Image: Otro Don Juan

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Ensayo

Otro Don Juan

Manuel Lombardero

13 enero, 2005 01:00

Retrato anónimo de Valera

Planeta. 454 pp, 20 e. Juan Valera: Correspondencia III. Ed. L. Romero Tobar. Castalia. 640 pp, 58 e.

El próximo 18 de abril de 2005 se cumplirán cien años del fallecimiento de don Juan Valera. Como jugoso anticipo del centenario pueden considerarse estas dos publicaciones que ayudan decisivamente al conocimiento del escritor cordobés.

Manuel Lombardero ha titulado su biografía, muy atinadamente, Otro Don Juan. Por dos razones, sin duda. En primer lugar, porque se trata de una semblanza biográfica de Valera muy diferente de las que existen -Carmen Bravo Villasante, Matilde Galera, etc.-, encaminadas, por lo general, a glosar los aspectos más favorables del escritor. En segundo lugar, porque Valera fue, como se desprende de su correspondencia, un impenitente seductor, un donjuán infatigable en cuya trayectoria amorosa hay que contar, además, el suicidio de una amante desesperada por el abandono del atractivo diplomático. Lombardero ha reconstruido la biografía de Valera utilizando sobre todo su copiosa correspondencia y sin beatería alguna, sin soslayar los aspectos más frágiles de su personalidad -ambigöedad ideológica, egoísmo, perspectiva aristocratizante de la sociedad, cierta frialdad sentimental-, e incluso subrayándolos, de modo que la biografía externa desarrolla paralelamente una singular etopeya, un retrato íntimo del escritor muy distante de las versiones casi hagiográficas que poseemos. Lombardero no trata de ser un biógrafo objetivo y desapasionado. Anota los hechos con fidelidad, pero también los apostilla con juicios y opiniones. Cuando el joven Valera se queja, en una carta de 1850, de sus dificultades con el verso por no tener nada que decir, el biógrafo anota: "Nunca tendrá mucho -la verdad sea dicha-, pero lo que diga lo dirá tan bien dicho que parecerá que dice mucho más de lo que diga" (pág. 56). "¡Menuda cara!", exclama Lombardero en otro momento (pág. 94), a propósito de cierta confesión del escritor. O bien reconoce el biógrafo: "Nos parece que estamos siendo un poco perversos" (pág. 116). Análogos comentarios desenfadados, con su pizca de sarcasmo, brotan de la pluma del biógrafo, siempre a la zaga de las afirmaciones de Valera cuando habla de los diplomáticos (pág. 106), del krausismo, la Institución Libre de Enseñanza y el Opus Dei (pág. 173) y de otras cuestiones, o bien cuando desciende al registro coloquial para afirmar que a Valera, recién instalado en Washington, "la estancia en el hotel le costaba un huevo de la cara" (pág. 277). La biografía, escrita con gracejo y desenvoltura, cumple con creces el propósito anunciado de no enjuiciar la obra literaria del escritor, sino de relatar "su vida y su pensamiento -hurgando a tientas en su compleja personalidad-" (pág. 104).

Por su parte, Leonardo Romero y la Editorial Castalia prosiguen en su loable empeño de recoger toda la correspondencia de don Juan Valera, en muchos aspectos más atractiva que la obra de creación. Este volumen abarca los años 1876 a 1883 (acaba con una carta escrita en diciembre de este año, cuando Valera viaja de París a Washington, camino de la legación diplomática española en la capital norteamericana), y contiene otras escritas desde Madrid, Biarritz, Lisboa y diversas localidades. Abundan las cartas familiares -a su hermana Sofía, a su mujer, Dolores Delovat- y las noticias personales sobre los habituales apuros pecuniarios que siempre persiguieron al escritor (pág. 539), así como también sus impresiones acerca de lugares y personas. Así, detalla en 1882 su veraneo en Cintra, "que equivale en el reino portugués a lo que son, en España, Aranjuez y La Granja juntos en uno" (pág. 404). La recogida de la correspondencia de Valera -minuciosamente organizada y dispuesta, además- es una de esas empresas necesarias que sólo merecen elogios.