Image: Granada, despliegue orquestal

Image: Granada, despliegue orquestal

Música

Granada, despliegue orquestal

23 junio, 2005 02:00

Barenboim dirige desde el piano a la Staatskapelle de Berlín. Foto: Georg Anderhub

El Festival de Granada concede en esta edición que comienza el 24 de junio un gran peso a las formaciones sinfónicas de primera calidad. Dos orquestas británicas, la London Symphony y la Philharmonia, y una alemana, la Staatskapelle de Berlín, dirigidas por Saraste, Colin Davis y Barenboim, serán las auténticas protagonistas. A ellas se suma el estreno mundial de los Sonetos del Amor Oscuro de Mauricio Sotelo.

Hacía años que no se reunían en Granada, durante el Festival, tres orquestas de las que podríamos denominar grandes, de entre las más importantes del orbe; las tres, en este caso, europeas. Bien es cierto que habrá quien afirme que dos de ellas, las londinenses Philharmonia y Sinfónica, son superiores, cada una en su estilo, de sonido más cálido y aterciopelado la primera, de espectro más brillante y caleidoscópico la segunda, a la tercera, la Staatskapelle de Berlín, que es la que toca desde hace tiempo en el foso del Teatro de la ópera Estatal berlinesa, el conocido como Unter den Linden. Allí Daniel Barenboim, su titular actual, ha venido trabajando para dotar al conjunto de una perfección que aún no tiene. En todo caso, su tímbrica, de penumbrosos reflejos, propia de las orquestas alemanas del este, su fraseo denso y su empaste, no dejan de ser muy atractivos.

Es sobre estas premisas sonoras sobre las que edifica su arte directorial de sello ultrarromántico y subjetivo, en busca de la estela de los grandes maestros teutones, el super ocupado músico argentino, que ya visitara la muestra el pasado año después de su cierre oficial. En esta ocasión cumplimenta tres programas culminados con la Novena Sinfonía de Beethoven, (cuarteto solista de calidad: Denoke, De Young, Moser y Pape). De interés es la inclusión de la Sinfonía nº 7 de Mahler, la inquietante Canción de la noche. Barenboim ha mostrado en los últimos tiempos una especial atracción por el compositor bohemio, a quien se acerca con propuestas novedosas. Para algunos, sin embargo, serán más apetecibles los preciosos programas de la Sinfónica londinense bajo el mando persuasivo y maduro de Colin Davis, con la obertura Cockaigne y el Concierto para chelo de Elgar (solista: Tim Hugh) y la Sinfonía nº 8 de Dvorák, el primer día, y el ciclo Má Vlast (Mi patria) de Smetana, autor al que Sir Colin parece haberle tomado cariño últimamente. No hay duda de que el luminoso metal y las armoniosas cuerdas de la agrupación a la que tan ligado ha estado durante lustros son idóneos para ejecutar de manera muy refrescante estos pentagramas. También se puede preferir los dos conciertos de Philharmonia, a la que dirige un muy práctico y analítico músico como Jukka-Pekka Saraste, que ofrece dos programas bien estructurados y que podían haber tenido más interés si en vez de las Quinta de Serge Prokofiev y Segunda de Jean Sibelius se hubieran seleccionado otras obras menos frecuentes. Aquélla aparece acompañada de la composición de óscar Esplá Don Quijote velando las armas -muy apropiada para el caso- y de Feria de Magnus Lindberg; la partitura del finlandés viene adosada a Las ofrendas olvidadas de Messiaen y al más bien plúmbeo pero muy difícil Concierto para piano nº 3 de Rachmaninov, con el que apechugará un instrumentista brillante, discípulo de la gran Nikolaieva, el ruso Nicolai Luganski.

Don Quijote protagonista
Pero, además de este potente apartado sinfónico, el Festival ofrece en esta edición otras propuestas resaltables. Por supuesto, no podían faltar las conectadas con el Quijote. El caballero de la triste figura está bien servido en un ciclo que recorre todo el certamen como una espina dorsal y que lleva el nombre de Las mañanas de Don Quijote, que encierra músicas alusivas o directamente bañadas en el mito. Abre el fuego, este sábado, la excelente Akademie för Alte Musik de Berlín dirigida por Attilio Cremonesi con obras de Conti, Telemann y Haendel, todas relacionadas con la novela de Cervantes. El mismo conjunto de época toca al día siguiente partituras de Purcell (extractos de Dido y Eneas y King Arthur). Días más tarde The Sixteen con Harry Christophers, en dos actuaciones, exponen músicas de aquel tiempo de Palestrina, Lassus, Allegri, Byrd y Victoria (Oficio de difuntos). El último día es el turno de Armoniosi Concerti, que incluye obras de Valderrábano, Milán, Pisador, Fuenllana y Guerrero entre otros, autores todos que refuerzan la pintura de época cervantina. La soprano María Espada, una joven con gran porvenir, y el tenor Luis Vilamajó, se unen al conjunto que dirige el especialista Juan Carlos Rivera. El mito está asimismo presente en el capítulo balletístico. En este sentido, hay que festejar que este año se produzca la esperada reinauguración del Teatro del Generalife, que ha sido convenientemente remodelado y que se había cerrado en septiembre de 2003. En esta especial ocasión, el Ballet Nacional, con coreografía y dirección artística de José Antonio, presentará dos obras muy ligadas al Festival y a su historia, El sombrero de tres picos de Falla y Café de Chinitas sobre canciones de Lorca, una y otra con los telones dibujados en su día por Dalí y que ya han tenido oportunidad de exhibirse el año pasado en otros festivales, como el de Peralada. Cabe extender hasta aquí el capítulo quijotesco. Al mito se refiere el espectáculo de la compañía de Rafael Amargo en la producción titulada El sueño de Don Quijote, codirigida por Padrissa, de La Fura dels Baus. La cosa funciona con el curioso título de D.Q…. pasajero en tránsito.

Hay otras cosas muy dignas de ser destacadas. Por ejemplo, el recital de Alfred Brendel, que recrea partituras de Mozart, Schumann y Schubert, en las que sigue siendo uno de los más grandes; por ejemplo, el remozado Cuarteto de Tokio, con obras de Hayashi, Ravel y Brahms; o la mezzo (o soprano, según se mire) lituana Violeta Urmana, que desplegará su caudalosa voz cantando lieder de Wagner, Strauss, Liszt y Rachmaninov; o las sesión a cargo de la Kremerata Baltica del violinista Gidon Kremer, que estrena en España la obra Twilight del georgiano Giya Kanchelli y brinda además composiciones de Bach, Schubert y, tratándose de una propuesta de este instrumentista ruso, el inevitable -pero sustancioso- Schnittke. Se da también espacio al pianista onubense Javier Perianes, que deberá lucirse tocando composiciones de Blasco de Nebra, Debussy, Albéniz y Chopin.

Propuesta imaginativa
De singular importancia es, en un certamen que dedica poco espacio a la creación absoluta, el espectáculo titulado Sonetos del amor oscuro. Cripta sonora para Luigi Nono, del que es autor y director de sonido el compositor madrileño Mauricio Sotelo, una de las mentes más fantasiosas e imaginativas de nuestra música, un creador siempre avizor, que aquí, de nuevo, orienta su mirada hacia el mundo del flamenco. "La obra, como no podía ser de otra forma, es fiel a la idea del suono mobile o suono caminante que caracterizase la última producción de Luigi Nono. No son sólo los sonidos y los intérpretes quienes, como una espectral arquitectura en lentísimo desplazamiento, recorren-crean mapas/territorios imaginarios, sino es el propio espectador el que se mueve en pos de lo desconocido, el que escucha y mira en el interior de un espacio-sonido-imagen". Como desde hace tantos años acontece en la producción de este artista, es la poesía de José ángel Valente la que planea sobre la concepción ideológica y espiritual. Sotelo imparte, en los cursos Manuel de Falla -en paralelo tradicionalmente al Festival-, lecciones magistrales de análisis y creación musical. Este proyecto, que cuenta con la aportación plástica del pintor Sean Scully, posibilitará un nuevo formato instalación musical y visual, que podrá ser visitada en el Hospital Real.


Barroco americano
Es conveniente destacar la presencia de la Orquesta Barroca de Sevilla, sin duda uno de los conjuntos españoles de más sorprendente y rápido desarrollo; aunque en tiempos en los que España cumple ya un papel importante en la interpretación de la música antigua con arreglo a los más modernos criterios musicológicos, no debería extrañarnos un hecho como éste. La agrupación nació en 1995 de la mano del director Barry Sargent, que fue su titular hasta 2000. Luego, diferentes y relevantes especialistas se han puesto a su frente, favoreciendo su evolución: Harry Christophers -presente en este festival-, Eduardo López Banzo, Rinaldo Alessandrini… Todos ellos han laborado para conseguir esa sonoridad y ese fraseo que ya casi dominan los miembros del conjunto, en lo que ha intervenido también Manel Valdivieso y en lo que va a colaborar, desde este verano, la violinista inglesa Huggett, a la que veremos en estos mismos días granadinos lucirse en la recreación de músicas descriptivas tan sugerentes como Battaglia de Biber, La escuela de esgrima (Fechstschule) de Schmelzer y la suite de Las Indias galantes de Rameau, junto a piezas de compositores activos en esas Indias: Salazar, Manel de Sumaya, García de Céspedes (Méjico) y Castellanos Quiroz (Guatemala).