Música

Viena vs. Berlín

Las dos legendarias orquestas compiten en España

22 febrero, 2007 01:00

Las dos formaciones cara a cara: la filarmónica de Viena (arriba) y la de Berlín (abajo)

La casualidad del calendario ha hecho que las dos formaciones filarmónicas más famosas de Europa visiten España. La de Viena recala en el Palau de la Música de Valencia este domingo y los días 26 y 27 en el Auditorio de Madrid con Daniel Barenboim. La de Berlín acude con Sir Simon Rattle al Festival de Canarias, a partir del día 26 con la Segunda de Mahler y el Orfeón Donostiarra.

Las legendarias Filarmónicas de Viena y Berlín nos visitan por estos días. Por eso conviene que echemos una pequeña mirada a sus historias y características. La formación vienesa la fundó en 1842 el compositor y director Otto Nicolai, reuniendo a músicos de la ópera Imperial. Aunque las raíces se sitúan, según los estudiosos, en 1288, año en el que se creó la llamada Hermandad de San Nicolás, que inició una tradición musical que ha llegado hasta hoy. Nicolai estuvo hasta 1848 y, desde entonces, se han sucedido en el podio nombres como los de Carl Eckert, Otto Dessoff, Richter, Gustav Mahler, Joseph Hellmesberger hijo o Felix Weingartner, que dejó la agrupación en 1927.

A partir de ese año, la Filarmónica ha preferido no tener un director titular, sino trabajar con invitados regulares: Wilhelm Furtwängler, Clemens Krauss, Bruno Walter, Karl Bühm, Carl Schuricht, Erich Kleiber, Herbert von Karajan, Istvan Kertesz, Claudio Abbado, Lorin Maazel, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Carlos Kleiber… Hoy, desde su puesto de director de la ópera y siguiendo una costumbre en la que participaron algunos de los citados, Seiji Ozawa ejerce algún ascendiente sobre la orquesta. Fue con Furtwängler, uno de los más significados y originales artistas de la batuta, con quien se comenzó a difundir la legendaria sonoridad de la formación. Aun a través del disco nos apercibimos de la calidez, sedosidad y transparencia de las cuerdas, del terciopelo de las maderas, del colorido áureo de los metales. El equilibrio, la finura, el sabor de una secular tradición, que ha sido forjada a lo largo de los siglos y que tiene la impronta de las rancias escuelas instrumentales vienesas otorgan esa rara personalidad de cristal al sonido. La dinastía de los Hellmesberger, coetáneos y amigos de Beethoven, es una de las que fundamenta, en la familia de las cuerdas, esa calidad tímbrica. Y podemos hablar en los mismos términos de otros grupos de la orquesta, que es, por ello, más bien endogámica. Un círculo cerrado en el que hasta hace muy poco no entraban instrumentistas no austriacos.

Formación espiritual
Estas características de la Filarmónica vienesa, que la definen como una formación muy espiritual y alada, fueron impulsadas y proyectadas hacia alturas propias del Valhalla por un maestro como Furtwängler -también él de una rara espiritualidad-, quien, al mismo tiempo y durante muchos años, ocupó el podio titular de la Filarmónica de Berlín, tanto antes como después de la segunda guerra mundial. Durante su proceso por colaboracionismo con el régimen nazi, Leo Borchard y Sergiu Celibidache -que desarrolló los principios fenomenológicos intuitivamente esbozados por Furtwängler-, contribuyeron a mantener las propiedades del conjunto, trabajadas a partir de su creación, en 1882, por Franz Wöllner, Karl Klindworth, Hans von Bölow, Richard Strauss o Artur Nikisch, precedentes titulares. Tras Karajan, que proyectó comercialmente a la orquesta hasta alturas siderales, Abbado y ahora Simon Rattle han sido los responsables artísticos.

Todos ellos han coadyuvado a forjar esa solidez, esa firmeza y densidad, esa compactibilidad, esa musculatura legendarias del conjunto, de espectro sonoro más oscuro, más pétreo, más sensual, más robusto que el de su colega vienesa. No había en Berlín una tradición, una severidad heredada, sino una variedad de estilos y de procedencias, una multiplicidad de tendencias que produjeron una curiosa síntesis de contrarios, lo quizá explique esa monumental tensión, esa vibración telúrica de los fortísimos y esos demoledores acordes. No se ha desarrollado en su seno, por ejemplo, una escuela concreta de violín, lo que podía haber sucedido perfectamente a la sombra de la influencia y ascendiente de Joseph Joachim. En cualquier caso la incorporación de maderas francesas ha sido muy beneficiosa.

Ambas formaciones han visitado la Península con cierta frecuencia desde primeros del siglo XX. La formación vienesa llega a Valencia y Madrid, esta vez con Daniel Barenboim al frente, lo que no es habitual, para tocar dos programas con música muy ad hoc: Cuarta de Schumann, fragmentos orquestales de Wagner, Quinta de Schubert y Séptima de Bruckner. Por su parte, la agrupación berlinesa se traslada en bloque al Festival de Canarias con un repertorio más variado: la Séptima de Dvorák, Trevot de Adés (estreno en España), la Sinfonietta de Janácek y la Segunda de Mahler, con el Orfeón Donostiarra. Será los días 26 y 27 en Las Palmas y 1 y 2 de marzo en Santa Cruz de Tenerife.