Image: Tchaikovsky desata el cambio

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Música

Tchaikovsky desata el cambio

El Teatro Bolshói avala a Mortier en su debut con Eugene Onegin

3 septiembre, 2010 02:00

Eugene Onegin del Teatro Bolshói. Foto: Damir Yusupov

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  • Arranca la era Mortier. El martes, el Teatro Real no contará con su orquesta titular para la inauguración de la temporada. El Teatro Bolshói se ocupará de la producción de Eugene Onegin de Tchaikovsky, en la que será la primera toma de contacto del nuevo director artístico con el público madrileño, al que promete "más emoción que escándalo".Día "d" y hora "h" en el Teatro Real de Madrid, que el martes descorcha su decimocuarta temporada con un montaje de Eugene Onegin de Tchaikovsky a cargo del Teatro Bolshói de Moscú. Hasta el 12 de septiembre, seis representaciones extraordinarias de la legendaria compañía rusa servirán de debut a Gérard Mortier como nuevo director artístico del coliseo madrileño.

    Se ha especulado mucho sobre los usos y costumbres del gestor belga, al que avalan tres décadas como responsable de los mejores teatros y festivales europeos, en los despachos de París o Salzburgo, y que se dice hoy alejado, más que nunca, de la rutina y el apalancamiento. Lo que nos depara la programación de este curso no es, sin embargo, más atrevido que lo acontecido con su antecesor, Antonio Moral, cuya cuota de ópera contemporánea se mantiene, además de algunos títulos. "La gente tiende a confundir la filosofía del hábito con la de la tradición", alega Mortier cuando se le pregunta por su primera infracción del estatuto del Patronato de la Fundación, según el cual las temporadas deben iniciarse con una nueva producción a cuenta del teatro y con la Sinfónica de Madrid en el foso.

    En un principio, se había previsto Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny de Kurt Weill para la apertura. "Pero enseguida entendí que debía contar con unas semanas para aclimatar a la orquesta y ultimar los detalles de la escena", una gran montaña de basura contemporánea en la que ya trabaja La Fura dels Baus.

    Mortier renuncia a su ideal de opéra politique del siglo XX, pero sabe que su Eugene Onegin es caballo ganador. Él mismo pudo comprobar, hace dos años, el efecto de la ejecutoria de un "todavía desconocido" Dmitri Tcherniakov entre el público parisino, perplejo ante la agudeza de un planteamiento escénico descaradamente eficaz, en el que los campos y palacios de la nobleza rusa del siglo XIX quedan reducidos a la mínima expresión en dos salones.

    Expiación colectiva
    Su intención es que las emociones vayan ganando terreno a las acciones en un juego de gestos y miradas que apelan a las esencias de la dramaturgia y que terminan por convertir la enorme mesa central en una suerte de diván colectivo en el que se despliegan las pasiones de un obra confesional y catártica. "Mi intención ha sido acercarme lo más posible a los personajes -nos explica el regista ruso- y eludir, desde las posibilidades de un espacio cerrado, cualquier connotación histórica. El vestuario, el mobiliario y los modales de los personajes nos confunden a propósito. Porque lo importante son los individuos. No sabemos si estamos en la Rusia zarista, la bolchevique o la soviética, y la única referencia exterior es la luz que se cuela por las ventanas". Protegido de Mortier, Tcherniakov volverá a Madrid con el Don Giovanni de Mozart de la pasada edición de Aix-en-Provence, un Macbeth de Verdi de la Ópera de París y un proyecto megalómano sobre Los troyanos de Berlioz.

    Basado en la novela homónima de Alexander Pushkin de 1831, el libreto de Eugene Onegin, escrito por K. Shilovski y Modest Tchaikovsky, hermano del compositor, describe la relación de dos hermanas, Olga (Margarita Mamsirova, Oksana Volkova, Svetlana Shilova) y Tatiana (Tatiana Monogarova, Ekaterina Scherbachenko), con dos jóvenes de la campiña rusa, Lensky (Sergey Romanovsky, Andrew Goodwin) y Onegin (Mariusz Kwiecien, Vladislav Sulimski). El narcisismo de Onegin desencadenará la muerte de su amigo y la vejación de Tatiana, alter ego de Tchaikovsky, que se reconoce en su desgracia. Hasta el punto de que el pasaje de la carta que Tatiana le escribe a Onegin se resuelve en un paralelismo autobiográfico con la correspondencia que el propio compositor mantuvo con Antonina Miliukova, y que terminó en un desdichado matrimonio, en realidad, tapadera de su atormentada homosexualidad.

    Lejos de Bayreuth
    En 1879 Tchaikovsky estrenaba su Eugene Onegin en el Conservatorio de Moscú, convencido de no haber engendrado una ópera convencional, según los estándares grandilocuentes de Bay- reuth, sino una modesta recopilación de "escenas líricas", en la que se adivinan ya su Quinta y su Sexta sinfonías. "La revelación musical más importante de Onegin es la capacidad que tiene de expresar cualquier estado emocional a través de sonidos", nos cuenta Dmitri Jurowski, hijo de Michail y hermano de Vladimir, también directores, que se estrena en el foso madrileño al frente de la Orquesta y el Coro del Teatro Bolshói. "Por momentos -continúa- la música se verbaliza más allá de las palabras de Pushkin. De manera magistral, Tchaikovsky consigue que la orquesta hable, murmure, grite, ría, ame, odie, lamente y maldiga...".

    Un completo espectro de emociones que, según Mortier, ayuda a resolver la ecuación del "porqué/cómo" hacer teatro planteada en su libro Dramaturgia de una pasión (Akal), que se presenta el próximo 14 de septiembre. "El público de Madrid terminará por entender que la verdadera modernidad en la ópera no consiste tanto en escandalizar como en emocionar profundamente", remata.

    Onegin, en vivo y en ‘streaming'

    Tiemblan iTunes y Amazon con la estandarización del modelo Spotify, aplicación gratuita y legal (disponible también en modalidad de pago) de música en streaming (es decir, sin necesidad de descarga) que cuenta ya con un catálogo de más de 8 millones de canciones. De entre los 700 resultados sobre Onegin, recomendamos la versión de Emil Tchakarov y la soprano fetiche de Karajan, Anna Tomowa-Sintow, como Tatiana. La Orquesta de París y Semyon Bychkov ofrecen una de las lecturas más electrizantes, con un soberbio Dmitri Hvorostovsky. De 1975, aunque remasterizada en 1987, es la grabación de un temperamental Sir Georg Solti frente a las huestes del Covent Garden. Auténticas referencias son las aproximaciones al universo tchaikovskyano de Ivan Petrov con la Orquesta del Teatro Bolshói y James Levine con la Staatskapelle de Dresde. Pero, además de encontrar, Spotify invita a perderse entre listas y recopilatorios, como el Very Best de Plácido Domingo, que se marca un sensacional Faint echo of my youth como Lensky.