Michel Portal. Foto: Jean-Marc Lubrano.

Hace algunos años que los pulmones de este patriarca del jazz europeo funcionan con viento libre y radical. El saxofonista, clarinetista y bandoneonista francés Michel Portal visita este verano el Festival de Vitoria-Gasteiz para sacar brillo a Baïlador, su último trabajo.

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  • Michel Portal (Bayona, 1935) representa como pocos ese deseo irrefrenable que obliga a la constante evolución, a la necesidad de moverse permanentemente para abrir nuevas rutas expresivas y dejar atrás paisajes convencionales. Indiscutible patriarca del jazz europeo y sólida referencia de la música improvisada, el saxofonista, clarinetista y bandoneonista francés se inició en la música clásica, pero pronto se sintió subyugado por la composición e interpretación jazzísticas. En 1970 formó el que sin duda es uno de los mejores edificios musicales que ha construido a lo largo de su extensa carrerea, el Michel Portal Unit, donde puso a nuestro alcance todas las vanguardias, de América y de Europa.



    Desde entonces, la obra jazzística de esta leyenda gala nos ha emplazado ante mil y una colaboraciones junto a los máximos ideólogos de la emoción urgente, desde Anthony Braxton a John Surman, pasando por Dave Liebman, Daniel Humair, Miroslav Vitous, Charlie Haden o Paul Motian. Su imaginario sonoro hoy se sitúa al lado del de cómplices paisanos con similar respiración creativa, caso de Martial Solal, Louis Sclavis, Richard Galliano o Henri Texier, con los que en este tiempo nos ha anticipado lenguajes y nuevas rutas musicales. Ahora regresa a nuestros escenarios para sacarle brillo al ya de por sí lucido ciclo Jazz del siglo XXI del Festival de Vitoria-Gasteiz, donde presentará las esencias de su último disco, Baïlador (Universal), que es un magnífico retrato de su soplo libre y libertario.



    Hermanamiento expresivo

    En años pretéritos, a Michel Portal le han reconocido su audacia instrumental autores insignes como Luciano Berio, Pierre Boulez, Vinko Globokar, Mauricio Kagel o Karlheinz Stockhausen por la misma razón que su expresividad se ha hermanado, como músico de cámara, junto a la de Georges Pludermacher, Maria João Pires, Michel Dalberto o Mikhail Rudy. Pero su valía no acaba ahí, ya que el de Bayona cuenta con tres premios César del cine francés -los Oscar galos-, a propósito de las bandas sonoras de Le Retour de Martin Guerre, Les Cavaliers de l'Orage y Champ d'Honneur.



    -¿Cuándo y cómo le vino a la cabeza Baïlador?

    -En mi caso, el proceso de elaboración de un disco es muy largo. Soy bastante irregular e inconstante en este sentido. Tenía ganas de hacer algo diferente al disco anterior, de ver cómo podía dar vida a temas que ya había escrito pero que todavía no había podido explorar.



    -¿A qué se deben los evidentes guiños a la música africana?

    -Hace muchos años que me siento atraído por estos ritmos, en donde el jazz encuentra buena parte de sus raíces. El jazz es algo que se ha creado y evolucionado a base de fusiones y mestizajes. Nunca he querido tener en cuenta las fronteras entre África, América del Norte, el Caribe o el Mediterráneo... Justamente elegí el jazz porque no pedían pasaporte.



    -Cuenta a su lado con jóvenes figuras, como Lionel Loueke o Ambrose Akinmusire, y leyendas como Jack DeJohnette. Curiosa combinación, ¿no le parece?

    -El itinerario y la manera de acercarse a la música de Akinmusire y Lionel Loueke me interesaban mucho. Aunque están marcados por sus respectivas tradiciones, son músicos libres en sus aspiraciones. Jack... aporta la experiencia, el feeling y la elegancia de un músico excepcional, que ha desarrollado numerosas personalidades musicales. Y... ¡es que le quiero!



    -También aparece otra joven perla, el pianista Bojan Z, que además produce el disco...

    -Tocamos juntos desde hace varios años, así que nos conocemos bien. En el jazz, la tradición rítmica del bajo, piano y batería constituye una base que tiene que ser irreprochable. Y yo sabía que podía contar con él.



    -¿Qué siente cuando se refieren a usted como una leyenda del jazz europeo?

    -No tengo conciencia de ser tal cosa. De hecho, me dan bastante miedo las etiquetas. Para mí el jazz es un árbol genealógico con múltiples ramificaciones. Puedo reconocer que he participado activamente en el movimiento de la free music y que he contribuido a una cierta apertura hacia la música improvisada y la música clásica contemporánea.



    -Martial Solal, Henri Texier, Louis Sclavis, Richard Galliano... La vieja guardia del jazz francés está que se sale, ¿no cree?

    -Entre el jazz actual y el de ayer no veo una gran diferencia. Si acaso que vivimos una época de mayor confusión. Todo está extremadamente expandido. Vemos muchos grupos y proyectos efímeros donde se cruzan a menudo los mismos artistas. La actual crisis económica influye, más allá de su impacto directo sobre los músicos, en que la gente quiere evadirse de sus problemas cotidianos. Por eso acaban escuchando música ligera y de ahí el éxito de las nuevas cantantes de jazz. En Francia hay una especie de regresión, una tendencia reaccionaria que busca su propia afirmación.



    -¿Encuentra usted diferencias entre el jazz europeo y otros?

    -Vivimos en un mundo globalizado, donde las distinciones geográficas me parecen inapropiadas, ya que prácticamente todas las culturas son accesibles. La gente se une o se diferencia por afinidades, más allá de los continentes. Podría decir que hay músicos americanos muy europeos y músicos europeos muy americanos, en el supuesto caso de que estos calificativos tuvieran un sentido estético.



    Visión desde el escenario

    -¿Qué músicos diría que le han influido más?

    -Son tantos los que me han marcado... Por decir algo: el momento jazzístico que me trae mejores recuerdos es el de haber tocado en la orquesta de Duke Ellington, cuando se rodó Paris Blues. Allí pude trabajar con músicos a los que admiraba.



    -Una última y más difícil cuestión: ¿qué es el jazz para Michel Portal?

    -Para mí el jazz es una música esencialmente de directo, que se crea entre músicos y en medio de la gente, con un ambiente de buen humor... Una música que se hace en el momento y es siempre diferente. Está claro que sobre un escenario me expreso mejor. Allí siento esa extraña y feliz comunión entre músico y público.