Música

Real Versus liceo

Calidad y poco riesgo para la proóxima temporada musical

31 mayo, 2000 02:00

Las temporadas previstas para el 2000/2001 por el Teatro Real y el Gran Teatro del Liceo tienen numerosos puntos de coincidencia. Ninguna de las dos es modélica, pero ambas ofrecen indudables cosas de interés. Sus títulos, en líneas generales, están trazados de acuerdo con un barómetro muy ecléctico que puede aplicarse a la mayoría de los coliseos mundiales.

Tras los aceptables logros del último año, esperábamos más imaginación y riesgo tanto en el Real como en el Liceo. Con la desaparición de El Cid, de Massenet, al encontrarse Domingo rodando un film sobre Puccini en esas fechas, el Real se queda por ahora con nueve títulos, aunque se estudian otras posibilidades.

Hagamos unas pequeñas comparaciones. En la ópera antigua el Real se lleva la palma, con Celos aún del aire matan, de Juan Hidalgo, con texto de Calderón. Es aliciente la presencia de Malgoire en el foso, aunque es una pena no contar con Savall. La producción viene firmada por el irregular Pier Luigi Pizzi, casi siempre con cosas que decir. Frente a ello, el Liceo opone uno de los títulos más representados de Haendel, Giulio Cesare. Ann Murray, algo ajada últimamente, pero siempre artista eficaz, se alternará con el nuevo valor Stella Doufexis. Al frente de la escena estará el reciente triunfador del Real con el Quijote de Halffter: Herbert Wernicke.

Lo romántico, como suele ser habitual, es lo más ampliamente representado. Tenemos dos Verdis en cada teatro. En la capital del reino se anuncian una producción del Covent Garden de El trovador firmada por Elijah Moshinski y protagonizada por el sobrevalorado José Cura, y un Don Carlo en coproducción con Génova y Bolonia que lleva el sello monumental de Hugo de Ana. Neil Shicoff, seguro y engolado, será el sufrido príncipe.

Ambas óperas estarán en las manos del director artístico del teatro, García Navarro. Por su parte, el coliseo catalán propone Un ballo in maschera y Aida, dirigidas asimismo por su responsable musical: Bertrand de Billy. Ana María Sánchez adornará con su arte refinado la primera, que cuenta con ideas escénicas del atrevido Calixto Bieito, mientras en la obra egipcia, que empleará la antigua escenografía de Mestres Cabanes, destacan Kabatu, Zajick, Pons y Scandiuzzi.

Péplum wagneriano

Dentro de lo romántico han de incluirse, igualmente en el Liceo, I puritani, de Bellini, con Gruberova, que a sus 54 primaveras mantiene una forma envidiable, y la gran ópera wagneriana Rienzi, péplum de digestión algo pesada, que dirige Sebastian Weigle con un equipo vocal en el que resaltan los nombres de Nancy Gustafson e Ildiko Komlosi. Del mismo autor, el estático y transfigurado testamento de elaborado cristianismo Parsifal, con el que el Real viste sus mejores galas: producción también del Covent Garden edificada por Klaus Michael Gröber, con intervención estelar de Plácido Domingo -en el papel wagneriano que se encuentra más a gusto-. Más interrogantes plantean la Kundry de Agnes Baltsa y la dirección de García Navarro.

Con Sansón y Dalila, de Saint-Saëns, el Liceo trae de nuevo a José Carreras. ¿Podrá su agostada voz, lírica en origen, superar las dificultades de tesitura y de canto di forza? La producción, del imaginativo Ronconi, proveniente del Regio de Turín, es interesante. Stefano Ranzani empuñará la batuta. Más delicado es el perfume que ema- na de la Manon massenetiana, con la que tendrá su oportunidad en el Real María Bayo. La producción, de Nicolas Joël, viene de La Scala y Toulouse. Ciertas dudas suscita el director musical, el vehemente Vjekoslav Sutej, primer titular de la Sinfónica sevillana.

El clasicismo puro aparece revestido del estimulante ropaje de La flauta mágica de Mozart, un título integrado en ambas programaciones. En la Plaza de Oriente, promete mucho la anunciada producción de la ópera de Viena, que habrá de conducir la sobria y concisa mano de Frans Bröggen. La de las Ramblas, gobernada por De Billy, ofrece también buenas vibraciones: una coproducción con La Coruña y Granada firmada por Comediants.

Véronique Gens, Milagros Poblador y Reinhard Hagen son algunos de los artistas más destacados. Ofrece ciertas concomitancias con la postrera obra mozartiana, en cuanto a la simbología oriental, La mujer sin sombra, compleja y poética alegoría de Hofmannsthal puesta en música por Richard Strauss. El práctico Peter Schneider estará en el foso, en un montaje del Gran Teatro de Ginebra en el que participan cantantes muy apropiados: Marton, Schwarz, Moser, Schüne...

La ópera de mediados del siglo XX está recogida en ambos cartelones. En el madrileño, con Guerra y paz, de Prokofiev, un fresco épico que constituye excelente novedad y se erigirá probablemente en uno de los hitos de la temporada, ya que será representada por la compañía del Teatro Kirov con la nerviosa e intensa dirección musical de Valeri Gergiev. En el barcelonés, con Billy Budd, de Britten, una sórdida tragedia marina, que que cuenta con la prestación musical de Ros Marbà y vocal de Skovhus, Langridge y Halfvarson. Huele, también aquí, a acontecimiento.

Terminamos haciendo mención a la ópera de nuestros días. Abre la temporada liceísta D. Q., una fábula o sátira en torno al Quijote compuesta por José Luis Turina y servida por la desbordante imaginación de La Fura dels Baus. La sólida batuta de Josep Pons, al frente de un reparto en el que figuran Flavio Oliver y Enrique Baquerizo, hará el resto. En Madrid se estrenará La señorita Cristina, con música de Luis de Pablo, en una nueva colaboración con José Ramón Encinar en la dirección musical y Francisco Nieva en la cuestión escénica.