Música

La seducción de ultramar

por Marta Cureses de la Vega

20 febrero, 2002 01:00

"Mulata vueltabajera/ dime dónde está la flor/ que el hombre tanto venera...", sonoridades entramadas al hilo de los ritmos cubanos, pinceladas de colorismo colonial que han dado vida a páginas de gran atractivo musical compuestas por Montsalvatge. Protagonista de uno de los momentos más trascendentes en la historia musical catalana e integrante de una generación frustrada, truncada por la guerra, iniciaba su andadura musical en esos años que sirvieron de marco-bisagra entre los compositores de la República y las jóvenes generaciones.

De su música se ha hecho especialmente famosa la que se adscribe al rótulo de "antillanismo", ignorando a veces que el compositor ha desarrollado otras líneas de expresión de signo diferente e igualmente interesantes. No en vano ha triunfado la idea de que es en el antillanismo donde Montsalvatge ha llegado a encontrar una voz muy personal, con ecos de internacionalidad. Pero, mucho antes de tomar forma los rasgos antillanos, aparecen elementos que ponen en relación su obra con improntas europeas y que, antes que a sus años de formación musical, se remontan a un entorno familiar culturalmente notable, reflejado por Josep Plà en Retrats de Passaport; de aquí su temprana afición por la poesía, la naturalidad con la que se relaciona con artistas e intelectuales diversos y la facilidad para involucrarse a través de la lectura con ese mundo de ultramar que es fuente de sugerencias en Tres divertimentos, Cuarteto indiano, Allá en mi Cuba y, sobre todo, en Cinco canciones negras, tejidas sobre poemas de Pereda Valdés, Nicolás Guillén, Néstor Luján y Alberti.

A través de su música ha catalizado diferentes elementos estéticos que en su juventud le acercaron al grupo francés Les Six, en especial a Milhaud y a la estética postimpresionista por la que se dejó seducir en sus primeras composiciones. La primera etapa de su creación se vincula al ambiente cosmopolita que se respiraba en la Barcelona de los años veinte, atravesando luego holgadamente diversas tendencias de la música europea de su tiempo: desde el wagnerismo inferido como simple información a través de las enseñanzas de Morera y Pahissa hasta el politonalismo de presencia efectiva en su obra. Las habaneras evanescentes, lánguidas y sensuales, "de una sensualidad láctea y extasiada con un trémolo de senos de mulata", escribía Néstor Luján, seducen, pero no empañan esa otra voz -la voce in off que da título a una de sus óperas- que el compositor ha alzado para revelar la preocupación por lograr una expresividad que prueba lo que de sincero contienen obras como el Cant espiritual o Sinfonía de Requiem: música para escuchar y no sólo para ser leída sobre el papel.

Montsalvatge cumple noventa espléndidos años con la satisfacción de ver hechos realidad los versos de Tomás Garcés que eligió para su Cançó amorosa: "... i veuries que al teu pas, la terra i el mar sospiren".