Image: Todas las caras de Maazel

Image: Todas las caras de Maazel

Música

Todas las caras de Maazel

Mahler, Strauss y Verdi en el Palau de Valencia

27 marzo, 2008 01:00

R. Newald.

Pocas batutas tan idóneas para otorgar toda la teatralidad precisa y para ahondar en los meandros líricos del Réquiem de Verdi como la de Lorin Maazel, a quien a estas alturas es inútil presentar. El director norteamericano hace ya tiempo que traspasó la setentena, pero sigue en plena forma física, aunque una leve indisposición le hiciera aplazar hasta este sábado el concierto que debería haberse realizado el día 14 de este mes. Tendremos así a Maazel por partida doble este fin de semana: en el concierto aplazado se alternan los nombres de Mahler y de Strauss. Del primero, la Sinfonía nº 4; del segundo, los Cuatro últimos lieder y la Suite de El caballero de la rosa, una música de la que la batuta extrae auténticos brillos y en la que se muestra singularmente elocuente. La voz de Ofelia Sala sirve los ingenuos lieder que ilustran la beatífica, e irónica, visión del Cielo en la obra mahleriana y entona, quizá con una cierta falta de robustez, dado el radiante lirismo de su timbre, los que constituyen la extraordinaria despedida del mundo del músico bávaro.

Para el monumental fresco verdiano, de reflejos tan decididamente operísticos, y que se toca y canta mañana y el día 30, se cuenta con un joven equipo de solistas. La soprano Micaela Carosi, voz bien timbrada, recientemente premiada por sus interpretaciones de Aida y Madama Butterfly, viene precedida de bastante fama. La mezzo rusa Elena Maximova, de buena pasta vocal, está haciendo en paralelo una triunfal carrera como modelo, para lo que no le faltan virtudes, desde luego.

Pasión e intelecto. El tenor, en origen muy lírico, Vittorio Grigolo, empieza a estar de moda y a meterse en partes de mayor enjundia dramática. La voz es timbrada y de bello color. Poco hay que decir a estas alturas del bajo René Pape, buen servidor sobre todo de los más elevados personajes wagnerianos, y su actuación como Marke en Madrid es un buen ejemplo. Pero su timbre, de bajo-cantante, su emisión, de excelente proyección, y su sonoridad se han de plegar perfectamente, dicción aparte, a las características de la partitura. A la que Maazel concederá, imaginamos, una agradable mezcla de pasión e intelecto; lo que ayudará a desentrañar sus fogosos contrapuntos y a delinear su trascendido lirismo.