Charles Dutoit. Foto: Robert Taylor.
Al frente de la Royal Philharmonic Orchestra, el director suizo Charles Dutoit se enfrenta a grandes obras del repertorio (Beethoven, R. Strauss y Dvorák) en los tres conciertos que ofrece estos días en Valladolid y Madrid.
Charles Dutoit (Lausana, Suiza, 1936) aprendió el oficio de Ernest Ansermet y Herbert von Karajan, algo así como el ying y el yang de la música clásica. "Ansermet representaba el saber analítico, riguroso y académico -explica el director en su encuentro con El Cultural- mientras que Karajan encarnaba el instinto, la pasión y la fuerza". Por eso Dutoit no dirige con una sino con dos manos. En la derecha empuña la batuta y con la izquierda calibra las emociones. "En realidad, un leve intercambio de miradas basta para establecer comunicación con cierto tipo de orquestas...".
La Royal Philharmonic de Londres, con la que visita esta semana Valladolid y Madrid, es una de ellas. La dirigió por primera vez en los años sesenta, "en plena beatlemanía", y desde entonces no ha habido temporada que no haya cumplido con el podio británico, que desde 2009 frecuenta en calidad de director titular. "Me maravilla que después de tanto tiempo los músicos sigan perpetuando el sonido de su fundador, Thomas Beecham. Es como si esa tradición, inexplicable y mágica, formara parte de su memoria colectiva". Algo parecido sucede con el "carácter Stokowski" que ha dado fama durante décadas a la Orquesta de Filadelfia, de la que Dutoit es también comandante en jefe desde 2008 y que a partir de la temporada que viene tutelará como director emérito. "A menudo me preguntan por los contrastes entre las dos orillas del Atlántico, pero me niego a pensar la música en términos geográficos".
Lo dice Dutoit, que conoce los 191 países de la ONU y cinco más. Sus constantes giras internacionales le han permitido visitar las mejores fábricas de sonido del mundo (Sinfónica de Chicago, Filarmónica de Berlín, Concertgebouw...), conocer los grandes teatros y auditorios (del Met neoyorquino al NHK de Tokio) e invocar el espíritu de la vanguardia (ora Krzysztof Penderecki ora Sofia Gubaidulina). Pero no sólo. "Después de conocer tantas culturas le aseguro que los periódicos no se leen de la misma manera". Su activismo le ha llevado hasta Corea del Norte, donde quiere crear una orquesta que, inspirada en la Divan de Daniel Barenboim, reúna bajo un mismo techo a músicos del norte y el sur del país. "La muerte de Kim Jong-il ha frenado el proyecto. Ahora estamos a la espera de que su hijo Kim Jong-un defina políticas más aperturistas".
Pero si hay algo que caracteriza al director suizo es su capacidad de entrega, como demuestran los 25 años y las más de 170 grabaciones (algunas como pionero de las primeras técnicas digitales) que, entre 1977 y 2002, le dedicó a la Sinfónica de Montreal. "Éramos como uña y carne. La maquinaria orquestal estaba tan bien engrasada que no invertíamos más de un día en cada disco. Hoy en día ese tipo de entendimiento no existe. El talento y la juventud de algunos jóvenes directores han eclipsado el valor que sólo concede la experiencia".
Dutoit debutó en 1964 con El sombrero de tres picos de Falla y es experto en las partituras francesas y rusas del siglo XX, pero para los tres conciertos programados por el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid (20 de marzo) y el ciclo Ibermúsica del Auditorio Nacional de Música de Madrid (21 y 22) ha elegido grandes títulos del catálogo de Beethoven (Concierto para piano n° 4 y Concierto para violín), Richard Strauss (Una vida de héroe) y Dvorák (Sinfonía n° 9 ‘Del Nuevo Mundo'). Le acompañarán en las partes de solista la pianista georgiana Eliso Virsaladze y la violinista alemana Julia Fischer. "Qué le voy a decir de este programa que ya no sepa. El concierto está pensando para el deleite del público. Son partituras de sobra conocidas, por lo que el más mínimo fallo salta a la vista".