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Antón García Abril
“La música del siglo XX está por descubrir”
26 septiembre, 2002 02:00Antón García Abril. Foto: Mercedes Rodríguez
Con motivo del cincuentenario de Juventudes Musicales, la JONDE estrena mañana en el Auditorio Nacional Juventus de Antón García Abril, dirigida por Josep Vicent y junto a los nuevos valores del teclado Iván Martín y Daniel Ligorio. El maestro turolense habla para El Cultural de su partitura concertante para dos pianos, la más ambiciosa de los últimos tiempos.
-¿Qué es Juventus?
-Aunque Jordi Roch, presidente de Juventudes Musicales, quería una cantata, sin embargo yo tenía ganas de afrontar un concierto para dos pianos. Me sentía especialmente preparado porque después de haber compuesto los Nocturnos de la Antequeruela y los Preludios de Mirambel he aprendido a trabajar el teclado. Nunca había creado una obra amplia para dos teclados y orquesta. La escritura para dos pianos es muy compleja porque las dificultades no se multiplican por dos, sino por diez. El riesgo era convertirlos en una especie de máquina porque si el material no se ordena bien, se puede transformar en un alarde de mecanicismo, en un macro piano distante. Todo acentuado porque los problemas de resonancias acústicas y tímbricas son muy importantes. Apenas he tomado en cuenta el repertorio existente que, además, no es muy extenso.
-Aunque pueda resultar una pregunta excesivamente simplificadora, ¿a qué suena Juventus?
-A música. El lenguaje de la música es difícil siempre de explicar. En múltiples conversaciones con Antonio Gala, él me explica con fluidez que trabaja en una novela, de qué va, que características tiene. En el momento en que me pregunta a mí, casi nunca sé cómo contárselo. Como mucho, puedo llegar a decir que es un concierto, que tiene tres o cuatro partes... Espero que los críticos o los musicólogos puedan ubicarlo en la corriente general de la música española.
El tiempo también compone
-Al menos tendrá unas aspiraciones concretas con ella.
-Siempre son las mismas: crear una obra hermosa, plena, bien trazada. Con ello no quiero decir que sea la verdad, sino sólo mi verdad. Porque el tiempo también compone y a veces me dice que puedo estar confundido. De hecho, no cierro una obra hasta que se estrena y la escucho varias veces hasta darla por buena. Cuando adquiere sus adecuadas dimensiones, la "abandono", con sus virtudes y sus defectos.
-En el siglo de la técnica ¿no se puede caer en cierta prepotencia de ésta?
-Existen dos tipos de compositores, en mi opinión, erróneos. Aquellos que se basan exclusivamente en la técnica y olvidan que, si no se aplica a una idea artística, el resultado no funciona. Y otros que tienen ideas pero no la capacidad técnica para llevarlas a cabo. Sus piezas adolecen de orden y rigor. El ideal viene de la hábil relación entre orden, técnica e intuición, en los porcentajes adecuados.
-Un compositor de su experiencia, ¿no es un peligro como docente para sus alumnos?
-La primera frase que les digo es que la composición no se enseña, se aprende. Mi papel es transmitir una serie de recursos técnicos, orquestales, formales. Ejercitan, bajo mi supervisión, su técnica. Cualquiera puede ganar terreno si el maestro le transmite unos determinados recursos. Ahora bien, lo único que impongo es el sentido ético al que, creo, debe aspirar cualquier composición. Para el resto, la libertad es total. Luego algunos son talentos deslumbrantes y otros no aunque tengan suficiente capacidad para componer una sonata o un cuarteto escolástico.
-Un problema que tiene el público actual es que nunca sabe del todo si lo que oye es un fallo técnico o, simplemente, un recurso expresivo del autor.
-¡Ojo! ¡El público es más inteligente de lo que algunos piensan! Siempre tiene una referencia, que es la música. He asistido a muchos estrenos de vanguardia rigurosa y han sido grandísimos éxitos. Cuando el público percibe un contenido, lo aprecia. En el momento que considera que aquello no es interesante, desconecta y punto.
-Pero hay una gran desconfianza ante la creación actual.
-Desconfianza es una palabra que caracteriza al público de nuestro tiempo. Cuando aparecen a principios del XX esas piezas tan rompedoras de Stravinski, Ravel, Schoenberg o Bartok, aunque impacten al principio, al poco tiempo son asumidas por el repertorio. Eso no ha sucedido con la segunda mitad del XX. La razón es que el público no llega a comprender el objetivo artístico de muchos discursos. Porque hay obras que tienen vida y otras que ya nacen muertas.
Cerrazón a lo contemporáneo
-En parte es debido a que las programaciones, más o menos ambiciosas, no son muy interesantes, no articulan con inteligencia las inmensas posibilidades del repertorio.
-Nunca discuto las programaciones que se basan en los grandes maestros, porque fueron y son grandes referencias. Ahora bien ya me parece menos comprensible que se sigan unos senderos trilladísimos, que no abren nuevas panorámicas que permitan nuevas perspectivas. El siglo XX está todavía por descubrir, salvo media docena de nombres. Es un círculo vicioso que no nos deja salir de él. Me da mucha pena cuando veo un famoso concurso que pide, como repertorio español, una obra de Falla, Albéniz y Granados. Pero ¿no se ha escrito música de piano de calidad en España después de Granados de idéntica dificultad? Por favor.
-Alguno dirá: ya están los compositores quejándose.
-Yo no puedo porque tengo la suerte de que mi obra se toca, soy de los privilegiados que tienen esa satisfacción. Pero hablo por aquellos talentos que han dejado un legado y que por la cerrazón de algunos, permanece oculto.
-¿Cuáles son las referencias de la modernidad, los Beethoven, los Wagner de ahora?
-Estamos en una época en que la modernidad ya no está tanto en el autor como en la obra. La historia ha hecho el recorrido que nos ha permitido desarrollar todo el sistema físico armónico. La experimentación por el mero hecho de experimentar, ya no tiene sentido. Nadie se sorprende por poner un tam tam sobre un barreño de agua. El fin es la obra en sí que se enjuicia de una en una.
-¿Se puede echar un vistazo a los últimos treinta años?
-Ha habido mucha mentira que ha convivido con auténticas verdades. Ha faltado criterio para separar el trigo de la paja, pero el cedazo resultante lo encontramos en la búsqueda de una verdad distinta más vinculada a la música auténtica que a la especulación.
-A usted le han pegado mucho.
-Y me siguen dando. He nadado casi siempre en contra de la corriente y en algún momento estuvo a punto de ahogarme porque la corriente en contra era tan fuerte que me invadía. Pero soy hombre de fe y aragonés. Mantuve y sigo manteniendo algunos postulados irrenunciables. Y sé que no me gusta el ruido, ni en las hormigoneras ni en la música. Siempre tuve además el apoyo del público que algo tendrá que decir además del apoyo de sectores de la vida musical que se han encontrado cerca de mi música, mientras que otros compositores nunca llegaban. Ahora, muchos compañeros han renunciado a esos procedimientos que han defendido durante años, aunque sea tímidamente y están en un proceso involucionista. Lo que me garantiza que no me he equivocado.