Image: Arctic Monkeys, cartuchos sin quemar

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Música

Arctic Monkeys, cartuchos sin quemar

Protocolario concierto de la banda de Alex Turner en Madrid, precedido por un Miles Kane que se bebía el escenario

29 enero, 2012 01:00

Alex Turner durante el concierto de Madrid. Foto: EFE

Diez años han pasado ya desde que Alex Turner y Jamie Cook, dos quinceañeros de Sheffield, pidieron una guitarra por Navidad y aprendieron a hacer algo de ruido con ellas versionando a Oasis. Aquello fue el comienzo de Arctic Monkeys y su ascenso meteórico hacia la cumbre del indie rock. Su primer disco, Whatever People Say I Am, That's What I'm Not (2006), fue el álbum debut más vendido en la primera semana de venta en la historia de la música británica. La prensa los aclamaba y les llovían los premios. Su segundo trabajo, Favourite Worst Nightmare (2007), confirmó que no eran sólo los enfants terribles del post punk revival, sino unos firmes candidatos para presidir la orden del rock británico.

Podrían haberse acomodado ahí, pero con sus siguientes discos, Humbug (2009) y Suck it and See (2011), han demostrado que son una banda en constante evolución y búsqueda. Primero, hacia un sonido oscuro y espectral; ahora, hacia una calidez de influencia americana. Pero parece que la audacia de Turner y los suyos está más enfocada a la creación y la grabación que al directo, a juzgar por su concierto del viernes en el Palacio de Deportes de Madrid, un espectáculo más bien conservador y protocolario, aunque a sus incondicionales pareció no importarle en absoluto.

La velada comenzó con Miles Kane, ex líder de The Rascals, amigo y compañero de Turner en el proyecto Last Shadow Puppets. Enérgico y nervioso como un rabo de lagartija, Kane hizo una demostración de 40 minutos de su álbum Colour of the Trap, con canciones como Come Closer, Rearrange y Quicksand. Tras su exhibición, en la que solo sobraron las ocasionales ráfagas de sintetizador metidas con calzador, dejó el escenario caliente, el público encendido y el listón bien alto -"Nos dicen fuentes cercanas a la promotora que están pensando en poner a Arctic Monkeys de teloneros de Miles Kane", bromeaban @indiescabreados horas antes del concierto-.

Poco después de las diez les tocó el turno a los protagonistas de la noche. Enfundados en un nuevo look rockabilly, tupé incluido, los Arctic Monkeys abrieron el show con la desafiante Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair, el primer single del nuevo álbum. Con una parsimonia chulesca acorde a la letra, Turner atacó los primeros versos de la canción antes de que el poderoso riff de guitarra cayera como una bomba sobre las cabezas de 15.000 personas que automáticamente se rindieron a sus ídolos.

En el primer bloque, el cuarteto mezcló velocidades y estados de ánimo con temas como Teddy Picker, Crying Lightning, The Hellcat Spangled Shalalala y Black Treacle. Brianstorm, el primer sencillo de su segundo álbum, inició un segundo lote con canciones de ritmo frenético que terminaron de poner a tono al público, como The View From The Afternoon, I Bet You Look Good On The Dancefloor -ambas del primer álbum- y Library Pictures.

Dejando aparte las cuestiones técnicas inherentes al deficiente sonido de un estadio, los de Sheffield no ofrecieron su mejor versión de ellos mismos. Su juego con el tempo y el ritmo de las canciones se les iba de las manos y el resultado era un sonido anquilosado y falto de sincronía, como si estuvieran en el tercer ensayo después de unas vacaciones. Ello no impidió que brillaran en algunos momentos, especialmente en su interpretación de una de las canciones que les catapultó al éxito, la insuperable When the sun goes down, en una ronda de bises que terminaron con la emotiva 505. Les acompañó Kane a la guitarra en esta última canción, para despedir una noche en la que el término "invitado especial" hizo más justicia que nunca al telonero y los protagonistas volvieron al backstage con cartuchos sin quemar.