Image: Yuri Temirkanov

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Música

Yuri Temirkanov

“En el negocio de la música hay mucho ignorante”

5 diciembre, 2002 01:00

Yuri Temirkanov. Foto: M.R.

El número de directores propiamente sinfónicos se cuenta en la actualidad con los dedos de la mano. Yuri Temirkanov (Zaragej, 1938) es uno de estos últimos mohicanos de la batuta. Se ha ganado a pulso el respeto internacional tras haber mantenido al más alto nivel a la mítica Filarmónica de San Petersburgo, de la que es titular desde 1988. Visita los próximos días Barcelona, Valencia y Madrid, en este caso junto a la Royal Philharmonic de Londres, de la que es su principal invitado.

Aparentemente tímido, ajeno a la presión del márketing, su pensamiento, con un toque entre cínico y socarrón, parece surgir de la sensibilidad post-romántica, por su honda profundidad. Actualmente, convive su titularidad en San Petersburgo con la de Baltimore, además de estar muy vinculado a la Royal Philharmonic londinense y a la Real Danesa. Mira con ironía cuando se le resalta que no haya querido incluir obras rusas en su gira con la formación británica. "En la música hay demasiados prejuicios. Parece que los músicos rusos sean menos buenos en Mahler que en Chaikovski y que los franceses sólo puedan hacer bien Berlioz. Pero eso es, sencillamente, una tontería".

-Usted es de los maestros que optan por no usar batuta.
-Al principio parecía bonito. Uno tenía la sensación de que a través de ella se podían obtener unos colores especiales. Sin embargo, con el tiempo me di cuenta que no importa, que se puede conseguir lo mismo sólo con las más manos, que la dirección es un problema ante todo mental. Particularmente, me resulta más eficaz trabajar sin ella.

Gesto sin batuta
-¿En qué consiste la técnica de la dirección de orquesta?
-Hace ciento cincuenta años, la dirección de orquesta no era una profesión, era sólo necesaria para que la orquesta tocara junta. Ahora, cuando la música se ha vuelto mucho más complicada, la dirección se convierte en un trabajo imprescindible. Conforme se ha consolidado en el sistema ha requerido una técnica. En mi opinión, ésta se resume a hablar lo menos posible e intentar que tus manos muestren a los músicos cómo trabajar, conjuntamente, la partitura. El gesto se impone por su eficacia pero es evidente que si es necesario hablar, hay que hacerlo.

-¿Establece diferencias gestuales según el tipo de orquesta?
-Naturalmente. Con una orquesta que no te conoce debes dirigir en un nivel "estándar". Es como cuando encuentras a una persona. De entrada ves si hay conexión o no, tomas el pulso. Posteriormente, si constatas que se establece la comunicación, actúas de diferente modo.

-Con arreglos y desarreglos.
-¡Claro! Si no hay química, el concierto no funciona. Depende de muchas cosas, de si conoces la orquesta, cuánto quieren trabajar. Siempre hay grados de diferencia.

-El aficionado se queja de que las orquestas siempre tocan lo mismo, de que el sistema es muy obsoleto.
-Es un problema de ignorancia. Porque mucha gente que organiza conciertos, los mismos agentes, no son músicos o no tienen sensibilidad musical. En esto, como en todo, siempre hay diferencias. Ahí está el caso de Alfonso Aijón en España que sabe lo que puede y debe pedir a las orquestas y a sus intérpretes.

-Llama la atención que se exprese tan negativamente sobre el mundo de la música.
-Si en torno a muchas profesiones hay tantos ignorantes, ¿por qué la música va a ser diferente?

-Queremos idealizar las artes.
-Es la realidad de nuestro tiempo. La música, para muchos, es un negocio más que tiende a ir tan deprisa como los otros. Antes, las orquestas daban menos conciertos, y por lo tanto, había tiempo para prepararlos. Ahora no lo tenemos. Por eso se toca lo mismo. Es una forma de ahorrarlo. Cuando Chaikovski fue a América, necesitó dos meses de viaje para la ida y dos para la vuelta. Yo tengo un concierto en América y, a los dos días, en San Petersburgo. Quizá también antes la gente tenía otro concepto de la música, se sentía a su servicio. Ahora es un trabajo como otro cualquiera. Pero supongo que la vida dicta.

-No negará que el nivel de las orquestas ha subido mucho.
-Técnicamente, las orquestas son más educadas y están mejor preparadas. En conjunto se puede decir que son mejores. Pero en otro plano, se ve que las orquestas no buscan nada en sí mismas. Como el mundo se ha vuelto muy pequeño, se sabe cómo se toca ahora en Tokio, en Moscú o en Nueva York. Todo el mundo oye compactos lo que hace que apenas haya diferencias.

Falta de maestros
-También la enseñanza se ha estandarizado. El tipo de profesor que usted tuvo hoy día sería impensable.
-Es que Musin era un profesor maravilloso. El problema de la música viene de la falta de auténticos profesores. Está el ejemplo de Stoliarski, que no era un gran violinista, pero como docente resultaba fantástico, como se vio en alumnos como Oistraj y Milstein. El secreto de Musin, como el de cualquier buen pedagogo, era que te hacía descubrir tu personalidad, tu propio cuerpo, tu gestualidad, sin someterte a un método único. Resulta difícil distinguir qué elementos hay en común entre sus alumnos, salvo una manera de hablar a las orquestas a través de indicaciones técnicas muy simples.

-¿Por qué ha dejado la ópera?
-Por razones múltiples trabajé en el Kirov durante un tiempo y fue una etapa muy útil, en la medida en que me ayudó, me promocionó y me permitió profundizar en el conocimiento del trabajo de director de orquesta. No es que la ópera no me guste. Hay obras que me interesan mucho. Pero el trabajo cotidiano en un teatro, los contratiempos que ocasiona la preparación de un montaje, me han dado la impresión de perder un tiempo que debería consagrar a la música en sí misma.

-Usted ha impulsado a la Filarmónica de San Petersburgo después de tantos años de vinculación, casi de tradición, junto a Mravinski. ¿Qué opina de la tradición en el campo de la interpretación?
-Es importante, no la desprecio. Hay que tenerla en cuenta. Porque si se quiere crear algo nuevo hay que conocer lo que existía antes. Pero el tiempo cambia todo. Evolucionamos y nuestra sensibilidad va de la mano. Cuando se oye a los viejos cantantes, a veces resulta violento porque sus versiones suenan un poco, diríamos, naif. Cuando se ve en un vídeo un ballet antiguo, la misma Pavlova, resulta naif.

-La vida musical en Rusia ha vivido momentos difíciles.
-Hace poco fui a Moscú a ver al presidente Putin y le comenté la realidad de la música en mi país. Estuvimos hablando mucho tiempo y después del encuentro, anunció que iba a potenciar a las más prestigiosas organizaciones musicales, tanto de Moscú como de San Petersburgo. En aquella larga conversación le hablé de la desbandada de los maestros, de la situación catastrófica que vivían nuestras instituciones teatrales y orquestales. Putin se comprometió públicamente a apoyar a los dos principales conservatorios, a los dos grandes teatros (Kirov y Bolshoi) y a las tres orquestas más importantes. Le pedí más, pero me dijo que, momentáneamente, la situación económica no lo hacía posible.

-La Filarmónica de San Petersburgo ha vivido momentos duros.
-Al comienzo, con la caída del muro hubo un éxodo increíble. Pero, luego, algunos volvieron. Momentáneamente, el nivel de nuestros músicos no ha bajado. Tengo la impresión de que una orquesta como la Filarmónica de San Petersburgo tardará en perder ese excelente nivel que tiene, porque nuestro repertorio, nuestros antecedentes, nos protegen. Ahora bien, es posible que, si no se cuida, pueda darse un proceso de decadencia. Pero eso le pasa a cualquier orquesta que no trabaja con los medios adecuados.