Image: La temporada 2000/01 del Gran Teatro del Liceo

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Música

La temporada 2000/01 del Gran Teatro del Liceo

El Liceo se eleva a las estrellas

27 septiembre, 2000 02:00

Detalle de escenografía de "La fura dels Baus" para "D.Q." de Turina

El próximo lunes se inaugura oficialmente la temporada del Gran Teatro del Liceo con el estreno absoluto de la obra D.Q., de José Luis Turina y Justo Navarro, en un montaje cibernético de la Fura dels Baus. Entre los alicientes de este otoño destaca la colorista producción de La flauta mágica montada por Comediants

La temporada 2000/01 del Gran Teatre del Liceu se abre -lo cual es una muestra de salud y de amor a lo nuevo- con un estreno absoluto, que es esperado ya con expectación. No quiere decir esto que la programación sea realmente revolucionaria o arriesgada; ni siquiera se la puede calificar de avanzada en su conjunto. Es una buena programación, diríamos, incluso interesante, de signo inequívocamente ecléctico, como la de muchos otros teatros.

La apertura oficial se producirá, en efecto, el 2 de octubre, con el citado D.Q. de José Luis Turina, uno de nuestros músicos más competentes, serios e inspirados. Se trata de una fábula o sátira sobre el Quijote, con libreto del novelista Justo Navarro, en la que se contemplan desde una óptica muy de hoy algunas particularidades del mito. El espectáculo está asegurado, pues la producción corre a cargo de La Fura dels Baus. La sólida batuta de Josep Pons estará en el foso, y en escena, entre otros, el contratenor sopranista Flavio Oliver, el barítono Enrique Baquerizo, la soprano Pilar Jurado y el bajo Felipe Bou.

Clásicos del siglo XX

Sin salirnos del siglo XX, pero volviendo la vista atrás, nos topamos con dos obras importantes y reveladoras. La primera en el tiempo, La mujer sin sombra, es una de las óperas más complejas de Richard Strauss, aún con mucho romanticismo pegado a sus pentagramas. Una alegoría sobre libreto de Hofmannsthal, estrenada en 1919, que plantea exigencias demoledoras para casi todos sus protagonistas. Aquí lo serán, dentro de lo que puede calificarse de reparto de buen nivel, Eva Marton, Hanna Schwarz, Thomas Moser y Wolfgang Schüne. El practicón Peter Schneider dirigirá musicalmente esta producción del Gran Teatro de Ginebra de Andreas Homoki.
La otra ópera que reclama el interés es Billy Budd, una oscura tragedia marinera de Britten (1951), en la que el compositor inglés acierta a marcar la máxima concentración dramática en su ambiente sórdido de pasiones humanas en ebullición con su eficaz lenguaje fronterizo. El equipo vocal es de campanillas: Bo Skovhus, Philip Langridge y Eric Halfvarson en los cometidos principales; Antoni Ros Marbà, que ya ha mostrado su comprensión de otras obras del autor, coordinará sus prestaciones, mientras que Willy Decker controlará la escena en esta producción de la ópera de Colonia.

Bajo el manto romántico

Bajo el manto romántico coinciden varios títulos. El más antiguo es I puritani de Bellini, que es en esta ocasión la única representante del arte que podríamos llamar posbelcantista. Curiosamente, porque no abundan las sopranos y, sobre todo, los tenores que puedan satisfacer plenamente las exigencias de lo escrito, que estén, además, en estilo. Edita Gruberova, a sus 54 inviernos, será la sufriente y trastornada Elvira, lo que, aun admi- tiendo las peculiaridades de su canto, es una garantía. El musical aunque alicorto Josep Bros como Arturo, y el fogoso y avasallador Carlos álvarez como Riccardo la secundan en este montaje de la ópera de Gales firmado por Andrei serban. El marido de la diva, Friedrich Haider, siempre discreto director, empuña la batuta. Hay dos funciones populares con otro reparto, con la napolitana Valeria Esposito, José Sempere y ángel ódena.

Péplum wagneriano

Una rara avis es la longilínea y más bien plúmbea ópera romántica wagneriana Rienzi (1842), que se ofrece en versión de concierto bajo la dirección de Sebastian Weigle. Hay aceptables cantantes entre los convocados: Nancy Gustafson, Ildiko Komlosi, Jean-Philippe Lafont... No está mal conocer los antecedentes de algunas obras maestras.

Un romanticismo de postal exótica es el que emana de Samson et Dalila (1877) de Saint-Saëns, en realidad una ópera con todos los pronunciamientos del oratorio, que se presenta en una producción del Regio de Turín que lleva el aval de Luca Ronconi, uno de los grandes registas de hoy. con interrogantes hay que situar la intervención de José Carreras en un papel di forza como el del protagonista, que requiere temple, agudos firmes, gran aliento y resistencia. Markella Hatziano, voz de mezzo aguda a seguir; el robusto y algo cansado Simon estes y el siempre en su sitio Stefano Palatchi estarán a su lado. El artesanal Stefano Ranzani tomará el mando musical.

Centenario de Verdi

No podía faltar Verdi en su centenario, con dos títulos de madurez. Un ballo in maschera (1859), candente, variada, ligera y aérea, en la tradición de la ópera cómica francesa, al tiempo que tenebrosa y de un lirismo candente, será puesta en pie en lo escénico por el imaginativo y corrosivo Calixto Bieito en una producción al alimón entre el Liceo, la English National Opera y la Real ópera Danesa. Ana María Sánchez, que puede hacer una muy completa Amelia, se alterna con Paola Romano. Una y otra estarán acompañadas por el irregular y no muy firme tenor Walter Fraccaro, la temperamental Elisabetta Fiorillo y Lado Ataneli. Aida (1871), culminación del espectáculo verdiano, una grand-opéra trufada de algunos de los instantes líricos más valiosos del compositor, tiene dos de sus mejores bazas, dentro del reparto titular, en dos cantantes hoy muy seguras, la ascendente Isabelle Kabatu, una voz sólida, y Dolora Zajick, una clásica del Liceo, un instrumento de notable envergadura, de los más dotados de la actualidad entre las mezzos. Juan Pons, siempre musical, aunque algo falto de fuelle para Amonasro, y el tonante pero flexible Roberto Scandiuzzi, gran sacerdote, las cortejan.

Problemático Radamés

El papel de Radamés puede que flaquee más de lo conveniente: ni Gegam Grigorian ni Boiko Zvetanov parecen tener las hechuras necesarias. Se recuperan los viejos pero bellos decorados de Mestres Cabanes, representante de la antigua escuela escenográfica barcelonesa (recordemos la bonita experiencia de hace unos años con Los maestros cantores) para esta coproducción con el Festival de Santander que dirigirá José Antonio Gutiérrez. El resuelto Bertrand de Billy, director musical del Liceo, se situará en ambos casos junto a la orquesta del Teatro.
Nos quedan dos títulos del siglo de las luces. Giulio cesare (1724) de Haendel, una obra auténticamente maestra, llena de bellezas singulares, que requiere cantantes especializados y seguros en el más puro estilo belcantista. La valiosa Ann Murray, algo ajada en los últimos tiempos, se alternará con Stella Doufexis, nuevo y creciente valor. Algunas otras voces de interés las acompañan: ángeles Blancas, Petia Petrova, Christopher Robson... Se trata de una coproducción con el Teatro de Basilea que dirige en lo escénico el fantasioso pero temible Herbert Wernicke: el año pasado hizo de su capa un sayo con la pobre Alcina y este año las cosas no van por distino camino. El inglés Harry Bicket, muy afín a este repertorio, correrá con el gasto musical.

La flauta mágica, de la que se brindan diez funciones con distintos cantantes (Gens, Esposito, van der Walt, Rauch, Hülle, Cole, Monar, Poblador...), algunos muy notables, y directores (de Billy, Weigl, Elisabeth Attl), tiene dirección escénica de Joan Font, del grupo Comediants; lo que significa, por lo visto en Granada, humor, fantasía y colorido que no van nada mal a la historia tan magistralmente contada por Mozart.

Habría que apuntar las sesiones que se desarrollan en el foyer del teatro con el título A propósito de..., que ofrecen, en actuaciones de cámara con escena en algún caso, música relativa a las obras programadas. Una iniciativa inteligente.