Isabel Rey
No soy una superdiva, compito conmigo misma
23 julio, 2010 02:00Isabel Rey. Foto: Javier del Real.
La soprano valenciana acompaña a Carlo Colombara al frente del reparto de un irónico Don Pasquale de Donizetti que inaugura esta noche el XXIV Festival Castell de Peralada.
-¿Cómo se ve ahora, con veinte años de carrera a sus espaldas?
-Está claro que con los años se gana en madurez y en riqueza interpretativas. Ahora estoy metida de lleno en La traviata, porque voy a cantarla por primera vez, también en Zúrich, la temporada que viene. A los 16 años la estudié, aún sabiendo que no podía interpretarla, pero me gustaba tanto que me la aprendí. Y ahora es cuando la estoy entendiendo de verdad, porque tengo mis propias experiencias y comprendo muy bien los problemas de Violetta Valéry. Soy muy frágil para algunas cosas, muy experta para otras y con mucha capacidad para sorprenderme todavía. Todo eso junto te da un poso y una seriedad importantísimos.
-Porque la voz siempre pasa factura, ¿no es así?
-Y tanto. Es el gran problema de llevar el instrumento siempre encima. La voz nota el desánimo, el desamor, la alegría, el frío, la pena, el mal sueño, la mala alimentación, el cansancio, el mojito del día anterior...
-O sea, que hay que hacer vida monacal para triunfar en los escenarios.
-Un poco sí. Yo paso temporadas en que sólo ensayo, estudio y luego me voy al hotel. Pero eso te pasa factura psicológicamente. Hay que buscar el equilibrio entre una vida personal rica, unos cuidados físicos mínimos y un trabajo muy intenso repartido entre ensayos y actuaciones.
Dueña de un amplísimo repertorio que abarca desde el barroco hasta la música contemporánea, esta camaleónica cantante ha protagonizado más de 55 títulos. "Hoy en día se requiere una gran especialización pero, con el paso de los años, la voz se oscurece y se hace más poderosa, lo que te da la alegría de poder abarcar un repertorio más amplio. En mi caso, más lírico".
-Me imagino que debe de sentir debilidad por alguno de entre sus tantos personajes.
-A fuerza de estudiarlos, acaban siendo viejos amigos. Admiro enormemente el carácter independiente de Mélisande, de Pelléas et Mélisande. Nunca se sabe lo que piensa, ni por qué hace las cosas. También me identifico con el optimismo de Susanna, de Las Bodas de Fígaro.
-También los habrá malos...
-Llegué a hartarme de la Muñeca de Los cuentos de Hoffmann. Al ser un robot, no podía imprimirle ningún sentimiento.
-¿Cómo gestiona la vanidad en un mundo de tantos egos?
-Éste es un trabajo muy duro, muy solitario y en el que hay que competir con uno mismo. No me identifico con el papel de superdiva de la ópera. Soy una persona normal.
-Y la ópera ¿es incompatible con la maternidad?
-En mi caso, sí. Mi marido y yo descartamos ser padres porque yo estoy totalmente comprometida con la ópera. No me hubiera gustado tener hijos para que me los cuidaran otros, así es que me conformo con ver crecer a mis sobrinos.