La coronación de Borís Godunov, en turín. Foto: Ramella&Giannese.

Salido de la cantera de Operalia, Orlín Anastassov dará vida desde mañana al zar en una producción del Regio de Turín y del Petruzelli de Bari que firma Andréi Konchalovski.

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  • En esta época de crisis galopante, el Palau de les Arts abre su temporada mañana con una obra maestra como Borís Godunov de Músorgski. La producción, que proviene del Regio de Turín y del Petruzelli de Bari, la firma Andréi Konchalovski, un reconocido hombre de teatro y de cine, que ha diseñado un espacio tan sencillo como sugerente. En el foso estará el joven titular de la Orquesta de la Comunidad Valenciana, Omer Meir Wellber, que tiene aquí una prueba de fuego para demostrar su valía.



    El papel del zar Borís está asignado al bajo búlgaro Orlín Anastassov, vencedor de Operalia en 1999, ya conocido en la plaza por Don Carlo y Luisa Miller. El austriaco Nikolai Schukoff, muy activo en nuestro país, es Grigori, el falso Dmitri. Su timbrada y fácil voz de lírico es muy apta para este rol. Alexánder Morozov encarna al anciano monje Pimen. El resto de los numerosos personajes están bien representados con cantantes como Arnold Bezuyen (discreto Loge en Bayreuth), Vladimir Matorin (un excelente Varlaam), Emilio Sánchez, Nadezhda Serdiuk e Iván Khudyakov, entre otros.



    Parecen mimbres adecuados para poner de manifiesto los grandes valores de la obra, entre ellos, un peculiar uso de la modalidad, de escalas musicales propias del este, el empleo de un elocuente recitativo dramático, el tratamiento de la prosodia y el protagonismo dado al coro como representante del pueblo.



    Ópera grande y original, sobre todo cuando se escucha en la versión primigenia de Músorgski, que es la que atesora las más grandes virtudes gracias a su adusta armonía, a sus tonalidades oscuras y a su desnudez exenta de brillos superfluos. Durante años se ha venido escuchando la versión que Rimski-Kórsakov llevó a cabo en busca de una occidentalización. Una labor en la que persistieron otros, como Shostakóvich -más respetuoso, sin embargo-, deseosos de "limpiar" lo agreste e inhóspito de la escritura inicial.



    La primera versión del compositor es de 1869. Más tarde, en 1872, añadió tres nuevas escenas, dos de las cuales constituyen el llamado acto polaco. El Palau de les Arts presenta la versión primigenia, a la que se ha añadido, por razones dramáticas, la escena del bosque de Kromi, con la que se cierra la obra. Nosotros somos más partidarios de incluir también la música del acto polaco, de escritura tonal y pasajes cromáticos. Una manera de evidenciar el maquiavelismo del jesuita Rangoni, como representante de los abominables manejos de la iglesia católica, y de introducir un hermoso, muy romántico e italianizante dúo de amor. Así lo había decidido el compositor.