Música

Festival de Peralda

El Teatro Real toma el Castillo

13 julio, 2006 02:00

Luisa Fernanda en el montaje de Sagi. Foto: Javier del Real

El Festival de Peralada celebra este año su XX aniversario otorgando un especial protagonismo a Mozart, presente en casi la totalidad de los espectáculos. William Christie estrena su versión de Idomeneo y, por primera vez, el Teatro Real sale de gira con la reciente Luisa Fernanda de Emilio Sagi. Nombres ilustres como Barenboim con su East-West Divan Orchestra, entre los directores, o Rolando Villazón y Jessye Norman, entre los cantantes, brillan por sí solos. Un lugar especial tendrá Montserrat Caballé, muy vinculada a la cita, con dos conciertos alrededor del salzburgués.

El Festival de Peralada, que desde que nació, hace ahora 20 años, ha querido estar muy en cabeza de la expresión de las nuevas tendencias de la música, del teatro, de los espectáculos más variados, acentuó de manera particular recientemente esa vocación de modernidad, de aggiornamento, aún cuando, como suele ser habitual, muchas veces las propuestas más arriesgadas y novedosas hayan podido dejar un rastro de frustración o de vaciedad. Pero la apuesta ha funcionado en gran medida, llevada con decisión por Luis López de Lamadrid y el hace poco fallecido Luis Polanco, hombre de ideas y de acción; y ello ha marcado una senda original que, a la postre, ha determinado la individualidad, la poderosa seña de identidad del certamen.

Este año hay dos líneas vertebrales. La primera, y en esto no hay especial particularidad, centrada en el 250 aniversario del nacimiento de Mozart. Una de las propuestas más excitantes viene de la mano del famoso músico de jazz Chick Corea, artista de múltiples facetas, tantas como para atreverse con el maravilloso Concierto nº 24 del salzburgués, el segundo en tonalidad menor de la colección. Al lado de esta obra maestra, Corea sitúa su Concierto nº 2 y una selección de obras jazzísticas. Atrae igualmente ese Idomeneo que preparan en exclusiva para la muestra ampurdanesa William Christie y Les Arts Florissants, director de infatigable espíritu aventurero y conjunto sinfónico coral -con instrumentos de época- de raras perfecciones, de una afinación nada común en agrupaciones de ese tipo. Son protagonistas cantantes jóvenes, como Violet Norduyn, intérprete junto a Dombrecht de un compacto Arriaga (ver sección de discos), o Tuva Semmingsen, y un tenor ya algo veterano, Paul Agnew, que no es precisamente la voz que necesita el rey cretense.

Mozart y las Caballé
Las Caballé, madre e hija, se asocian una vez más para rendir homenaje al músico austriaco, a través, primero, de un recital con Manuel Burgueras al piano, y, segundo, de una hermosa sesión sacra, con las Vesperae solemne de confessore K 339, Exsultate Jubilate K 165 y Misa de la Coronación K 317. Con ellas otra serie de solistas -Begoña Alberdi, Alejandro Guerrero, Antonio de Gobbi-, el Coro de Cámara del Palau y la Orquesta de Cadaqués. Con la batuta en la mano, José Collado, director de cierta solvencia al que doña Montserrat ha dado mucha cancha en los últimos lustros. Estos dos conciertos en los que la ex gran diva figura como eje central, titulados respectivamente Una hora con Mozart y Mozart, entre Milán y Salzburgo, se constituyen en los conmemorativos del vigésimo aniversario de la muestra. En esta parcela mozartiana hay que situar asimismo la sesión de la Orquesta Philharmonia de Praga dirigida por Jakub Hrusa, con la violinista Katia Novell y la pianista Laia Masramón.

La segunda línea esencial descansa en el ballet. Es justamente un espectáculo de esta clase el que da asimismo la mano a don Wolfgang Amadeus, en una sesión homenaje protagonizada por el gran ángel Corella, con coreografía de Lyn Taylor Corvett. Como complemento, la conocida suite de El corsario de Petipa-Drigo. Aunque parece más interesante La Revue Nègre (New Orleáns forever), de Jerôme Savary, con dirección musical de Allen Hoist y coreografía de Wanjiro Kamuyu, coproducción con la ópera Nacional de París, estreno absoluto. No hay que echar tampoco en saco roto el estreno en España del espectáculo de Alain Platel y Les Ballets C. De la B., que emplean música de Fabrizio Cassol y el arreglo que éste ha realizado de las Vísperas de Monteverdi. También es digna de ser destacada la propuesta del siempre imaginativo e inquieto Ramón Oller sobre Madama Butterfly de Puccini, que ve su primera luz en este festival. Cuenta con la Companyia Metros. Y, por si fuera poco, los Ballets de Montecarlo dan su visión de La Cenicienta de Prokofiev, de acuerdo con la coreografía de Jean-Christophe Maillot.

El Real de gira
Pasemos ahora de nuevo a lo lírico, ámbito en el que se mueven las representaciones de Luisa Fernanda de Moreno Torroba, en la puesta en escena de Sagi recientemente estrenada en el Real. Los cantantes son prácticamente los mismos -Herrera, Cantarero, Bros, Pierotti, Gallar…-. Faltan el ya muy agostado Domingo, ventajosamente sustituido por Carlos álvarez, un barítono como Dios manda, y María José Montiel. López Cobos gobernará a todos y a los conjuntos coral y sinfónico del Teatro madrileño. En lo sinfónico brillan los conciertos de Muti con la Orquesta Juvenil Cherubini (Verdi, Mozart, Dvorák) y de Barenboim con su West-Eastern Divan Orchestra palestino-israelí (Novena de Beethoven con el Orfeón Donostiarra).

En el capítulo de recitales vocales tenemos el de uno de los divos de hoy, el tenor mejicano Rolando Villazón, al que acompaña la citada orquesta praguense, a las órdenes en este caso, de un experto en estas lides como Marco Armiliato. El cantante, prototipo de lírico, de timbre caluroso y emisión no siempre ortodoxa -recurre con frecuencia a la gola- ofrece arias de Mozart, Verdi, Bizet y Donizetti, autores que en principio parecen situarse en su horizonte de verdaderas posibilidades, que el propio artista traspasa con bastante alegría habitualmente. Se cuenta también con la ya veterana Jessye Norman, una de las más grandes, llenas y sensuales voces de los años sesenta-ochenta, hoy algo de capa caída, que lleva algún tiempo coqueteando con la música de jazz. En este caso, bajo el lema The diva and the duke, que plantea un claro guiño, va a ofrecer músicas de Duke Ellington y de otros autores; con la colaboración de un magnífico cuarteto constituido por Grady Tate (percusión), Ira Coleman (bajo), Mike Lovatt (trompeta) y Mark Markham (piano).

Peralada se ha destacado habitualmente, como decíamos más arriba, por su defensa de lo nuevo y de lo experimental. Así, para esta edición estaba previsto en un principio el estreno de Joc de Mans, una ópera del francotirador que es Alberto García Demestres, hombre que tiene siempre cosas que decir, aunque a veces no nos convenza la manera que tiene de hacerlo. Pero es artista de raza, de múltiples habilidades. El proyecto se quedó descolgado tras la muerte del subdirectore del Festival, Luis Polanco, por lo que habrá que esperar al próximo año para disfrutar de esta obra.

Y dentro de estas vías, con la amplitud con la que se piensa la muestra, tenemos también, por ejemplo, una actuación del Soweto Gospel Choir, que presenta Blessed, con coreografía de Shimmy Jiyane y dirección musical de David Mulovhedzi, y un recital del sensible y algo blandito cantor brasileño Caetano Veloso. En esta apertura hacia géneros normalmente integrados en festivales paralelos, anotamos un espectáculo titulado Escenas del Belén barroco, en el que participan los Gaiteros de Elciego y en el que se tocan sonatas para dos gaitas de Julián Romano Ugarte.

El futuro sin Luis Polanco

Peralada llega a sus dos décadas de existencia con algún interrogante respecto a las futuras líneas artísticas a seguir. La Fundación privada que rige la muestra catalana perdió el pasado 9 de mayo al hasta entonces subdirector del Festival, Luis Polanco, "figura insustituible, con una capacidad inagotable para conseguir nuevos proyectos e involucrar a la gente", en palabras del actual Director de la cita, Luis López Lamadrid. Polanco se volcó para que Peralada se convirtiera en una referencia en el panorama estival español y trabajó para ofrecer propuestas innovadoras y difereciadoras, lo que ayudó a alejarse de ese contenido principalmente lírico que caracterizó las primeras ediciones de Peralada, donde la familia Caballé intervino de manera activa. Lamadrid señalaba a El Cultural que el Festival "va a seguir con tres líneas claras: operística, de conciertos sinfónicos y ballet".