectar a su gestión en la compañía?

R. Creo que el mundo entero está en una situación compleja, es difícil encontrar algún lugar que no lo esté. Dentro de eso, California es de los Estados más estables en cuanto a su ideología política, así que es casi una especie de isla. Por mi experiencia en Reino Unido trabajando con administraciones de diferentes ideologías, creo que no depende tanto del gobierno como del individuo, que es quien decide cuánto dinero va hacia las artes.

»Por ejemplo, fui una de las seis personas que nos reunimos durante la pandemia con el entonces ministro Rishi Sunak, que luego fue Primer Ministro, y conseguimos 1.900 millones de libras de un gobierno conservador para salvar a todas las organizaciones culturales que recibían ayudas públicas.

»Por eso no estoy segura de que las cosas sean tan blancas o negras, sino de cómo y quién toma las decisiones que afectan a la cultura. Hoy día, y más en Estados Unidos, las grandes cuestiones económicas no son tanto públicas -porque casi no recibimos ayuda estatal- sino como quién es nuestro público, cómo atraemos a uno nuevo, quiénes son nuestros benefactores o cómo conseguimos que gente que no está involucrada con la compañía, lo haga. En cierto modo es menos político y depende más del contenido artístico que ofreces.

P. ¿Cómo es su vida en San Francisco? ¿Echa de menos Londres?

R. Es imposible no echar de menos esa vida cultural porque no existe en ningún otro lugar del mundo, pero cuando tienes hijos, tu vida y tus prioridades cambian, estés donde estés. Ya no tengo veinte años. Hay cosas diferentes en California, pero otras no tanto. Somos más parecidos de lo que nos quieren hacer creer. No es tan dramático. elna matamoros