Alemania. ¿Aún manda en los atriles?
La composición alemana vuelve a la actualidad con los estrenos de obras de Henze, Lachenmann y Rihm
1 marzo, 2007 01:00Ensayo de Boulevard Solitude, de Hans Werner Henze, en el Liceu de Barcelona
La ópera Boulevard Solitude de Hans Werner Henze llega el sábado al Liceo de Barcelona. Su estreno coincide con la visita del Trío Accanto al Auditorio Reina Sofía de Madrid, con Sakura de Helmut Lachenmann y Gegenstöck de Wolfgang Rihm. Con este motivo El Cultural analiza la auténtica realidad de la creación alemana contemporánea.
Los grandes santones alemanes de la música contemporánea son estrellas de primera magnitud. Tanto Hans Werner Henze (1926), el decano de estos brahmanes, como Karlheinz Stockhausen (1928) y Helmut Lachenmann (1935), o incluso el "joven" Wolfgang Rihm (1952), son nombres indiscutibles y alguno de ellos brilla a la altura de sus ancestros decimonónicos. Lo que no está tan claro es que haya nuevas generaciones que vengan empujando. Hay algunos nombres en candelero, pero una mirada a la joven escuela alemana deja una sensación crepuscular, como de fin de ciclo. No es que veamos un desierto pero, desde luego, ya no se puede hablar de vergel.
O sí, siempre y cuando no hablemos de "la música alemana" sino de "la música en Alemania", la música que hacen allí compositores venidos de fuera. En eso, Alemania es imbatible. Es un verdadero oasis, donde la música se enseña, se crea, se promueve, se interpreta y se disfruta más y mejor que en ningún otro país. Lo era ya hace doscientos años y lo sigue siendo ahora. A ese panal acuden como moscas compositores del mundo entero, y de esa emigración, como suele pasar, se benefician todos: acogidos y acogedores. En Berlín, por ejemplo, la concentración de recursos musicales no encuentra parangón: nueve orquestas dignas de tal nombre, incluida la Filarmónica, la "orquesta" por antonomasia, tres óperas, cuatro o cinco grupos de contemporánea de primer nivel... El talento acude de todas partes.
Es verdad que se podría decir algo parecido de París, por ejemplo, que atrae un flujo inacabable de artistas. Pero en este terreno, y en muchos otros, Francia se acaba en París. No encontraremos compositores extranjeros residentes en Lyon, ni en Burdeos. Lo extraordinario de Alemania es que el edén no está sólo en Berlín sino en todas las ciudades.
Laboratorio electrónico
Tomemos Friburgo, en Baden-Wörttemberg, una ciudad de apenas 200.000 almas. Allí está el Estudio Experimental de la Fundación Heinrich Strobel, un importante laboratorio de música electrónica. En estos momentos, hay seis compositores trabajando en él, pero sólo dos de ellos son alemanes. Hay un italiano, un israelí, un estadounidense y un español, José María Sánchez Verdú, que está preparando allí la parte electrónica de su ópera El viaje a Simorgh, que el Teatro Real de Madrid estrena en mayo. Proporción de talento extranjero sobre el local: cuatro de seis. En los últimos años, han estado residiendo en Friburgo algunos de los compositores más destacados del panorama mundial: Brian Ferneyhough, Gérard Grisey, Kaija Saariaho, Emmanuel Nunes, Toshio Hosakawa.br />
Historias parecidas pueden contarse de otras ciudades alemanas, como Colonia, Stuttgart, Hamburgo o Múnich, que no solo reciben visitas temporales de compositores, sino que se han convertido en la residencia definitiva de muchos de ellos. Hasta su muerte, hace unos meses, el gran Gyürgy Ligeti vivía en Hamburgo, donde también está instalada Sofía Gubaidulina. El suizo Klaus Huber vive en Bremen. El húngaro Gyürgy Kurtag pasó largas temporadas en Berlín, donde vivió también, hasta su muerte, el norcoreano Ysan Yung. Allí compone su devota música desde hace décadas el estoniano Arvo Pärt y hasta el mismísimo Pierre Boulez tiene casa en Alemania, en Baden-Baden.
El atractivo de Alemania para un compositor es enorme. En cada Land existe una radio pública dedicada las 24 horas del día a la música clásica, como nuestra Radio Clásica de RNE. Cada una de estas emisoras tiene su propia orquesta sinfónica y su propio coro que prestan especial atención a la música nueva y realiza regularmente encargos a compositores. Más importante aún: en Alemania están algunos de los más activos conjuntos especializados en música actual. El Ensemble Modern de Frankfurt, el Recherche Ensemble de Friburgo, Musikfabrik de Colonia, los Neue Vocal Solisten de Stuttgart, el Trío Accanto, también de Stuttgart que ahora nos visita, y muchos otros que se alimentan de nuevas partituras.
En busca de maestros
Igualmente abundantes son los festivales de música contemporánea. Además de casi todas las importantes, ciudades pequeñas como Darmstadt, Witten o Donaueschingen convocan festivales de mucha trascendencia. Este último tiene programado para 2008 el estreno de un encargo a Fabián Panisello, que será dirigido por Pierre Boulez. Creo que será la primera vez que Boulez estrena música de un español.
Muchos jóvenes compositores van a Alemania en busca de maestros, porque la red de Escuelas Superiores de Música acoge a grandes profesores de composición. Rihm enseña en la de Karlsruhe, Lachenmann lo hizo hasta hace muy poco en la de Stuttgart, Hans Zender, de quien pronto oiremos en Madrid un Winterreise, está en la de Frankfurt, Mathias Spahlinger en la de Friburgo, Walter Zimmerman en la de Berlín y, no lo olvidemos, el algecireño Sánchez Verdú en la de Dösseldorf.
Es obvio que la infraestructura musical de Alemania es riquísima y que la seriedad con que allí se tratan los asuntos musicales, incluida la música contemporánea, es admirable. Ahora les están llegando las vacas flacas y la financiación de orquestas, óperas y conjuntos estables encuentra dificultades, pero el tejido musical sigue siendo muy tupido.
Pero ¿cuál es el balance de toda esa riqueza de medios? A los que le parezca escaso hay que preguntarles, ¿comparado con qué?, porque medir la Alemania de hoy con la de Brahms es trampa: las comparaciones han de hacerse con la Francia, la Italia o la Suecia de hoy. Entre los nombres, muchos de ellos extranjeros, que más suenan ahora en Alemania están Isabel Mundry (1963) y el suizo-nigeriano Hanspeter Kyburz (1960), de la órbita de Zender; el italiano Pier Luigi Billone (1960) y el francés Marc André (1964), de la de Lachenmann; Manfred Stahnke (1951) en la de Ligeti y Klaus-Steffen Mahnkopf en la línea de nueva complejidad a lo Ferneyhough. También continúan sonando Manfred Trojahn (1949) y Nicolaus A. Huber (1939) que no se debe confundir con el Huber suizo.
Algunos compositores españoles han arraigado en la cultura alemana. Desde hace tiempo y con frecuencia está presente allí la música de Cristóbal Halffter. Tiene cada vez más presencia el citado Verdú y también es conocido Mauricio Sotelo. Manuel Hidalgo, alumno de Lachenmann, lleva décadas instalado en Stuttgart, lo mismo que José Luis de Delás en Colonia.
¿Es mucho o poco lo que da Alemania? ¿Edén o desierto? El tiempo lo dirá. Pero quien esté mejor que ellos que tire la primera piedra.