Image: Philippe Herreweghe

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Música

Philippe Herreweghe

“Bruckner sería un buen vino español y Beethoven, un excelente burdeos”

31 marzo, 2005 02:00

Philippe Herreweghe. Foto: Michel Garnier

Este fin de semana el director Philippe Herreweghe sube por primera vez al podio de la Orquesta Nacional, en un programa formado por dos sinfonías "incompletas". El maestro belga ha hablado con El Cultural sobre ésta y su próxima actuación en España, el próximo mayo, en una gira junto a la Orchestre des Champs-Elysées y el Collegium Vocale Gent.

El reconocido maestro Philippe Herreweghe (Gent, 1947), se pondrá el 1 de abril por vez primera al frente de la ONE para hacerse cargo de la Séptima de Schubert y la Novena de Bruckner. No serán sus únicas actuaciones en España, ya que regresa en mayo junto a la Orchestre des Champs-Elysées y el Collegium Vocale Gent, para ofrecer la Missa Solemnis de Beethoven -una obra que acaba de ser llevada al disco en una grabación muy elogiada por la crítica- en una gira con la que visitará Oviedo, día 3, Castellón (4) y Madrid (5).

-Creo que la Orquesta Nacional no es la primera formación española que dirige.
-No, conozco desde hace muchos años a Josep Pons, somos buenos amigos desde la época que pasé en Barcelona, y me invitó a dirigir a la Ciudad de Granada en un programa Stravinsky, que incluía obras infrecuentes como el Requiem Canticles. Trabajamos muy bien. Había una excelente atmósfera. Creo que Pons hizo allí una gran labor, con unos músicos muy centrados en la música.

-En esta ocasión ha elegido dos grandes obras sinfónicas.
-Me lo pidió el propio Pons, quien sabe que llevo trabajando regularmente, desde hace diez años, en la obra de Bruckner, tanto con mi orquesta de Flandes como con la de París, Champs-Elysées, con la que he iniciado la grabación completa de las sinfonías para Harmonia Mundi, y de la que ya ha aparecido la Séptima en el mercado. Estoy preparando también, junto con otros autores, un libro sobre Bruckner, por lo que pienso mucho acerca de su obra. Puede decirse que soy un verdadero apasionado de su música.

-Va a ofrecer la Novena sinfonía en su versión original.
-Le he dado muchas vueltas, y yo mismo he dirigido varias versiones de la obra, con los diversos finales alternativos. Personalmente, no las encuentro plenamente convincentes. Bruckner era un genio absoluto, y sus intentos por terminar la obra me parecen mucho más interesantes que los que se hicieron después. Hizo un esfuerzo enorme por terminar la sinfonía y, si no lo consiguió, creo que hay que respetarlo. Me parece muy valioso lo que ha hecho Harnoncourt, grabar los esbozos tal y como los dejó el propio Bruckner. Pero la sinfonía queda muy bien sólo con los tres movimientos, terminando muy bellamente con el Adagio. Bruckner sugirió que se añadiera el Te Deum, pero está en otra tonalidad y, además, requeriría coro, solistas... El programa resultaba algo corto, y pensamos en completarlo con la Incompleta por antonomasia, la Octava sinfonía (Séptima, según la nueva numeración) de Schubert.

-¿Considera a Bruckner como el sucesor natural de Schubert?
-Bruckner es un compositor absolutamente único, que no se puede comparar con nadie. Su música está muy enraizada en la música antigua, y muy particularmente en Bach, por su labor como organista y director de coro. También tiene mucho de Bee-thoven, y, por supuesto, de Schubert, sobre todo en el plano armónico. Ambos comparten esa poesía intemporal, ese sentido de infinitud, como si el tiempo desapareciese, creando esa sensación hipnotizadora. Bruckner es como un inmenso océano. Ahora tengo 56 años, y creo que aún tardaré unos 10 ó 15 en conocerlo a fondo.

-Usted dirige a menudo orquestas tradicionales. ¿Qué cree que pueden aportar a estos conjuntos los directores historicistas?
-Yo he seguido un camino un tanto particular. No he empezado como otros, primero como asistente, luego en un teatro, etc. Mi proceso es más parecido al de Bröggen, Gardiner o Norrington. Empecé como director de coro, luego de conjuntos de cámara, y poco a poco me fui adentrando en el mundo orquestal sinfónico. Esto me ha hecho pensar de una manera diferente en aspectos como el fraseo, la articulación, etc. Acabo de dirigir a la Orquesta del Concertgebouw, y, como está acostumbrada a Harnoncourt, es una orquesta muy abierta, al igual que todas las holandesas, sin que entre ellas exista una competencia.

Frente a Viena y Berlín
-También ha dirigido dos orquestas tan emblemáticas como la Filarmónica de Viena y la de Berlín.
-El mundo germánico puede decirse que es más conservador, pero estos dos conjuntos son magníficos, y están también muy abiertos. Como suele suceder, las orquestas menos buenas son también las más reacias a este tipo de experimentos, porque requieren más esfuerzo y tiempo, y a veces ni siquiera se toman el interés de intentarlo.

-¿Reaccionan mejor los músicos jóvenes o los más veteranos?
-No siempre. Lo más importante es que tengan ilusión. A las cuerdas, en especial, después de tocar treinta años de una determinada manera a veces les resulta difícil cambiar. Los jóvenes, por lo general, son más flexibles. Pero, al mismo tiempo, los veteranos aportan una increíble experiencia. En los diez años que llevo en Amberes, al frente de una orquesta que era tradicional, he conseguido crear un estilo propio, y los músicos son ahora mucho más flexibles que al principio. Pero creo que los resultados de este tipo de interpretación son más espectaculares en Beethoven o Mendelssohn que en Bruckner. Creo que mi visión bruckneriana no está muy lejos de la de Gönter Wand.

-En mayo vuelve a España para dirigir la Missa Solemnis de Beethoven. En su reciente grabación, la crítica ha destacado su extremada claridad y su belleza sonora en una obra en la que a veces se han cargado las tintas del dramatismo.
-Lo importante es reflejar lo que pone la partitura, sobre todo cuando se trata de una música tan noble como la de Bach o la de Beethoven. Es verdad que ha existido una cierta tradición de tocar la Missa Solemnis con mucho efectismo y un sonido permanentemente forte, y yo quiero reaccionar contra esto. También a veces Bruckner es relacionado con las demostraciones de Nuremberg y con el nazismo, cuando es una música llena de melancolía y de nostalgia, de una profunda expresividad. Y la Missa Solemnis no es una simple demostración de poder. Tiene una fuerte base polifónica, y yo la he planteado a partir de la escritura coral. El Collegium Vocale ha cantado mucho a Bach, lo conoce muy bien. Eso se refleja en su manera de cantar, no es como un coro de ópera.

-A diferencia de otros de sus colegas, usted no ha tenido una amplia experiencia operística.
-Bueno, hace 20 años, cuando estaba centrado en la música del barroco francés, dirigí muchas óperas de Lully y Rameau. Después hice Idomeneo en Flandes. Ahora estoy más volcado en lo sinfónico. Es una cuestión de sensibilidad. Soy bastante introvertido, y para la ópera necesitas un carácter más extrovertido. La verdad es que la vida es muy corta, y estoy más centrado en la música del XIX. Hay mucha música que aún quiero hacer, como de Berlioz o del Romanticismo alemán.

-Pero sí que sigue dedicándose a Bach. ¿Cree que ha variado su visión bachiana desde sus comienzos?
-Sigo dedicándole siempre al menos tres proyectos al año. Y continúo grabando sus grandes obras para HM. Empecé la revolución bachiana con Leonhardt y Harnoncourt. Era muy joven, pero les gustó cómo trabajaba con mi coro. Por aquel entonces estábamos muy concentrados en los aspectos de estilo, como articulación, retórica… Creo que, con el tiempo, he encontrado mi propio estilo de interpretar a Bach, que no se parece por supuesto al de Richter o Karajan, aunque creo que tampoco puede considerarse "auténtico". Ahora estoy especialmente interesado en el contenido. Creo que cada generación entiende a Bach de una manera distinta, como también lee a Shakespeare de una manera diferente.

-Tengo entendido que es usted un gran degustador de vinos. ¿Con qué tipo de vino compararía a Bruckner y a Beethoven?
-Bueno, no soy un experto, pero a Bruckner lo compararía a un buen vino español, y a Beethoven con un excelente burdeos.


Tras sus estudios de piano en el Conservatorio de Gante, su ciudad natal, Philippe Herreweghe consagró sus estudios a la medicina y psiquiatría. En sus años universitarios fundó el Collegium Vocale y Harnoncourt y Leonhardt lo invitó a participar en su ya histórica grabación de las cantatas completas de Bach. Con el fin de servir de forma adecuada a un repertorio que abarca desde el Renacimiento a la música contemporánea, creó La Chapelle Royale o la Orchestre des Champs-Elysées con los que ha grabado cerca de 60 discos. Es titular de la Real Orquesta Filarmónica de Flandes.