Música

Jesús Reina

“Hay mucho listillo que abusa de la ignorancia del público”

24 mayo, 2007 02:00

Jesús Reina. Foto: Antonio Pastor

Desde hace sesenta años, la música de cuerda española ha estado huérfana de estrellas. Ahora, en un terreno casi yermo asoma un nombre, Jesús Reina. Con apenas 20 años, este malagueño, bendecido por figuras como Menuhin y Zukerman, actúa la próxima semana en el Auditori de
Barcelona, donde tocará el Concierto de Chaikovski. Con este motivo, ha hablado con El Cultural.

Aunque en un terreno tan proceloso como el que rodea a los instrumentistas de cuerda españoles siempre cabe el peligro de un entusiasmo precipitado, todos los focos se dirigen en este momento hacia un malagueño de 21 años, llamado Jesús Reina, avalado por nombres del peso de Yehudi Menuhin, José Luis García Asensio y Pinchas Zukerman.

Su presencia en la vida filarmónica española todavía ha sido escasa, destacando sólo algunas apariciones en su ciudad natal. De hecho, su presentación con la Orquesta de Barcelona, dirigida por Eiji Oue, la próxima semana en el Auditori de la Ciudad Condal tiene tintes de acontecimiento. Sobre todo, teniendo en cuenta que interpretará el Concierto de Chaikovski, una obra a la que muy pocos intérpretes españoles se han atrevido a "meterle mano".

Reina, sin embargo, ya cuenta con una espléndida tarjeta de visita: su grabación, realizada con sólo dieciocho años, de la obra completa para violín y orquesta de Jesús de Monasterio (1836-1903), uno de los padres de la escuela española. Además de ayudar con ella a recuperar a un compositor de mérito, se revelaba un sonido con acusada personalidad y una técnica capaz de superar las temibles exigencias de estas partituras. La espontaneidad del intérprete es desbordante, quizá lo mismo que la frescura de su sonido, quizá como resultado de haber forjado el oído durante sus inicios con el folclore.

"Los discos de Monasterio fueron una experiencia increíble", comenta Reina con seguridad. "Dentro de lo que podríamos llamar el violín más virtuosístico, se aprecia un modo de expresión nacional. Por ejemplo, la Gran Fantasía Nacional empieza con una malagueña y acaba con una variación de la marcha real. Para mí, implica un lazo especial, ya que mi primera experiencia fue con el folclore de Málaga", continúa. "Era como regresar a mis raíces. El trabajo con el director Juan de Udaeta fue muy bueno. Una experiencia excepcional", puntualiza.

Quien fuera considerado como un niño prodigio, no surgió de una familia de músicos. "Bueno, mi abuelo tocaba verdiales y, tal vez por eso, me vi abocado al violín. Posteriormente, inicié mis estudios académicos con Vincenzo Puma. Pero mis primeras experiencias fueron de oído. Empecé con cuatro años y, claro, en la música folclórica, los aspectos técnicos al modo académico no se trabajan. De hecho, comencé con un violín tres cuartos (del tamaño normal) y casi no podía con él. Siempre he sentido esa necesidad de buscar el sonido... Es algo que siento dentro y está ahí", comenta.

Expresión adecuada. Para Jesús Reina, encontrar el sonido implica "hallar la expresión adecuada a lo que tú sientes. Eso sí, siempre que se toque de corazón porque, de lo contrario, es una falta de honestidad". La verdad es que sorprende cómo un joven de veintiún años se manifiesta con tanta profundidad. Tal vez ha tenido un crecimiento más rápido al estar en contacto con personalidades como Yehudi Menuhin, que lo acogió en su escuela de Londres. "Cuando lo conocí estaba todavía bastante bien. Me cogió cariño porque él había sido compañero de mi profesor. Era muy interesante. Siempre estaba experimentando, buscando nuevos colores sonoros. Era un hombre muy especial que tenía un concepto muy particular de la música, quizá por eso estaba tan obsesionado con el yoga".

La inteligencia del músico facilita obtener el máximo de resultados hasta de las fatalidades. "Por forzar los brazos con peso, tuve una tendinitis que me impidió ensayar. Aunque me perjudicó como violinista, me ayudó como músico, ya que he estudiado las partituras sólo con la vista, algo muy aconsejable".

El encuentro en Londres con García Asensio le abrió las puertas de la Escuela Reina Sofía de Madrid. ¿De Menuhin a García Asensio? "Había dado clases con él en Inglaterra. Cuando me propuso venir, me hizo feliz, por estar cerca de mi familia.... y comer la comida de aquí".

En España, "hace falta un cambio de mentalidad y de eso que dicen los americanos: aproach; creer en lo que se hace. Por qué doy un concierto, por qué dedico seis horas diarias a trabajar con un instrumento. Para qué dar vida a los grandes del pasado... Yo creo haber encontrado la respuesta: por amor al arte, frente a la búsqueda, a toda costa, de la fama, como vemos en la televisión".

En decadencia. Ese proceso decadente parará. "Soy optimista. La gente se va a dar cuenta de lo que vale de verdad la pena". En todo caso, no niega que exista una tendencia peligrosa incluso en el campo más serio. "Los intérpretes de hoy no tienen la formación de hace un siglo. En aquella época, los músicos disponían de una base más amplia. Yo creo que, como Sarasate o Monasterio en el XIX, todo intérprete debería escribir música, hacer un análisis profundo y comprender todo tipo de arte".

¿Abierto a la música contemporánea? "Siempre que me aporte algo. Pero hay tantas obras de baja calidad, tantos listillos que incluso abusan de la ignorancia del público...", comenta con sorna. En la actualidad, está trabajando con Zukerman en Nueva York, uno de los grandes popes. "él me ha ayudado a encontrar el sonido y la técnica para lo que tengo dentro salga". Admira a su maestro por encima de todo. "No hay comparación. El sonido de Zukerman es tan personal, tan puro como la naturaleza". Precisamente, eso es lo que cree que falta en la actualidad. "Resulta muy difícil reconocer a través de un sonido quién está detrás, ya que sólo se busca la perfección, no fallar una nota. Oigo a cincuenta intérpretes y no se puede decir quién es mejor". Lo mismo pasa con las orquestas. "Cada interpretación ahora es un compromiso. Algo de lo que dice el solista, el director y la orquesta. Es más democrático, pero yo prefiero el estilo de Toscanini: batutazo, pero con una personalidad única".

Preguntado por si él apostaría por una experiencia como la de Joshua Bell, responde entre risas: "¡Si fuera en el metro de Washington, sí, pero en la calle Larios de Málaga, no me atrevería!", ríe de nuevo.

El milagro de la cuerda

Muchos han sido los déficits de la vida musical española posterior a la década de los 40, pero, sin duda, la cuerda se ha llevado la palma. Sin ser un absoluto desierto, la segunda mitad del siglo XX no ha proporcionado nombres que hayan heredado el testigo de los Sarasate, Monasterio, Arbós, Manén, Fernández Bordas o Quiroga, por citar sólo a los más destacados. Y si España ha dado, después de la conflagración bélica, líderes en el piano, la guitarra, la voz y el arpa, frente al arco de los Menuhin, Oistraj, Zukerman o Milstein, palidecen casi todos, a pesar de carreras como las de Félix Ayo, León Ara o José Luis García Asensio, auténticos quijotes entre páramos de incomprensión. En todo caso, soplan nuevos vientos y parece que todo está en crecimiento. Ahí está la concertino del Cuarteto Casals, Verónica Martínez Mehner, la cada vez más presente Leticia Muñoz y esa promesa de apenas once años Carla Marrero.