Image: Canarias junto a Mahler y Strauss

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Música

Canarias junto a Mahler y Strauss

Comienza la XXI edición del Festival de Canarias

13 enero, 2005 01:00

La Filarmónica de Gran Canaria. Foto: Ángel Luis Aldai

Comienza la XXI edición del Festival de Canarias, la cita musical más relevante del invierno español. En la suma habitual de figuras conviven importantes batutas como Bychkov, Haitink, Oramo, o Fischer, junto a solistas de renombre como Shlomo Mintz, Olli Mustonen o Fazil Say. También hay que destacar los estrenos de la Sinfonía nº10 de David del Puerto o la Sinfonía del volcán del desaparecido Enrique Guimerá.

Aunque el Festival no tiene una nervadura única, un hilo conductor en torno al cual se tejan los acontecimientos, posee diversos puntos de referencia o inflexión, determinados pilares sobre los que en cierto modo se edifica y que aquí vamos a reseñar resumidamente. No hay duda de que buena parte del proyecto se la llevan dos compositores -Mahler y Strauss- que vivieron coetáneamente, aunque uno dejara muy pronto el mundo de los vivos; ambos con evidentes deudas hacia Richard Wagner y situados, más o menos de refilón, en el campo pre-expresionista; del que uno y otro bebieron.

El primero aparece diseminado en distintos atriles. Significativa es la presencia de la inacabada Sinfonía nº 10 en el concierto de Jesús López Cobos con la Filarmónica de Gran Canaria. Al director zamorano le gusta exponer la versión completada de Remo Mazzetti. La partitura viene antecedida por el ciclo de Röckertlieder, que será traducido por la voz pequeña pero bien modulada de la mezzo alemana Birgit Remmert. La Sinfonía nº 6, una obra nihilista, bautizada como Trágica, podrá ser escuchada en los timbres de la Orquesta del Festival de Budapest, a las órdenes de Ivan Fischer, que hace una magnífica y desolada versión. La impresionante Música para cuerdas, percusión y celesta de Bartók completa un programa de mucho voltaje, que es compensado en cierto modo por el otro que ofrece la formación magyar, en el que se incluye también Bartók, pero el del más bien optimista Concierto para piano nº 3, en el que habrá de lucirse el pianista canario Gustavo Díaz Jerez, y donde aparecen otras dos composiciones de singular colorido: la Rapsodia nº 1 de Liszt y la Sinfonía nº 8 de Dvorák.

Byshkov impusivo
La irregular, algo desequilibrada, entre lo fúnebre y lo festivo, Sinfonía nº 5 del compositor bohemio estará bajo la batuta impulsiva -y a veces compulsiva- del ruso-israelí Semyon Bychkov en el tercer programa de su serie al frente de la sólida Orquesta de la Radio de Colonia, que incluye asimismo una partitura de notable novedad, estreno en nuestro país: Andere Gesänge, de Mauricio Kagel. Los otros dos conciertos de esta agrupación y director están integrados, de un lado, por el Concierto para violín de Bruch, con uno de los nuevos fenómenos orientales, la jovencísima Sayaka Shoji, y la robusta y alusiva Sinfonía nº 10 de Dimitri Shostakovich; y, de otro, por lo que es uno de los acontecimientos del festival: Daphné de Richard Strauss, ópera mitológica que ofrece uno de los retratos vocales femeninos más acabados del autor, una parte plagada de dificultades para una voz lírica con cuerpo, que ha de resolver problemas de escritura nada fáciles. Abordará la temible tesitura una sorprendente artista alemana de 1967, Anne Schwanewilms, mezzo en origen, que ha estado columpiándose en los últimos años entre esa cuerda y la de soprano, en la que parece definitivamente instalada tras sus recreaciones de personajes wagnerianos.

Hay otro músico esencial en estas calendas canarias, Mozart, que concurre en los dos conciertos de la muy digna Orquesta de Cámara de Zörich, dirigida por su titular, el inglés Howard Griffiths. Las oberturas de Lucio Silla e Idomeneo, las Sinfonías nº 40 y 41, los Conciertos para piano 21 y 26, con uno de los más recientes virtuosos, el turco Fazil Say, y los Conciertos para violín 4 y 5, oportunidad para escuchar de nuevo el sonido sedoso y muelle del virtuoso judío Shlomo Mintz, integran unos programas evidentemente nada fáciles.

También está el salzburgués, a través de su estimulante Sinfonía nº 35, Haffner, en el tercer concierto de la Sinfónica de Londres, cuya visita se convierte en uno de los florones del certamen, porque, además, actúa bajo el sapiente y solvente mando del holandés Bernard Haitink, heredero en algunos aspectos de la gran tradición del norte y del centro de Europa, adusto y algo tieso, pero de eficacia probada. Ellos nos brindan el último Mahler: la sobada Sinfonía nº 1, que viene acompañada de la preciosa Sinfonía nº 96, Milagro, de Haydn. En su primera sesión los ingleses apuestan también por Strauss: Don Juan, Concierto para trompa nº 1 -con David Pyatt- y Una vida de héroe, una composición que Haitink tiene perfectamente asumida y trabajada. El tercer concierto se cierra con otro plato fuerte: la muy bella y calurosa Séptima de Bruckner. Las dotes de la batuta, proclive a estos pentagramas, se verán de seguro complementadas por la fúlgida sonoridad de los británicos.

No hay que echar en saco roto, en ningún caso, la participación de la Orquesta de la Radio Finesa a las órdenes del cada vez más en alza Sakari Oramo, un director de notable claridad y de criterios muy defendibles. La suite de Peer Gynt de Grieg, los Conciertos para trombón de Leopoldo Mozart y de Luciano Beio -con el asombroso intérprete Christian Lindberg-, la exultante Sinfonía nº 2 de Sibelius, una de las especialidades del director, la Sinfonía nº 1, Boreas, de David del Puerto, el raro Concierto para piano de Respighi, que será servido por los ágiles dedos de Olli Mustonen, y el Concierto para orquesta de Bartók constituyen sus propuestas.

Expresionismo tardío
Las dos últimas actuaciones del festival mantienen la curiosidad. Por una parte la que nace de escuchar, en versión concertante, la ópera de Alexander Zemlinsky Der Künig Kandaules, basada en la obra de André Gide, una partitura muy exigente de 1935-36, recuperada no hace mucho. Víctor Pablo Pérez estará en el imaginario foso con su orquesta de Tenerife y un buen reparto vocal. Todavía, para echar el cierre a la muestra, otra ópera en concierto, la segunda del famoso Tríptico de Puccini, ese melodramón llamado Suor Angelica, que cuenta con el protagonismo de Cristina Gallardo-Domás. Habrá que ver si su voz posee la carne y el dramatismo pedidos. El programa, bajo el gobierno del avezado Christoph Künig, se completa con las Cuatro piezas sacras de Verdi. Actúan la Filarmónica de Gran Canaria y el el coro Filarmónico de Praga. Wolfgang Gonnenwein, ante la misma orquesta, une dos obras muy populares: la Obertura 1812 de Chaikowski y Carmina burana de Carl Orff.

Pensamos que, quizá, este año se da escasa relevancia a la siempre fundamental música de cámara: un programa del Cuarteto de Leipzig (Beethoven, Mendelssohn, Brahms), que se integra también -cosa muy loable- en la programación que afecta a las islas menos agraciadas, en las que intervienen la citada soprano chilena Cristina Gallardo-Domás, el tenor canario Suso Mariategui y la Orquesta de Cámara Franz Liszt. Y sólo dos sesiones pianísticas, la de Guillermo González, artista de casa (con su personal visión crítica de Iberia de Isaac Albéniz), y la de la coreana Dong-Hyek Lim (Chopin, Schubert, Prokofiev).


De estreno
Puede que en esta edición el Festival de Canarias haya aflojado algo en el terreno de la música de nueva creación. Se ha hecho sólo un encargo, al excelente compositor David del Puerto, que presenta su Sinfonía nº 1, Boreas, una partitura de planteamientos clásicos, en cuatro movimientos y notable riqueza temática, en la que el músico madrileño hará de nuevo gala de su conocimiento y tratamiento de la materia sonora. Sin embargo, se prevé otro estreno absoluto: el de la Sinfonía del Volcán, escrita por un músico canario recientemente desaparecido, Enrique Guimerá. La obra, se nos dice, describe una ascensión al Teide, un poco en la línea de la straussiana Sinfonía Alpina. Está escrita para coro y orquesta, dedicada a José Sabaté y será dirigida por el joven canario Eduardo Fernández-Caldas. Es estreno en España, proveniente de la WDR, Andere Gesänge, Intermezzi for soprano et pour l’orchestre, de un inquieto, permanente investigador y experimentador de la materia sonora, el argentino-alemán Mauricio Kagel, que ha confesado que encontró inspiración para su obra en el estimulante ingenio poético de los proverbios. La pieza procura reflejar las inmanentes variaciones musicales de los distintos idiomas en los que son expuestos los adagios.