Image: La babel musical de Josep Vicent

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Música

La babel musical de Josep Vicent

Arranca su gira asiática con la Orquesta Mundial de Juventudes

4 diciembre, 2009 01:00

Siga el videoblog de la gira de Vicent en ww.josepvicent.com

El director valenciano se consolida al frente de la Orquesta Mundial de Juventudes en la gira por China que arranca el domingo con una residencia de 15 días en Pekín. Exportarán a lo largo de 17 conciertos un modelo estable de formación multicultural que ha servido de escuela itinerante a medio millar jóvenes músicos procedentes de 55 países.

El cuentakilómetros de la Orquesta Mundial de Juventudes marcaba hace cuatro años 380.000, curiosamente la misma distancia que separa la Tierra de la Luna. Desde que en 2005 Josep Vicent (Altea, 1970) asumiera la titularidad artística y musical, esta formación de jóvenes de entre 18 y 28 años se ha dejado ver en auditorios de España, China, Holanda, Austria, Chipre, Alemania y Canadá. Camino ya de Marte, han recorrido juntos algo más de 82.000 kilómetros. El equivalente a doce vueltas al mundo por la línea del Ecuador. Y aún quedan por contar los 35.000 que estiman les llevará su nueva gira por China, que arranca este domingo y con la que, a lo largo de cinco semanas y 17 conciertos, visitarán algunos de los templos más prestigiosos del gigante asiático, incluido el flamante National Centre for the Performing Arts de Pekín. "No le puedo estar más agradecido a este proyecto", explica a El Cultural el director valenciano. "Cualquiera que conozca un poco este mundillo sabe que la juventud y la variedad de culturas, influencias e ideas contenidas en este concepto global son un lujo al alcance de muy pocos". Una torre de Babel por la que ha visto pasar a 420 músicos de 55 nacionalidades. Toda una oda a la convivencia de la que, a modo de Naciones Unidas musicales, se han sabido aprovechar no pocas cumbres internacionales. El homenaje chipriota a los refugiados libaneses o el 60 aniversario de la paz entre China y Japón han sido algunas de las hazañas diplomáticas de Vicent, al que ya han distinguido como Embajador Cultural por la Paz. "Hace algunos años que vengo colaborando con formaciones de gran calidad y nivel. La intensidad de las emociones y experiencias que se me permite vivir con ellas no tiene precio".

Mejor disco de 2009
No en vano, Live emotions es el título elegido para su disco-homenaje al fundador de este proyecto solidario -el compositor ucraniano Igor Markevitch- y donde The World Ochestra of Jeunesses Musicales aborda una Consagración de la primavera que le ha valido ya el Premio UFI al mejor disco de música clásica de 2009. "Hay determinadas partituras con las que me siento capaz de decir algo con suficiente relevancia. Stravinsky es un autor que me ha servido como espejo a lo largo de toda mi carrera . Volver a su Consagración no me sirve sino para crecer aún más. Es una obra colosal, llena de hallazgos, con la que se abrió una puerta en la historia". Se refiere al solo de fagot con el que abre y en el que muchos han visto el comienzo del siglo XX musical y el advenimiento repentino, y casi violento, de nuevas posibilidades sonoras.

Como Simon Rattle o Riccardo Chailly, Vicent tiene formación percusionista. Así se ganó la vida durante seis años en la Royal Concertgebouw de ámsterdam, probablemente la mejor fábrica de sonidos del mundo. A pesar de dedicarse a la dirección desde hace una década, no reniega del gremio cuando se trata de reivindicar el ritmo y la melodía frente al desarrollismo armónico. "Equiparar estos recursos amplía nuestra paleta de recursos. Más si cabe en estos tiempos, en los que la percusión ha recibido tal impulso de la mano de los compositores que ha ocupado un lugar protagonista dentro del panorama contemporáneo". Para Vicent, no es casual la última oleada de directores-percusionistas. "Lo mismo ocurrió con las cuerdas, con el piano en el XIX y antes con las voces. El concepto de percusionista ha cambiado mucho. Hoy quien se quiere dedicar a esto no estudia menos de 300 instrumentos".

Para entender su salto de las baquetas a la batuta hay que apuntar al cielo con el telescopio. "Se me alinearon los planetas. Varias veces. No hay otra manera de entender mi llegada a la dirección. Además del esfuerzo y el trabajo diarios, que los hubo, se tuvieron que producir muchas casualidades. Determinadas señales que me fueron acercando, casi misteriosa- mente, a ámsterdam. Discos, profesores y amigos que apuntaban en esa dirección". Ya off the record, nos confiesa que en el elepé Go-between del grupo King Crimson con los solistas de la Concertgebouw estaba escrito su oráculo. Sólo había que escucharlo del revés.

Fenomenología musical
Extrovertido, tenaz y "fanático de la perfección", se ha dicho de sus aproximaciones a Poulenc -en Las mamelles de Tirésidas del Teatro Arriaga de Bilbao, junto a Emilio Sagi- o a Rossini, Britten y Prokofiev -en su debut frente a la Orquesta Nacional el pasado mes de septiembre- que irradian energía como para encender un estadio. "Creo en la fenomenología del sonido de la que hablaba Celibidache. Para mí, la primera nota que se emite en un concierto, la respiración del público, la intuición y el momentum forman parte de la misa ritual del directo". Asegura, sin embargo, no comulgar con las tendencias (sobre todo, las discográficas), ni alinearse con ninguna escuela. Acaso, periódicamente, y en la soledad de su estudio, comprueba los nuevos vídeos de Carlos Kleiber que van apareciendo en YouTube. "Es un fenómeno de la naturaleza. Su economía gestual llega hasta tal punto que con un movimiento de codo puede resolver una obra". En el mismo portal de vídeos se puede ver al director valenciano prestidigitando con su Amsterdam Percussion Group o empleándose como cazatalentos en un programa televisivo del prime time. "No me arrepiento de nada, pero no sé si me ofrecería para esos menesteres en este momento". Queda claro que la crisis aprieta, pero no ahoga. "Las agendas musicales van varios años por delante. Lo que significa que empezaremos a notarla cuando todos hayan salido ya", bromea.

En las maletas a Pekín se lleva a Shostakovich, Prokofiev y Mussorgsky. También algo de Puccini, Litz o Richard Strauss para la voz de la soprano Ana James, que los acompaña. Zheng Lu y Ma Hongye acortarán las distancias con el público. Falla, Ginastera y la Rapsodia española de Albéniz en las manos del pianista canario Iván Martín serán su golpe de efecto. Siempre con respeto y una dosis extra de prudencia. "En China los códigos son distintos. El público te aplaude al salir, no al entrar, has de ir siempre de frac y los bises tienen que sonarles a Año Nuevo". El 4.707, para ser exactos.

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