Image: Canarias pompa y estrenos

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Música

Canarias pompa y estrenos

Encargos y grandes nombres central el Festival

8 enero, 2004 01:00

Riccardo Chailly dirige a la orquesta Giuseppe Verdi de Milán

Comienza la XX edición del Festival de Canarias, la cita musical más relevante del invierno español. En la suma habitual de figuras conviven grandes batutas como Chailly, Gergiev o Pekka-Saraste, junto a solistas de renombre como Thibaudet, Repin o Gens. También hay que destacar los estrenos de Tarde de Aribert Reimann, Axis Mundi de Coello o Poetische Geräusche de Marrero.

Prietas son siempre las líneas definitorias del Festival de Música de Canarias que, con el mando firme y atento, sorteando todo tipo de tempestades, de Rafael Nebot, enfila ya la vigésima singladura, que se extiende de ayer mismo al 12 de febrero. Continúa siendo primordialmente un certamen de orquestas, algunas de gran importancia y, desde algún tiempo a esta parte, hace especial llamada a obras nuevas, que se incluyen en una sana política de encargos. Las agrupaciones sinfónicas foráneas se reparten la mayoría de los conciertos: cada una dos sesiones; cuatro si tenemos en cuenta que cada actuación se repite al ser las dos islas principales las recipiendarias de la programación. En detrimento evidente de las otras cinco; pero las cosas es difícil, por mucha razones, que puedan ser de otra manera. A ello hay que añadir las participaciones de las orquestas de casa, la Filarmónica de Gran Canaria y la sinfónica de Tenerife, más las de la Sinfónica de Galicia.

Vuelve Riccardo Chailly, esta vez con sus recientes Orquesta Giuseppe Verdi y Coro Sinfónico de Milán, para ofrecer un substancioso concierto Rossini, con estreno de tres obras en España: Himno de Italia y Francia (1825, para la coronación de Carlos X), El canto de los Titanes e Himno a Napoleón III y a su valiente pueblo (1867, que debería contar con una banda militar). El conocido y operístico Stabat Mater, escrito, como se sabe, para una familia española, completa la sesión. Entre un buen plantel de solistas figura la española María José Montiel, en su nueva andadura de mezzo. El segundo programa incluye la Fantasía para piano, coro y orquesta (con Thibaudet) y la Novena Sinfonía de Beethoven, bien pertrechada vocalmente, con Annalissa Raspagliosi -muy aceptable Violetta en el Real de Madrid hace poco- en cabeza.

Programa ruso con Gergiev
Más potentes, veteranos, mejor ahormados y recios son los conjuntos del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, que, al mando del fornido y apasionado, tempestuoso e incluso rompedor por su emanación de energía, Valeri Gergiev recrearán en concierto -imaginamos que en versión original- la impresionante ópera Boris Godunov de Musorgski, una de las obras más trabajadas por la batuta. Especialistas en la ópera rusa como Aleksashkin, Morozov, Gassiev, Gerello y Strashko pondrán voz a los atribulados personajes de esta gran fresco histórico. El concierto sinfónico está dedicado a Prokofiev. Se incluye uno de los dos Conciertos para violín, en el que se podrá escuchar al virtuoso Vadim Repin; antes de que se despliegue en toda su amplitud la descriptiva y cinematográfica cantata Alexander Nevsky. Otra sesión operística estará a cargo de la Orquesta de ópera Estatal de Stuttgart, de la que es dueño y señor desde 1997 el alemán Lothar Zagrosek, un músico competente antes que inspirado y un gran defensor y recuperador de pentagramas olvidados, sobre todo nacidos en el siglo XX. La excelente soprano danesa Eva Johansson será probablemente una buena y más bien lírica protagonista de la obra que se podrá en atriles: Salomé de Strauss. Con la soprano más ligera Claudia Barainsky Zagrosek y sus instrumentistas estrenarán Tarde de Aribert Reimann, encargo del festival. El aria de Zerbinetta de Ariana en Naxos del citado creador bávaro, la obertura de Oberon de Weber y la Sinfonía nº 5 de Beethoven completan un programa muy colorista.

Si seguimos con las novedades hemos de fijarnos en el segundo concierto de la Orquesta de la Residencia de la haya, que actúa con su titular Jaap van Zweden, nacido en Amsterdam en 1960 y director en alza, que se enfrenta a una partitura de J. M. Marrero, Poetische Geräusche, segundo encargo del festival. Obras de Berlioz, Wagenaar, Chaikovski y Shostakovich se unen a la citada. El tercer encargo recae en E. Coello, que ha escrito una partitura denominada Axis Mundi y que será interpretada por la Sinfónica de Galicia y Víctor Pablo junto a La muerte de Cleopatra de Berlioz, con la soprano Veronique Gens. Este concierto se cierra con la Sinfonía nº 1 de Mahler, que prepara para el gran broche del festival: la Sinfonía nº 8, de Los mil, del autor bohemio. Víctor Pablo gobernará, con su mando eficiente y seguro, a sus dos agrupaciones, de Galicia y de Tenerife, y a los Coros Filarmónico de Praga y Eslovaco y al de niños de Tülzen. Se anuncia un solvente equipo de solistas vocales.

Nos parecen de alto interés las dos actuaciones de la muy sólida Orquesta Filarmónica de Helsinki, dirigida por el excelente constructor Jukka-Pekka Saraste. Se promete una acertada combinación de obras del siglo XX: Ravel y Debussy por un lado y Sibelius (9 canciones con el buen barítono Bo Skovhus) y Shostakovich (Sinfonía nº 11), por otro. Y muy apetecible la participación del histórico Cuarteto Melos, en su segunda etapa, al lado del magnífico clarinetista Ulf Rodenhäuser (Quintetos de Mozart y Brahms).

La Filarmónica de Gran Canaria da dos conciertos con el que todavía es su titular -hasta que desembarque Pedro Halffter-, Christoph Künig, que abre la muestra con la leyenda dramática La condenación de Fausto de Berlioz. Coro de la Orquesta y tres solistas aceptables. Sabbatini, DeYoung y Prestia. Muy a tener en cuenta es la primera de las actuaciones de la Sinfónica de Tenerife con Víctor Pablo, en la que presenta una rareza, la Sinfonía nº 10, Amerindia de Villa-Lobos. También estarán orquesta y director en una sesión popular en la que participa Emilio Aragón.

Novedades del Festival
Tradicionalmente, no ha sido el Festival de Canarias una muestra especialmente centrada en lo nuevo, en lo raro, en lo desconocido. Su seña principal de identidad era, y sigue siendo, el repertorio de siempre en los atriles de importantes orquestas de siempre. El gran sinfonismo era su reclamo, organizado con una mirada en general no presidida por el didactismo. Lo cual suponía, y supone, una cuantiosa cuenta de gastos, por los cachés de las más destacadas formaciones y por el pie forzado de los traslados de todas ellas a miles de kilómetros. Los distintos gobiernos canarios han apoyado ese planteamiento.

Lo que nos interesa recalcar aquí es que, desde hace ya algunos años a esta parte, la dirección del festival tuvo el buen acuerdo de ampliar su radio de acción, de introducir junto a los nombres de las agrupaciones famosas y de sus directores el de los compositores de hoy, tanto españoles como extranjeros; y buscar así la creación de un repertorio que tuviera como crisol precisamente la convocatoria anual de estos fastos sinfónicos. Uno de los primeros en ser llamado fue Halffter, más tarde vinieron otros, como Encinar. Se hizo llamada a potentes divos internacionales como Rihm o Berio. Los pentagramas de éste destinados a encajar un nuevo final en la Turandot pucciniana, en sustitución del más bien banal de Alfano, fueron muy celebrados.

Esta edición cuenta con un compositor muy relevante en este capítulo creador de nuevo cuño: Aribert Reimann (en la imagen), un músico muy completo, autor de una ópera magnífica sobre el Rey Lear de Shakespeare -que estrenara en su día Fischer-Dieskau- y conocedor profundo de la voz humana; para la que ha escrito, cumpliendo el encargo del festival, una partitura basada en versos de Juan Ramón Jiménez, Tarde, para soprano y orquesta. La cosa promete. Como promete otra composición nueva, Poetische Geräuschke, encargada a J. M. Marrero, que estará en los atriles de la Orquesta de la Residencia de la Haya. El tercer encargo ha recaído sobre E. Coello, que ha escrito para esta ocasión Axis Mundi, que tocará la Orquesta de Galicia.

No es estreno mundial, pero no cabe duda de que posee el valor de lo nuevo la Sinfonía nº 10, Amerindia, Super pater patrium, de Villa-Lobos, una magna y colorista composición que encierra el singular arte del autor brasileño para construir grandes estructuras sobre temas populares de su país y de otros colindantes y someterlos luego a una muy curiosa elaboración, en parte seguidora de las líneas del sinfonismo tradicional europeo.