Waltraud Meier
Wagner está en crisis
27 febrero, 2003 01:00Waltraud Meier
El 5 de marzo se estrena en el Teatro Real La valquiria, primera jornada de la Tetralogía de Wagner en una coproducción entre la Semper Oper de Dresde y el coliseo madrileño firmada por Willy Decker. La mayor expectación se concentra en la presencia de dos divos, Plácido Domingo, que explica para El Cultural su primera aparición como cantante este año, y Waltraud Meier. Esta última, una de las más grandes intérpretes del repertorio wagneriano del siglo, explica en esta entrevista su relación con el genio de Bayreuth.
Es firme y rotunda. Habla con las ideas muy claras, sin permitir una sola inflexión. Va al grano. Respuestas sin réplica. Evita la elucubración y esconde la añoranza. También las preguntas incómodas, con un tajante y franco "de esto prefiero no hablar". Como la Leonora de Fidelio o como el título de la película que acaba de filmarse sobre ella, Meier suscribe con rotundidad la frase beethoveniana "Ich folg’ dem innern Triebe" ("Sigo mis propios impulsos").
-¿Qué piensa de la producción de La valquiria de Willy Decker que va a cantar en Madrid? ¿La conoce?
-[Rotunda y sin disimulo] ¡No! Nunca la he visto, pero tengo mucha curiosidad y estoy deseando llegar a Madrid para comenzar los ensayos.
Entre mezzo y soprano
-Usted ha desembarcado en los roles de soprano dramática desde su voz de mezzo. ¿Cómo se produce está transición, más bien cohabitación, ya que sigue interpretando roles como los de Kundry, Ortrud y Venus, incluso otros ajenos al mundo wagneriano, como Dalila, Eboli, Amneris y hasta la verista Santuzza?
-Esa responsabilidad de elegir ser soprano o mezzosoprano no incumbe al cantante. Es la propia voz la que marca su evolución y tipología, casi sin que nosotros, los cantantes, podamos hacer prácticamente nada. Yo, francamente, no sabría decirle si soy mezzo o soprano, que ando en medio de esos dos registros.
-Aún así supongo que su camino vocal, está dirigido, al igual que de otras ilustres predecesoras, hacía el papel de Brunilda.
-Nunca cantaré Brunilda, porque es un personaje muy duro, tres partes en uno, tripartito. Es posible que cante -únicamente- la Brunilda de La valquiria, que, ésta sí, es una parte bastante asequible para mí, pero, aún así, prefiero hacer Sieglinde. También podría abordar la Brunilda de El ocaso, pero de ninguna manera la Brunilda de Siegfried, es demasiado aguda para mi voz.
-Pero Brunilda en Siegfried canta sólo la escena final, apenas se despierta y ya concluye la ópera…
-[Entre sonrisas] Sí, sí, pero es media hora ¡y qué media hora! Media hora muy muy dura, que requiere una soprano realmente aguda, un registro que yo verdaderamente no puedo mantener. El mercado musical y el público requieren Brunildas que canten las tres partes de la Tetralogía, y esto, muy a mi pesar, yo no lo puedo dar.
-¿Qué es lo que realmente distingue a un cantante wagneriano de la ópera italiana? ¿Qué le une?
-Es una pregunta muy difícil de contestar en una frase. Verdaderamente se podría escribir un libro sobre este tema. Interpretar a Wagner es una cosa y la ópera italiana otra muy distinta. La ópera italiana es belcanto, mientras que Wagner es belcanto más el sentido interno de un texto cargado de complicidad con el discurso musical.
-¿Coincide con el criterio de que el mundo wagneriano sufre una aguda crisis de cantantes, de que ya no hay voces como las de antes?
-No pienso que la música de Wagner esté en crisis, tampoco que no haya voces wagnerianas. Son las personalidades, los artistas los que realmente faltan. Hay también otro problema, y es que las orquestas cada vez tienen el diapasón más agudo, afinan más alto. Piense que Sigfrido, Tristán, Isolda o Brunilda hace un siglo se cantaban bastante más grave que ahora. Es innegable que actualmente hay voces maravillosas, jóvenes cantantes con una preparación increíble. El problema hoy día, insisto, es la ausencia de verdaderas personalidades del canto.
-¿Qué ocurrió realmente en Bayreuth aquel agosto de 2000, cuando debía de cantar el papel de Sieglinde junto a Domingo bajo la dirección de Sinopoli y canceló pocas horas antes? Anunciaron que se encontraba indispuesta, pero muchos vieron un enfrentamiento con Wolfgang Wagner. Después, usted no volvió a actuar en Bayreuth, festival en el que debutó en 1993 y donde era adorada por el público.
-No deseo comentar ese asunto. Le aseguro que realmente estaba enferma. Tenga la certeza de que, de haber podido, hubiera cantado aquel 11 de agosto ¡Nunca cancelo actuaciones a la buena de Dios! En absoluto se trató de un asunto personal, y aunque se dijo, y los medios de comunicación insistieron mucho en ello, que existían otras motivaciones, no era cierto. Pero no quiero hablar más de Bayreuth.
-¿Qué recuerdos guarda de la producción de Tristán e Isolda de Heiner Möller con la que, en 1993, debutó el papel bajo la dirección de Daniel Barenboim, en Bayreuth?
-No podría seleccionar solo un recuerdo de ese Tristán, porque son muchísimos. Fue un tiempo en el que aprendí mucho. Era maravilloso trabajar con Barenboim. Sin embargo, me quedé un poco decepcionada con Heiner Möller, él no era un verdadero director de escena.
-¿Le gustaría volver algún día a cantar en Bayreuth?
-¡Me encantaría volver a cantar en Bayreuth algún día! Espero que sea así, que mi voz aguante el tiempo suficiente para poder actuar de nuevo en el Festspielhaus.
-¿Estaría usted dispuesta a dejar el rol de Isolda por algún otro papel?
-¡Jamás renunciaría a Isolda por nada! ¡No hay otro papel en el mundo que pueda interesarme tanto!