Maria João Pires. Foto: Eduardo Gageiro.

Pocas son las ocasiones en la que se deja ver la pianista portuguesa. Por eso su Beethoven para el Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial, el jueves, junto a la Orquesta de Cadaqués, se anuncia como un acontecimiento.

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  • Los buenos aficionados al piano que vivan en Madrid o sus cercanías están de enhorabuena, ya que el jueves actúa, dentro del Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial, la portuguesa Maria João Pires, junto a la Orquesta de Cadaqués. Interpretará, a las órdenes de su nuevo titular, el antes flautista y ahora director Jaime Martín, el extraordinario Concierto n° 4 de Beethoven. En programa también la obertura de El barbero de Sevilla de Rossini y la Sinfonía n° 40 de Mozart. Y en la memoria, una hermosa schubertiada dirigida por la pianista en el mismo escenario hace un lustro.



    Nirvana permanente

    Pires hace música de la manera más natural, con esa calidad que viene de muy adentro y que a estas alturas de carrera continúa surgiendo y manando de forma muy fluida. Para alcanzar este punto, esta especie de nirvana permanente, ha sido preciso que transcurriera mucho tiempo y que en la piel fueran quedando las marcas de numerosas batallas. Como las que en su momento hubo de librar contra la instrucción práctica recibida en Alemania de profesores como Rosl Schmid y Karl Engel, de la que ha abominado más tarde; y eso poco antes de ganar en 1970 el primer premio del Concurso Beethoven de Bruselas. En muchas ocasiones, lo ha dicho, lo más importante no es precisamente el teclado, el trabajo permanente sobre él, sino la reflexión, y que lo único que en definitiva le puede valer a un alumno son tres o cuatro consejos básicos. No hay posibilidad de enseñar la técnica con las palabras. Para la portuguesa la música es algo vivo. "Analizarla, disecarla, aplicarle conceptos que, por definición, no le convienen, es matarla un poco". De ahí que no tenga discípulos.



    Pires es en cualquier caso una virtuosa; no del tipo de los que abarcan multitud de teclas con un golpe de mano -la suya es diminuta- o de los que ensayan escalas vertiginosas o de los que, de natura, poseen el don de atacar los pasajes más intrincados sin pestañear ni fallar una nota. Su pianismo, y no porque no pueda abordar compases complicados, no se encuadra en ese repertorio, que podríamos calificar de orquestal. Posee un acusado sentido de la frase como integrante de un discurso continuo, unido a una capacidad sibilina para ligar períodos, para establecer nexos y para avanzar el final de una composición a medida que ésta se va desarrollando. Algo que, unido a una visión impar de la ubicación y desentrañamiento de las voces medias, le proporciona ventaja y dotan a su piano de una elocuencia y un poder comunicativo excepcionales. De no menos importancia es la calidad de su sonido delgado y muelle, sensual y estilizado, siempre ahormado por la naturaleza del fraseo, la presión de la mano, la flexibilidad y la diversidad del rubato.



    El secreto de lo íntimo

    El arte de Maria João Pires es uno de los más exquisitos que hoy pueden darse. Por tal motivo cualquier concierto en el que sea protagonista puede adquirir la categoría de acontecimiento. Aun cuando sea cada vez más huraña y plantee curiosas exigencias; aun cuando se niegue a veces -como hacía Friedrich Gulda en sus tiempos- a facilitar sus programas con antelación; aun cuando quiera tocar prácticamente a oscuras, solamente iluminada por una lamparita. El trazado de Pires es de una gran pureza y de una rara intensidad, nacidas de la exactitud y firmeza del ataque, de la variedad de su toque, de la riqueza de su pedal, trabajado con una habilidad y una clase que pertenecen sólo a los más grandes. Tiene un secreto, una impronta que le faculta para acceder a los mundos más íntimos y más recónditamente poéticos de la literatura pianística. Por eso será un placer escucharla en el Lento del Cuarto concierto beethoveniano, una partitura en la que disfruta y hace disfrutar con sus claroscuros, sus reguladores y sus delicados acentos.