Image: Voces de cámara

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Música

Voces de cámara

Los mejores grupos inundarán Madrid

14 junio, 2000 02:00

Los integrantes de Alban Berg, uno de los grandes cuartetos de hoy

La música de cámara vive en Madrid un momento brillantísimo. Los grandes conjuntos y solistas del mundo son recibidos por un público fiel y entendido que sabe escuchar. El Liceo de Cámara acaba de presentar su novena temporada -22 conciertos con los mejores especialistas en el género-, y el Ciclo de Cámara y Polifonía del INAEM prepara varios programas del Cuarteto Brodsky con obras maestras de la Escuela de Viena. EL CULTURAL analiza aquí las razones de este auge.

¿Cuartetos de cuerda?, que vengan todos: los buenos, los de toda la vida y los nuevos, que vienen empujando: Tokio, Borodin, Alban Berg, Lindsay, Melos, Hagen, Prazak, Mosaïques, Sine Nomine, Leipzig, Kodály. No es un sueño: los once vienen la temporada que viene al Liceo de Cámara, el ciclo de conciertos camerísticos que organiza desde hace ya nueve años en el Auditorio Nacional la Fundación Caja Madrid. El ciclo, que consta de 22 conciertos, está dominado esta vez por una especialidad poco frecuentada, pero que tiene algunas de las mejores partituras de la historia de la música: se trata del cuarteto de cuerda complementado con otro instrumento. El cuarteto y algo más. Así, los once cuartetos de cuerda de la impresionante lista se presentarán en el Auditorio en compañía de destacados solistas de diversos instrumentos: los pianistas Christian Zacharias, Rudolf Buchbinder, Elisabeth Leonskaja, Rosa Torres Pardo y Josep Colom, los clarinetistas Joan Enric Lluna y Wolfgang Meyer, los violistas Christoph Schiller y Zoltán Tüth y el violonchelista Miklós Perényi.

El plan de estos programas es casi siempre el mismo: empieza el concierto con el cuarteto de cuerda (ya se sabe: dos violines, una viola y un violonchelo); después, en la segunda parte, se incorpora el acompañante y se forma un quinteto con piano, o con clarinete, o incluso un quinteto de cuerdas junto a un segundo violonchelo o una segunda viola. Así, la temporada que viene se podrán oír obras tan hermosas y poco programadas como los variados quintetos de Brahms (el genial quinteto con piano, más el quinteto con clarinete y el quinteto de cuerda op. 111), los quintetos con piano de Schumann, Cesar Franck y Shostakovich, el célebre quinteto La trucha de Schubert, el prodigioso quinteto con clarinete de Mozart o el madrileñísimo quinteto de Boccherini titulado Musica notturna delle strade di Madrid.

Por si este aluvión de delicias camerísticas no fuera suficiente, el Ciclo de Cámara y Polifonía del INAEM prepara para el próximo invierno, en la misma Sala de Cámara del Auditorio Nacional, varios programas del Cuarteto Brodsky con obras maestras de la Escuela de Viena. Este interesantísima iniciativa, que el INAEM emprende con la colaboración de Ibercaja, sirve para recordar el papel que el Ciclo de Cámara y Polifonía ha tenido en la siembra de la afición por el género en la filarmonía madrileña. Se creó hace ahora 22 años, y se encuentra en un momento muy atractivo: tiene la oportunidad de aprovechar el interés del público por la buena musica de cámara y, al mismo tiempo, defender y promover el repertorio español.

Cabe preguntarse por qué hace falta sembrar y aguantar (más de veinte años el ciclo del INAEM, nueve el de la Fundación Caja Madrid) en este asunto de la música de cámara. ¿Es que es más difícil de difundir este género que otros? Tal vez. La música de cámara es, por definición, la que puede practicarse en un salón, con pocos músicos, pero generalmente con más de uno. O sea, que no proporciona ni la espectacularidad del género orquestal ni la oportunidad de lucimiento de un virtuoso tocando solo. Es, además, un género especialmente abstracto porque los compositores suelen entregarse a la creatividad más pura cuando escriben para cuarteto o para trío. Se trata, pues, de un género con fama de difícil pero, como viene demostrando el Liceo de Cámara, no es más que fama.

Escuchar en trance

Una vez superada la desconfianza inicial, el aficionado descubre en la música de cámara un sanctasanctórum que guarda algunas de las mejores partituras de la historia de la música. En los conciertos del Liceo de Cámara de la presente temporada se han vivido momentos de especialísima emoción musical y de espectaculares éxitos. El público llena la sala sistemáticamente y escucha la música en silencio, lo cual es un verdadero milagro en Madrid. En cualquiera de los conciertos que se organizan en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional, se tose con impunidad. En cambio, en el Liceo de Cámara, el tosedor se enfrenta a un pelotón de miradas asesinas. Se percibe, además, que se trata de un público conocedor, que distingue lo bueno de lo malo y que disfruta genuinamente cuando se logra el milagro de la conversación entre músicos, la tertulia sin palabras, que es la esencia de la música de cámara.

Hay público, pues, para la música de cámara. Y no sólo en Madrid, porque las principales capitales musicales españolas llevan tiempo apreciando a los grandes maestros del género. Hay público y hay conciertos, ambos espléndidos, pero también hay carencias. Las principales son dos, y están muy relacionadas: faltan intérpretes españoles y falta presencia de música española en los conciertos. Como dice el maestro Gómez Amat, no basta con importar la cultura: para que de verdad tenga utilidad social, la cultura debe practicarse in situ, debe crearse aquí.

Sería falso decir que no hay en España conjuntos camerísticos. Hay muchos tríos y cuartetos y numerosos solistas forman dúos y giran por el país, trabajando enormemente en favor de la promoción del repertorio español y que han protagonizado docenas de encargos y estrenos. Sin embargo, no hay ahora en España, ni lo ha habido nunca, un conjunto de cuerda estable y prestigioso cuyos miembros estén dedicados principalmente, si no en exclusiva, al trabajo en cuarteto. Eso, precisamente, es lo que les ocurre a los grandísimos nombres citados al principio de este artículo, y eso es lo que limita el resultado artístico de los grupos españoles. Todos los cuartetos de cuerda de España están formados por profesores de orquesta, por músicos que tienen su actividad principal fuera del cuarteto, y así es muy difícil perfeccionar la compenetración y mantener un sonido conjunto de calidad. Sin embargo, vivimos momentos de esperanza, porque están surgiendo instrumentistas de cuerda españoles de primerísima calidad y cabe esperar que no pase mucho tiempo antes de que cuatro de ellos decidan lanzarse en serio y de manera estable a la aventura cuartetística.

Un repertorio desconocido


Es el momento: hay público, hay auditorios, hay mercado. Además, hay un gran repertorio español que defender y que llevar como bandera. Se tiene la impresión de que no existe música española para cuarteto de cuerda, pero es sólo eso, una impresión, causada por el hecho de que se toca muy poco. Pero existe. Y contiene cumbres absolutas del género, como los tres cuartetos de Juan Crisóstomo Arriaga. Escribieron cuartetos de gran clase Ruperto Chapí, Tomás Bretón, Jesús Guridi, Eduardo Toldrá (se toca bastante su espléndido Vistas al mar), Julio Gómez, Joaquín Turina (La oración del torero y otros), Conrado del Campo (nada menos que quince cuartetos de cuerda, de los que apenas se tocan dos o tres con alguna asiduidad), los hermanos Halffter (Ernesto, un cuarteto en la menor del tiempo de su Sinfonietta y Rodolfo, los magníficos Ocho tientos) y así hasta los maestros de hoy, como el otro Halffter, Cristóbal, Luis de Pablo, Carmelo Bernaola, Gonzalo de Olavide, Francisco Guerrero, Tomás Marco (autor de cuatro cuartetos) o Ramón Barce (que tiene compuestos diez). Muchas de estas partituras (desde luego las de Arriaga, pero no sólo esas) tienen nivel para hacer carrera internacional. Sólo están esperando que surja una agrupación capaz de llevarlas por esos mundos y, a la vez, hacer versiones de primera fila de los cuartetos de Haydn y de Bartók. Lo acabaremos viendo.