Image: Eugenio Ampudia quema la galería

Image: Eugenio Ampudia quema la galería

Exposiciones

Eugenio Ampudia quema la galería

8 enero, 2004 01:00

Mesa de pe(n)sar, 2003. Videoinstalación

Max Estrella. Santo Tomé, 5. Madrid. Hasta el 31 de enero. De 2.000 a 20.000 euros

En el primer manifiesto futurista de 1909 Marinetti, presa de entusiasmo destructivo, predicaba la devastación de los museos y tronaba: "¡Vengan, pues, los alegres incendiarios de dedos carbonizados!... ¡Vamos! ¡Prended fuego a los estantes de las bibliotecas!". Y eso es lo que ha hecho Eugenio Ampudia (Valladolid, 1958) en el despacho del director de esta galería: encender unas pequeñas hogueras, aunque controladas, en las estanterías repletas de catálogos de arte, no sin antes provocar un incendio a escala mucho más grande en las paredes de uno de los espacios expositivos. éste es, sin embargo, como reza el título de ambas instalaciones, un Fuego frío, de llamas virtuales.

Este artista ha producido en los últimos años un grupo de obras muy notables en las que proyecta imágenes en movimiento (previamente filmadas o creadas en el ordenador) sobre objetos y espacios reales. Tal vez recuerden la cama sobre la que se revolvían mágicamente las sábanas en la primera edición de Doméstico, o esas huellas de zapatos que se iban dibujando en círculo junto a un montón de harina en Interlocutores válidos (2000). Son videoinstalaciones o videoesculturas en las que la natural bidimensionalidad de la imagen, en virtud de la desmaterialización producida por su transformación en un chorro de luz de sombras coloreadas, puede fundirse con cualquier superficie, quedando integrada en espacios arquitectónicos o en objetos tridimensionales. En la actual exposición utiliza este recurso en las obras antes mencionadas, con la proyección de llamas en movimiento sobre las paredes y la biblioteca, así como en la Mesa de pe(n)sar, un viejo tablero de dibujo de hierro fundido y madera sobre el que vemos discurrir blandamente las nubes (en referencia a los momentos de dispersión mental que se abren en el proceso de creación). Las obras no están todo lo bien acabadas que cabría esperar, y hay que reprocharle al artista un cierto descuido en la "ocultación" de los dispositivos técnicos, fundamental para que se produzca la "magia": una esfera que no es en absoluto ajena a este tipo de trabajos y en la que tuvieron lugar los primeros experimentos de proyecciones libres de "marcos", las fantasmagorías. No obstante, Eugenio Ampudia es capaz de ejercer una muy considerable capacidad de fascinación y de conjugar exquisitez estética con interés conceptual. El artista cuestiona, con ironía, la naturaleza espacial, cultural y comercial de la galería de arte, como un lugar que avala o añade valor a la obra de arte y en el que se determina su forma de mercantilización. Cuando adquiere una obra en una galería comercial, el comprador paga no sólo el objeto artístico, sino también, en forma de altísima comisión, el espacio galerístico que el objeto ha ocupado. Ampudia alude a esa circunstancia en una escultura hecha con libros yuxtapuestos en cuyo interior ha recortado una réplica a escala de la sala central de la galería Max Estrella, reproduciendo y ampliado luego ese hueco en una fotografía; ambas obras llevan por título Vender aire. Y no contento con poner en solfa el papel del propio recinto en el que muestra su trabajo, lo abrasa vandálicamente, a la vez que le da una patada en la nariz al espectador en el vídeo Puntapié. Paradojas del arte contemporáneo.