La principal novedad de este disco es el Concerto cantabile de Rodion Shchedrin (Moscú, 1932), un músico disidente, marido de la prima ballerina Maya Plisetskaya, que se pasó a occidente hace años. La obra, escrita solamente para cuerda, fue dedicada precisamente a Maxim Vengerov (Novosibirsk, 1974), un excepcional violinista, que la estrenó en julio de 1998 y que hace una interpretación de rara intensidad, atendiendo a ese lenguaje poststravinskiano, evidente en el segundo movimiento, y a las exigencias expresivas que buscan, según el autor, una tensión en el alma de las notas y en la manera en la que son producidas. Admirables los delicadísimos pizzicati del tercer movimiento.

Hay otras interpretaciones más incisivas y cortantes del Concierto de Stravinski -léase Oistrakh o Chung-, pero la sonoridad obtenida por Vengerov, el lirismo de altos vuelos que despliega, magníficamente apoyado por una suntuosa Sinfónica de Londres, bien dirigida por Rostropovich, son de referencia. La Serenata melancólica chaikovskiana, tocada cálidamente, es un comple- mento un tanto empalagoso.