Silvia Sanz, directora de la Sinfónica de Chamartín.

Benjamín G. Rosado
Hace tiempo que Isaac Albéniz acapara las programaciones de teatros y auditorios. Se le han juntado al maestro los fastos por el 150 aniversario de su nacimiento (2010) y los homenajes en torno al centenario de su desaparición (2009). Pero no empachan ni los monográficos que le dedica el Cadogan Hall de Londres, ni la actividad difusora que se desarrolla desde la Fundación que lleva su nombre. Tampoco lo hará The Magic Opal (El ópalo mágico), la única obra lírica del compositor que no se había escuchado en la modernidad y que este sábado se recupera en la Sala de Cámara Auditorio Nacional de Música de Madrid.

Compuesta en las postrimerías del siglo XIX y a petición del empresario británico Henry Lowenfield, The Magic Opal recurre al exotismo (exotismo a la inglesa, se entiende) para desgranar una chispeante partitura ambientada en un lugar remoto de la fantasía del compositor, donde concurren piratas, anillos mágicos y enredos amorosos que se articulan en dos actos y clave cómica.

La edición crítica de esta partitura, cuyos originales se encontraban en forma de manuscritos y dispersos en diversos legados, ha sido elaborada por el musicólogo Borja Mariño, que acaba así con 117 años de silencio. El estreno en versión de concierto que dirigirá este sábado Silvia Sanz, titular de la Orquesta Sinfónica de Chamartín, ha suscitado no poca expectación. Sobre todo después de su exitosa última representación en el Lyric Theatre de Londres el pasado 27 febrero. Curiosamente, el mismo día que Albéniz la estrenó en 1983.