Andris Nelsons. Foto: Marco Borggreve.

Después del éxito de su Lohengrin en Bayreuth, el director letón vuelve al ciclo Ibermúsica de Madrid para dirigir obras de repertorio y MOB, Tres piezas para trompeta del vienés Heinz Karl Gruber.

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  • En pocos años el letón Andris Nelsons (Riga, 1978) se ha colocado en la cúspide de la joven dirección de orquesta. Desde su podio en la City of Birmingham envía permanentes mensajes de buen hacer, rápidas entendederas y sólidas concepciones musicales, llevadas siempre de un notable impulso, de una técnica gestual fácil y un gran poder de comunicación. En enero nos puso de manifiesto algunas de sus virtudes, que esperamos confirmar en esta nueva visita, mañana y pasado, en el ciclo Orquestas y Solistas del Mundo de Ibermúsica, con su formación británica.



    En los atriles, obras de repertorio: Concierto para trompeta de Haydn, Sinfonía n° 5 de Tchaikovsky, Don Juan de Strauss, Concierto para violín de Dvorák (con el estupendo violinista Christian Tetzlaff) y Sinfonía n° 2 de Brahms. La única partitura realmente novedosa es MOB, Tres piezas para trompeta del vienés Heinz Karl Gruber, un representante de la llamada Tercera escuela de Viena, que agrupa a creadores nostálgicos de la tonalidad, del empleo tradicional del ritmo y de las esencias destiladas y estilizadas de un neoexpresionismo (MOB significa ritmo, armonía y melodía).



    Los brazos amplios y abarcadores de Nelsons tienen en este grupo de obras ancho campo para movilizarse y lanzar indicaciones bien dirigidas a los cuatro puntos cardinales. Sus instrumentistas ingleses le han cogido el tranquillo y tocan y disfrutan con la enérgica y dinámica manera de ver la música del joven maestro. Este verano, Nelsons ha regresado a Bayreuth para ocuparse de Lohengrin, título wagneriano que sale de sus manos con un renovado y fresco impulso. No aparece su visión envuelta en las esencias sacrosantas de directores señeros y hoy casi míticos como Keilberth, Jochum, Cluytens o Kempe, sino que, al son de los tiempos, arroja una luz orquestal más diáfana, unos brillos singulares y una concepción del ritmo más desenfadada. Nelsons es una realidad innegable.