Muerte de Dalí, en el IV acto.
El Teatro de la Zarzuela de Madrid acoge el jueves el estreno absoluto de la ópera Yo, Dalí, compuesta por Xavier Benguerel y con libreto "trágico-irónico" de Jaime Salom, como guinda a la temporada de Operadhoy.
Se podría escribir una docena de óperas sobre Dalí, pero Xavier Benguerel (Barcelona, 1931) ha optado por una, que bien podría ser la suma de todas las posibles. Yo, Dalí, que se estrena el 8 de junio en el Teatro de la Zarzuela como cierre del ciclo Operadhoy, recoge los grandes momentos de la vida del genial pintor en medio de un potente despliegue orquestal, de esos que desbordan los fosos y salpican la balaustrada de los palcos. Lo que dentro del gremio se conoce como el "fenómeno Richard", en honor a Wagner y Strauss, se entiende.
El compositor catalán se dice "hijo del sinfonismo y de la forma concertante". Y asegura que de no ser por su mujer Silvia Gasset, que lo ha arrimado insistentemente al abismo del gran formato tras el estreno en 1984 de Spleen (su primera y única ópera de cámara), Yo, Dalí no habría llegado a cuajar.
Creador de frescos sinfónicos y camerísticos en más de cien partituras, Benguerel demuestra en esta etapa de "madurez octogenaria" destreza con las herramientas del género -la palabra, la melodía, el canto- y rigor en el tratamiento dramático de un libreto "trágico-irónico" de Jaime Salom, autor de cuarenta obras de teatro, incluida Casi una diosa, sobre Gala, coprotagonista de esta ópera. "Se trata de una rara mezcla de amor y odio, de avaricia y desprendimiento", explica Salom sobre un texto en cuatro actos y tres idiomas (castellano, catalán e inglés).
Coetáneo de Luis de Pablo, Cristóbal Halffter y Joan Guinjoan, Benguerel abandonó la tonalidad prematuramente. "Demasiado pronto, diría yo. Pero no fue en vano. Tanto la atonalidad como el serialismo me fueron útiles para darme cuenta de su inutilidad. La madurez consiste en equivocarse mucho. Y con frecuencia la contradicción resulta ser muy saludable".
Tras la resaca de la vanguardia de la segunda mitad del siglo XX, Benguerel ha ido regresando, poco a poco, del exilio. No del político, al que le debe la mitad de su acento y sus días de juventud en Chile, sino del artístico. "Para un espíritu medite- rráneo como el mío, el mundo germánico puede llegar a asfixiar". Por eso, desde los años 80 se viene reconciliando con la melodía, "que no se estudia en ningún conservatorio, porque es la expresión de un don", con planteamientos cada vez más sincréticos, como su famoso Llibre vermell de Montserrat, fusión estilística de los mundos medieval y contemporáneo.
Lo que no ha cambiado desde que tiene conciencia de músico ha sido su forma de trabajar la voz. "Utilizo una interválica actual pero no llevo a los cantantes al extremo y nunca sobrepaso las tesituras". Al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y del Coro del Teatro de la Zarzuela, Miguel Ortega gestionará el universo sonoro que rodea a la pareja protagonista, interpretada por el tenor Joan Martín-Royo y la mezzo Marisa Martins, en un montaje de Xavier Albertí.
Se considera el compositor de 80 años "autodidacta en un 80%", además de un "indisciplinado pero tenaz trabajador", lo que explica que su técnica pase por una mezcla de inspiración e intuición stravinskiana. "Cuando uno se enfrenta a un reto de dos horas en cuatro actos, lo mejor que le puede pasar es un encargo".Dos años ha tardado Benguerel en acabar este "recado tardío" del Ministerio de Cultura para celebrar en 2004 el centenario de Dalí. Una serie de problemas gerenciales ha impedido su estreno hasta ahora, que se recupera gracias a esta coproducción de Operadhoy, el Teatro de la Zarzuela y el Liceo, donde está previsto que abra su próxima temporada.