Pier Luigi Pizzi
Mi trabajo ha consistido en desnudar la escena hasta conseguir que hablara por sí misma
7 mayo, 2010 02:00Pier Luigi Pizzi. Foto: Javier del Real.
Esteta, perfeccionista, resolutivo. Entre esos adjetivos se mueve el director de escena milanés Pier Luigi Pizzi, que estos días hace doblete en la agenda operística española con L'incoronazione di Poppea, última entrega de la trilogía monteverdiana del Teatro Real, y el Don Giovanni que encabeza la programación del Festival Mozart de La Coruña, que inaugura mañana Víctor Pablo Pérez.
Antes de su bautizo como figurinista, Pizzi tuvo tiempo de licenciarse en arquitectura. Por eso sabe que desentrañar a Monteverdi es un reto más arqueológico que arquitectónico, "más de descubrir que de inventar". En las tres excavaciones (L'Orfeo, Il ritorno d'Ulisse in patria y ahora Poppea) lo acompañan el director francoamericano William Christie y el conjunto de instrumentos originales Les Arts Florissants, con quienes ha compartido "todo tipo de quimeras y atlántidas escénicas". Es lo que ya se conoce como el síndrome Arianna en honor a la ópera perdida del compositor lombardo. Harnoncourt, McCreesh o Gardiner conocen bien los síntomas.
En la bitácora del Teatro Real se repite el nombre de Pizzi más que el de cualquier otro regista. En Madrid -donde ha cosechado el aplauso con Celos aún del aire matan (2000), La traviata (2005), El sueño de una noche de verano (2006), La pietra del paragone (2007) o La Gioconda (2008)- se siente dueño y señor. Por eso cuando se le pregunta si la soprano Danielle de Niese -que protagoniza el reparto junto al contratenor de moda, Philippe Jaroussky- encarna el ideal orfeico que persigue Mortier replica: "De Niese es un animal escénico. Lo que opine Mortier del canto está muy bien, pero no es palabra de Dios".
También Pizzi y el Festival Mozart son viejos amigos. Si en 2003 indagaba con Tancredi de Rossini en las esencias del héroe, su estilizado y elegante Don Giovanni, "mucho más ágil, dinámico y rejuvenecido de los que he hecho anteriormente", rasca en las miserias existenciales de un libertino. Para el rol protagonista de esta coproducción con el Teatro di Tradizione de Macerata, que se verá el 21 y 23 de mayo, cuenta con el bajo lírico Ildebrando d'Arcangelo, un divus absolutus cuya cuidada musculatura abriga una voz de inapelable calidad.
‘Big bang' operístico
Hace Pizzi doblete operístico con dos emes mayúsculas del repertorio que se suman al casi medio millar de propuestas escénicas que llevan su sello. "Hablamos de dos grandes músicos representativos de dos grandes momentos. Monteverdi es el padre de la ópera, del teatro cantado, causante del big bang del género, de la fusión de palabra y música. Lo que significa, evidentemente, que sin Monteverdi no habría habido Mozart, al menos tal y como lo conocemos". Y no elude una posible reciprocidad. "¿Quién se atrevería a negar que sin Mozart tampoco Monteverdi sería hoy el que es? A él le debemos buena parte de la popularización de la ópera, el salto a los teatros, a la calle, a las taquillas... algo que, por cierto, se insinúa con el expectante estreno de L'incoronazione di Poppea en Venecia". Precisamente con el Teatro de la Fenice se lleva a cabo esta coproducción.
-¿Habremos de estar atentos a un eventual paralelismo entre Don Giovanni y Poppea?
-No es difícil encontrar un hilo conductor entre las historias de Da Ponte y Busenello. Ambos conciben un libreto muy literario, rebosante de alusiones a la sociedad del momento, en el que se entreven las experiencias personales de dos escritores muy mundanos y vividos, que, cuando describen el libertinaje de sus personajes y nos hablan de la lujuria o la venganza, lo hacen con conocimiento de causa.
-De hecho, es en Poppea donde Monteverdi abandona por primera vez los códigos mitológicos para describir una realidad flagrante. ¿A qué cree que obedece este cambio?
-Son muchas las causas que explican esta conciencia contemporánea que hace de Poppea el primer drama histórico operístico. Como el hecho de que la narración de Busenello fuera mucho más gráfica e incisiva que los fabulescos Striggio y Badoaro, y que los éxitos anteriores de alguna manera obligan a Monteverdi a alcanzar nuevas cotas de expresión.
-¿Y qué decir de una posible autoría compartida?
-Desde hace tiempo se considera que Monteverdi escribió Poppea en colaboración con otros compositores coetáneos, como Cavalli, Ferrari o Sacrati, a quienes se adjudica la música del tercer acto. Piense que, en el momento del estreno, Monteverdi tenía 75 años, una barbaridad para la época, y era el maestro de la Capilla de San Marcos de Venecia. Habían pasado nada menos que 35 años desde el estreno de L'Orfeo, y ya no era el mismo.
Todos contra Séneca
-¿Insinúa que existe más de un Monteverdi?
-No sé si tanto. Pero lo cierto es que emprender la trilogía te obliga a crecer al mismo ritmo que lo hace Monteverdi. En mi L'Orfeo, William Christie llevaba gorguera. En esta Poppea todo esta revestido de una modernidad que, si bien es atemporal, no deja de tener guiños al presente y a la tradición clásica.
-¿Y a qué se debe la cruzada contra Séneca?
-La crítica es feroz, y hasta cierto punto oportuna. Todos lo aborrecen y hasta lo incitan al suicidio. Es una reivindicación personal de Busenello, que veía a Séneca como un cúmulo de contradicciones, y no como expresión de la moralidad.
-Ya se anuncia para este estreno mucho erotismo.
-Hay altas dosis de sensualidad y sexualidad. Digamos que mi trabajo ha consistido en desnudar toda la escena hasta conseguir que hablara por sí misma.
¿Quién dijo crisis, Mozart?
En el que parece ser el último año como director del fantasioso Paolo Pinamonti, Víctor Pablo Pérez dirigirá a la Sinfónica de Galicia en el Requiem de Verdi que inaugura, mañana, la nueva edición del Festival Mozart. En el apartado escénico, está programado el estreno en España de la rara ópera de Händel Giove in Argo (26 de junio), que interpretará Il Complesso Barocco de Alan Curtis; la música incidental de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn (9 de junio), de la que se encargará el ascendente Rubén Gimeno, o la archiconocida Pequeña flauta mágica que dirige escénicamente Joan Font de Comediants. El certamen tiene uno de sus mayores reclamos en la presencia del pianista alemán Andreas Staier (6, 7 y 8 de junio), artista en residencia al que acompaña en una de las sesiones la violinista Isabelle Faust, que ofrecerá un recital con las Diabelli de Beethoven e interpreta con la Sinfónica de Galicia el Concierto n° 9 de Mozart. El director germano Bruno Weil y el pianista holandés Ronald Brautigam desgranarán un programa de instrumentos originales con obras de Mozart (Obertura de Idomeneo y Concierto para piano y orquesta n° 20) y Haydn (Sinfonía n° 101). Giovanni Antonini dirigirá a Katia y Marielle Labèque en el Concierto para dos pianos y orquesta de Mozart y el Cuarteto Casals abordará los Cuartetos op. 33 de Haydn. Arturo Reverter