Image: María Callas

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Música

María Callas

Una discografía excepcional

19 septiembre, 2001 02:00

Es evidente que la voz de Maria Callas tenía limitaciones: distintos colores, veladuras, durezas emisoras, ciertas destemplanzas, acusado trémolo ya en épocas de juventud, metal excesivamente agresivo en la zona aguda, dicción no siempre nítida (todo lo que puede ser en una soprano)... Pero no es menos categórico que, además de que algunos de estos defectos podían olvidarse gracias a su arte, frente a ellos se sumaban enormes virtudes: atractivo tímbrico pese a todo, flexibilidad vocal máxima, capacidad inusual de regulación, impecable y virtuosa coloratura, magistral dosificación del colorido en busca del carácter, adecuación a cada parte...

Sus grabaciones son un ejemplo al que hay que recurrir de continuo. Particularmente en lo tocante al campo de las sopranos dramáticas de agilidad y a las sopranos líricas o lírico-ligeras coloratura. En el primero nadie ha podido superar a Callas en el terrorífico papel de Abigaille de Nabucco. Difícil encontrar su antigua grabación de 1949 del San Carlo de Nápoles dirigida por Gui (Cetra LO 16). No tanto localizar su Lady Macbeth milanesa de 1952 con De Sabata, personaje en el que la griega extraía lo mejor de sí misma con una apabullante autoridad (EMI CMS 5 66447 2). La soprano cumplimentaba también hábilmente todas las exigencias neobelcantistas de Leonora de Trovador. De los varios que impresionó quizá el de La Scala de 1953, con Votto (Myto 90213) sea, a pesar de su mal sonido, el más recomendable. Sin salirnos de Verdi, ahí está igualmente esa emotiva recreación de Violetta en la célebre Traviata de Lisboa de 1958, en compañía de un espléndido y fogoso Kraus. La cantante ya no estaba tan en voz, pero ponía los pelos de punta (EMI CDS 5 56330 2).

Dentro del terreno neobelcantista, sus Donizettis y Bellinis marcaron época y fueron la base para la recuperación de obras más o menos olvidadas, de las que existe testimonio discográfico: Anna Bolena (EMI 7 64941 2 8), Poliuto (emi CMS 5 65448 2) y en particular Lucia di Lammermoor (emi cms 5 664441 2), ésta última recogida en aquella inflamada ejecución berlinesa de finales de 1955, con Karajan en el foso. O sus dos soberanas realizaciones de Norma, una parte en la que la soprano ponía los pelos de punta y daba con todos los resortes de la tragedia. Una de 1954 y otra, de 1959, las dos en estudio y con Serafin en el podio (EMI CDS 5 56271 2 y EMI CMS 5 66428 2).

La visión milanesa de La sonámbula con Bernstein es otro hito que tiene una vida increíble y en la que la cantante se transmuta en una tímida jovencita (1955, OPERA D’ORO 1139). Y sus Puritanos de 1953 están ahí, para demostrar cómo se puede otorgar carne psicológica a un personaje frecuentemente maltratado, como el de Lucia, por las sopranos ligeras (EMI CDS 5 56275 2).

En una discoteca básica de la artista no deberían faltar por supuesto su Tosca de estudio con De Sabata (EMI CDS 5 56304 2, 1953), alguna de sus varias Medeas de Cherubini (GALA 100.521, EMI CMS 5 66435 2), su Vestale de Spontini (1954, Cetra LO 33) y, apurando ya un poco, sus sorprendentes Rossinis: Barbero (1957, EMI CDS 5 56310 2) y Turco en Italia (1954, EMI CDS 5 56313 2), con Galliera y Gavazzeni, ambas en estudio. A la hora de elegir algún recital puede preferirse alguno de los editados por Tima Club, con fragmentos grabados en vivo en los mejores momentos de la cantante, y el difundido por EMI en dos CDs (La voz del siglo, 7495022), que recoge distintas épocas. A señalar también por su rareza el ensayo registrado en Dallas en 1957 con páginas de Traviata, Macbeth, Puritanos, Anna Bolena y Rapto en el serrallo de Mozart (GALA 323). Muy curioso. EMI tiene editadas parte de las clases magistrales de la Juilliard, lo que es una buena ayuda para completar una aproximación a la impar artista (zdmc 5 65802 2).