Image: Antón García Abril

Image: Antón García Abril

Música

Antón García Abril

“No soporto el ruido. Me duele. Me marcho”

27 marzo, 2008 01:00

Foto: Sergio Enríquez.

Técnica, rigor, ciencia e intuición. Esta es la fórmula creativa de Antón García Abril. A punto de cumplir los 75 años, la Orquesta de RTVE le ofrece esta tarde un concierto homenaje en el Teatro Monumental de Madrid en el que intervendrán la soprano Ana María Sánchez y el director José Miguel Rodilla. El compositor ha hablado con El Cultural.

Por dentro y por fuera, vive lejos del mundanal ruido, como aconsejaba Fray Luis. El armazón de su casa, en las afueras de Madrid, le protege del ruido de la vida y el armazón de su credo estético, tercamente bellista, le aísla del caos espiritual, y le permite vivir de espaldas a los ruidos del arte. De su arte, que es la música, con la que García Abril lleva viviendo desde niño una historia de amor desmesurado.

-Alhambra, Valldemosa, El Jardín secreto: las tres obras del concierto de hoy llevan título de lugar. Son sitios agradables, jardines que usted hace sonar.
-Efectivamente. Las canciones de Valldemosa surgieron de uno de los encargos más bonitos que he recibido en mi vida. Tuve la suerte de que grandísimos poetas, como Gerardo Diego, Dionisio Ridruejo, Salvador Espriu, José Hierro, Antonio Gala, escribieran para mí en homenaje a Chopin. Se estrenaron hace ya veinte años, pero me las solicitan continuamente. Ana María Sánchez las hizo ya en Alicante y las va a hacer también Ainhoa Arteta. Ahora es el estreno de la versión con orquesta.

- El jardín secreto, o sea la poesía.
-Estas Canciones las escribí para un homenaje que hicimos los músicos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a su director, Ramón González de Amezúa, en su ochenta cumpleaños. Los compositores escribimos una obra y los intérpretes la llevan a cabo. Mis canciones las estrenó, como académica que es, Teresa Berganza, conmigo acompañándola al piano. Pero las dos últimas se quedaron sin interpretar. Además de esas melodías nuevas, lo que veremos hoy será el estreno de la versión orquestal.

-¿Las obras le nacen en el piano y luego usted las orquesta, o nacen para la orquesta y luego usted las reduce al piano?
-Yo, en mi humildad, confieso que no sé componer si no tengo al lado el piano. Mejor dicho, sí se componer, ¡pero no respondo del resultado! Pero, aunque nazcan en el piano, a veces tienen ya desde el principio un pensamiento general de orquesta. En realidad, son ambivalentes: funcionan bien en piano y en la orquesta.

España y Alemania
-Nos falta un tercer lugar para completar su concierto de hoy: Alhambra
-Esta obra nació por encargo de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín en el 75 aniversario de su creación. Quise buscar alguna forma de unión entre España y Alemania y la encontré a través de Carlos V y su palacio de la Alhambra. Rafael Fröhbeck de Burgos estrenó la obra en Berlín y luego la hizo en otros lugares de Alemania, pero yo no quedé satisfecho. No por la versión de Rafael y de la orquesta, que fue magnífica, sino por mi trabajo como compositor. Había muchas cosas que que depurar y limpiar.

-¿Es usted de esos artistas "maniáticos de la limpieza"?
-Cada vez más. Hay cosas que son necesarias y otras que son inútiles y cuando las inútiles estropean el discurso, me quedo muy preocupado. Después de aquel estreno, a mi vuelta a España, vi dónde estaban los problemas y acometí una revisión total de la obra, que es la que se estrena hoy.

-¿Es más breve?
-Un poco, pero las cosas no iban por el lado de la extensión, sino por mi idea de la pureza de la música. La estética en que yo me muevo y mi forma de sentir y pensar la música me lleva a depurar ciertos procesos y choques que perturban la expresión. Además, siempre estoy preocupado con el asunto de la forma. El problema de mucha música es que el contenido no da para tanto desarrollo y llega un momento en que la obra, en la práctica, se ha terminado y todo lo que viene después no hace sino perjudicar lo anterior.

-Esto de depurar y limpiar es propio de gran maestro. Aunque se enseñe en primero de composición, el hecho es que los buenos siguen pensando en esto hasta el final.
-Tanto que, en mi opinión, un compositor no es tal hasta que se decide a "quitar". Mientras lo que le preocupe sea "poner", todavía no ha llegado a ser compositor en el sentido que yo le doy a la palabra. Se compone mejor con la goma de borrar que con el lápiz.

-¿Qué va por delante, la técnica o la emoción?
-La creación tiene que ser una simbiosis perfecta de técnica, rigor, ciencia y, vamos a decirlo entre comillas, "inspiración", o mejor, intuición. Si ese equilibrio no se logra, si la técnica predomina de tal manera que anula la idea musical, o viceversa, la obra no puede salir bien. ¿Hay "inspiración" en Alhambra? No lo sé. Lo que sí hay son intuiciones, sentimientos, determinadas poéticas y conceptos sobre lo que he creído que es, o que fue, la Alhambra.

- ¿Y en las Canciones del jardín secreto?
-Ahí sí he procurado crear un misterio de un pasado poético que quiero hacer presente. Efectivamente, en muchos melismas, muchos procesos y formas de expresión he querido acercarme a la poesía arábigo-andaluza. Hay una especie de geografía histórica inventada a través de giros, melismas, procesos tímbricos. Al menos esa ha sido mi intención. Luego, de todo lo que un compositor piensa, el público no puede recibir más que una parte, naturalmente.

-¿Y el resto?
-El misterio de la música es el del ser humano. Cuando alguien escucha una obra, la interpreta a través de su propia sensibilidad, la vuelve a crear y aparecen misterios nuevos.

-Es usted muy aficionado al género "canción".
-Sí. He escrito muchísimas canciones. Es una forma musical que me atrae muchísimo. Me parece la condensación de lo grande.

Interés por la "arritmia"
-¿Qué tipo de textos le resultan más propicios?
- Algunos piensan que para hacer una buena canción el texto tiene que ser rimado. Yo no lo pienso así. Me interesa precisamente la "arritmia" que pueda producir un texto que no es rimado.

-En este concierto se conmemora el año de su 75 aniversario. ¿Recuerda sus principios? ¿Que apareció antes en usted, la música en general o la composición?
-Deje, primero, que le de mi agradecimiento por este homenaje a la Orquesta de RTVE y al maestro José Miguel Rodilla, que es un excelente director, como comprobarán los que vengan al concierto. En cuanto a mi vocación musical y compositiva, yo creo que llegaron a la vez, porque cuando casi no sabía música escribí un Canto a la madre que lo escucho hoy y me quedo pasmado, por sus procesos de puntos culminantes y sus modulaciones. Empecé en Teruel, de niño, en la banda, rodeado de aquellos instrumentos de viento, maravillosos, que me venían de un lado y de otro en contrapuntos y melodías que me fascinaban.

-No es usted de los que tachan su pasado en cuanto pueden.
-Todo lo contrario. Cuando escucho mis primeras obras, las Canciones infantiles, la Sonatina, el Concierto para instrumentos de arco, que son casi de niñez porque era una juventud muy temprana, son obras que podría firmar casi exactamente ahora mismo. Son obras que están vivas, que siguen interpretándose.

-últimamente, su concepción de la música parece ganar terreno frente a lo que usted llama "música-máquina". ¿Eso le hace sonreír?
-Me hace feliz, porque el éxito de un colega nos salpica a todos y su fracaso también. Yo quiero el éxito para los demás, porque me favorece. Casi todos los compositores grandes, en general, han sido un poco retrógrados. Salvando unos pocos, dos o tres, que inventaron algo, los demás van atrás y adelante en el tiempo. Ricardo Strauss, por ejemplo, tiene obras que están completamente fuera de su tiempo, junto a otras que son pura vanguardia. O fijémonos en Stravinski, que es un gran clásico. Avanza siempre, porque le da un sentido distinto al acorde, pero su acorde es el que es: de do, de fa, de sol.

-Se nombra siempre a Bach, como ejemplo de genio que no inventa nada.
-Sus hijos le regañaban: "Padre, por qué no hace usted melodía acompañada, que es lo de ahora".

Una obra única
-...Pero el Bach por excelencia fue siempre Johann Sebastian.
-Bueno, creo que no hay que estar preocupados por hacer eso que nunca nadie ha hecho. Lo nunca hecho es la próxima obra. Mi Cantico della Pietá no lo ha hecho nadie. Será mejor o peor, gustará a unos más y a otros menos, pero es única.

- Lleva ya unos años jubilado del Conservatorio de Madrid. ¿Añora las clases de composición?
- Más que al Conservatorio, echo en falta a los alumnos. Sobre todo a los muy queridos.

- Usted que la conoce bien: ¿cuál es la situación de la composición en España? ¿Es tan buena como dicen?
-Nunca ha estado mejor. Hay jóvenes compositores con una técnica y un conocimiento extraordinarios. Se les ve que intentan crear emociones, crear comunicación y no se limitan a especular con el ruido.

- Su estética, en una frase:
-La experimentación va por un lado y el arte, por otro; confundirlos es un error.

-¿Y en qué se distingue la música de la no música?
-Yo creo en la música/expresión. En la música como lenguaje de comunicación artística e intelectual entre los seres humanos. No creo en el ruido ni en la violencia.

- Algunos encuentran en el ruido un mundo sonoro fascinante.
-Eso está muy bien como experimentación. Yo mismo he hecho mucho en favor de la música electroacústica, por ejemplo. Cuando se incorpora bien y tiene belleza, la electroacústica puede llegar a ser un mundo deslumbrante. Pero cuando es solo ruido, entonces no lo soporto. Me duele. Me marcho.

-Tiene las ideas muy claras.
-Ese es mi punto de vista. No quiero pontificar. Solo hablo de mí y del derecho que tengo, como todo artista, a hablar de mis propios postulados. Hubo un momento en que no te dejaban. Ahora, afortunadamente, te dejan.

-¿La libertad va dejando terreno?
-El arte debe ser libre. Guste o no.

Un maestro de nuevos compositores

Antón García Abril (Teruel, 1933) es el más joven de la generación llamada del 51, donde se agrupan Luis de Pablo, Cristóbal Halffter, Carmelo Bernaola y Ramón Barce. Fue la generación encargada de abrir al mundo la música española y, más importante aún, fue la primera en buscar nuevos caminos más allá de la influencia de Manuel de Falla. Se ha distinguido en la defensa de una música "humana", no mecánica, que huye del ruido y de la fealdad. Su ópera Divinas palabras abrió la nueva etapa del Teatro Real de Madrid. Es un prolífico autor de música de cine y televisión y ha sido maestro de varias generaciones de nuevos compositores.