Ivo Pogorelich. Foto: Alfonso Batalla.

Llega de nuevo al Auditorio Nacional Ivo Pogorelich (Belgrado, 1958), cuya última actuación en Madrid, también para el ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo que ahora lo acoge, fue el 20 de marzo de 2007. Será el próximo martes, con un programa esplendoroso, ideal para lucirse en todos los órdenes, centrado en Chopin y Liszt. Del primero, la Sonata n° 2 op. 35, cuyo tercer movimiento es la famosa Marcha fúnebre, y el bellísimo Nocturno en do menor op. 48/1. Del segundo, el endiablado -nunca mejor dicho- Vals Mephisto n° 1 y la célebre y ardua Sonata en si menor. Cuatro obras que exigen técnica probada, temperamento y finura.



Son cualidades que siempre ha atesorado, a su manera, el pianista croata, que también estará en Valencia el lunes, en Santander el 2 de noviembre y en Zaragoza el 4. De su estancia en Moscú, a donde se trasladó a los 12 años, deriva su magnífico entendimiento de la obra del compositor húngaro. Allí aprehendió las esencias de una muy sólida técnica emanada del músico a través de Siloti y de Aliza Kezeradze, su maestra directa y luego su esposa, fallecida hace algunos años, un hecho que determinó un punto de inflexión en la carrera del pianista, que se ha hecho más introvertido y sereno. Pogorelich, siempre con cosas que decir, busca dar una imagen de bicho raro, extraño, huidizo y misterioso. Una tendencia que cultiva desde hace mucho tiempo, evidenciada en su apuesta por soluciones pianísticas de inesperados planteamientos y por el empleo de grandes contrastes dinámicos.