Bernard Haitink
La dirección de orquesta no es para gente joven
5 enero, 2006 01:00Bernard Haitink. Foto: EFE
El Festival de Canarias es el mayor acontecimiento musical del invierno europeo, por el que se pasean las mejores formaciones internacionales. La estrella de esta XXII edición es Bernard Haitink, convertido en una de las leyendas vivas de la dirección de orquesta. Cumplidos los setenta y cinco años, ofrecerá nada menos que tres programas diferentes al frente de la London Symphony. Ante la importancia del evento, El Cultural publica una entrevista con el maestro holandés realizada por el periodista de The Guardian, Martin Kettle, en la que habla sobre las principales formaciones europeas. También conversamos con el violinista Frank Peter Zimmermann, considerado como uno de los mejores de Europa, que abre el festival este fin de semana.
"Soy consciente de mi edad", afirma Haitink, "pero si me sintiera un hombre viejo, no podría hacer nada más, porque la dirección de orquesta necesita mucha fuerza física y mental, y yo guardo la ilusión de que puedo aportar esto a los músicos". Fuera de los líderes del Partido Comunista Chino, no hay ninguna profesión en la que la edad de 75 años sea considerada como joven. Toscanini y Klemperer permanecieron activos durante los ochenta y Stokowski continuó dando conciertos con noventa años.
"Los directores tenemos una gran ventaja", puntualiza Haitink. "No somos instrumentistas ni cantantes. A los 75, es muy duro cantar o tocar. En el primer caso, la voz se debilita y en el segundo, los dedos cogen reúma. Pero la técnica de dirección no es tan sutil porque demanda otras cosas que, aparentemente, se pueden mantener cuando llegas a viejo".
"En realidad, yo creo que la dirección de orquesta no es algo para la gente joven. Yo comencé muy pronto, con una orquesta famosa mundialmente (la Concertgebouw de Amsterdam). A veces cuando paso noches sin dormir, pienso sobre esto -¿cómo es posible que pudiera hacerlo sin ninguna experiencia musical o humana?-. Es un milagro que haya sobrevivido".
Haitink es un director que prácticamente se circunscribe, en la actualidad, a media docena de orquestas que lideran el mundo sinfónico europeo. Entre ellas, la Concertgebouw de Amsterdam, de la que fue director principal hace cuarenta años, las Filarmónicas de Berlín o Viena, la London Symphony, (con la que visita Canarias) y la Staatskapelle de Dresde, de la que ha sido responsable hasta esta temporada.
Jungla orquestal
¿Cómo caracterizaría estas "bestias" en la particular "jungla orquestal"? Haitink comienza con los berlineses. "Amo la manera tan directa como ellos abordan la música. Es muy positiva. Cuando tocan con directores a los que no aman, los ignoran, pero cuando lo hacen con maestros a los que quieren, añaden algo muy positivo".
Y ¿Viena?. "Bueno, nunca sabes con Viena porque tienen tantos músicos que has de esperar a ver quién toca esa noche. La Filarmónica de Viena no tiene un director musical. Interpretan las mismas obras más de una vez por temporada con diferentes directores. Creo que en sus corazones son arrogantes. Dicen: "No pasa nada nos dirija quien nos dirija pues somos la Filarmónica de Viena. Es una actitud peligrosa. Pero son unos músicos extraordinarios". Sobre la Concertgebouw, donde sigue siendo director honorario: "Es totalmente diferente. Es una joven orquesta, como Berlín, y cuando la gente joven llega a un nivel supremo de habilidad técnica es increíble, fascinante"
"La Staatskapelle está en medio. En medio, me refiero, a Berlín y Viena. Le tengo cariño a la orquesta de Dresde. Me siento triste de que llegara a mi vida un poco tarde, porque me hubiera gustado mantener una relación más larga".
¿Y qué pasa con la London Symphony? Realmente es una situación difícil, señala, porque Londres tiene un grupo de músicos que podemos considerar único. Boulez dice que puedes hacer lo que quieras en Londres, porque para cualquier tipo de obra siempre encuentras quien la pueda tocar. La tragedia es la manera como las orquestas deben operar. La vida de conciertos sobrevive de milagro. En general, la vida en Londres, no tengo que comentarlo, es muy difícil y se acerca a lo inhumano. Nunca hay suficiente dinero, lo que genera una presión terrible. Los mánagers de las orquestas necesitan todo el tiempo buscar dinero y no pueden concentrarse en los problemas estrictamente musicales. Aunque los músicos parecen increíbles, es la supervivencia del más fuerte.
"Resulta trágico, además, que Londres no disponga de un auditorio realmente bueno, algo que afecta a las orquestas siempre batallando entre ellas. Pero creo que eso no va a cambiar. La agenda política no está interesada en estas cosas. Uno no puede soñar con milagros".
¿Significa que Haitink con la London Symphony es completamente diferente del Haitink que dirige a la Filarmónica de Berlín? Piensa que no. "Cada director bueno aporta su propio sonido a la orquesta. Es una cuestión de obtener algo especial con tu autoridad. Es difícil pero yo busco el mismo sonido con cada orquesta que trabajo -transparencia, sonido cálido en las orquestas pero no a costa de la transparencia, con los metales bien balanceados- forma parte de mi gramática para la dirección de orquesta". ¿Cómo lo trabaja? "Difícil cuestión. Pero he descubierto que la cosa funciona tras cinco minutos. Es lo único que puedo decir. No tengo recetas. Sé que hay directores que acuden a trucos para mantener la atención de la orquesta, pero a mí no me gustan. La verdad es que en el primer ensayo parece que siempre vas de puntillas".
Directores admirados
Habla también sobre los directores a los que admira. La lista empieza con Carlos Kleiber. Simon Rattle cuenta la historia de cómo Haitink estaba sentado a su lado, en el Covent Garden, muy cerca de Kleiber, durante los ensayos de Otello. Cuando éstos acabaron, Haitink se volvió a Rattle y dijo: "Bien, no sé lo que pensarás tú, pero creo que mis estudios en este arte no han hecho sino comenzar". "Sí, es cierto", afirma el maestro holandés. "No me siento avergonzado de decirlo. Cuando escuchaba a Kleiber, siempre pensaba: Dios mío, cómo conoce las partituras tan bien. Era un fanático. Miraba cada manuscrito y sacaba el máximo de cada nota, cada detalle, cada pregunta". Para el joven Haitink, la figura clave fue Wilhelm Furtwängler. "Recuerdo especialmente en Salzburgo, en 1948", piensa, "cuando escuché Fidelio allí y la Octava de Bruckner... Fui a Fidelio con una expectación tremenda. Temblaba de emoción". Recuerda haber visto "aquel hombre de aspecto extraño llegando al podium". Las trompas, señala Haitink, "dominaban en el impreciso marcaje de Furtwängler. Y pensé, ¿éste es el gran Furtwängler?. "De repente, algo pasó y fue como si se plasmara una increíble electricidad en el auditorio, iba cada vez más y más y así hasta el final... La mañana siguiente, con la Octava de Bruckner, de nuevo tuve una experiencia fantástica. Sorprendentemente, cuando escucho la grabación de la Octava de Bruckner dirigida por él, la odio".
Martin KETTLE