Image: Joan Baez, el día después de mañana

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Música

Joan Baez, el día después de mañana

13 marzo, 2015 01:00

Joan Baez, en el Palau de la Música Catalana. Foto: Santi Cogolludo.

El domingo, 15, Joan Baez inicia en Pamplona una gira que la llevará por media España. El escritor Benjamín Prado pone en valor su larga trayectoria como artista.

Llevo media vida esperando que Joan Baez se quede sin voz para que pueda gustarme, porque lo cierto es que siempre la admiré guardando las distancias y la he preferido a sus discos a lo largo de treinta años, los que van de sus álbumes de los sesenta a Speaking of dreams (1989), dejando aparte Diamonds and rush (1975), que era magnífico. Pero, en general, digamos que hasta ese momento le ponía pegas de usted, respetuosamente, porque consideraba mucho más admirable su fidelidad a la política que a la música: lo primero me parecía un símbolo de honestidad y lo segundo una muestra de conformismo.

De hecho, cuando escuchas su obra de esas tres décadas, todo parece demasiado igual, daba lo mismo si eran sus clásicas melodías tradicionales, que en muchos casos habían pasado por Woody Guthrie y otras mil bocas del folk; si se trataba de composiciones propias o si se aventuraba a hacer versiones del Let it be de los Beatles, el Imagine de John Lennon o la fabulosa Suzanne de Leonard Cohen. Y luego estaban ese modo de interpretar las canciones, con tanto alarde en la voz y llevándolas hasta esos tonos agudos tan suyos, capaces de hacer estallar las copas de cristal. Pero, en el otro extremo, era un personaje extraordinario, la antigua novia de Bob Dylan, su compañera en los primeros tiempos y después en la Rolling Thunder Revue, y una corista maravillosa cuando se subían juntos a un escenario; era una persona decente, solidaria, infatigable en su defensa de los menos afortunados, feminista, luchadora, generosa y todo lo de izquierdas que puede serlo una norteamericana; era una mujer de bandera roja, a la que era interesante escuchar o leer en las entrevistas y cuya autobiografía, titulada Y una voz para cantar, leí con agrado.

Y como a pesar de todo soy incondicional suyo, también fui comprando, según les ponía la vista encima, Any day now, con versiones de Dylan y entre ellas una estupenda de Sad-eyed lady of the lowlands; Blessed are, Honest lullaby, Where are you now, my son?, con grabaciones hechas durante su viaje anti-guerra de Vietnam a Hanói, Gulf Winds (1976) y hasta Baptism, que ya es militancia, aunque confieso que no los he escuchado mucho. El primer disco suyo que me llamó la atención de otro modo fue Brothers in arms, un recopilatorio donde aparte de lo de casi siempre aparecían, como si se hubiesen equivocado de fiesta, esa canción memorable de Dire Straits y el Biko de Peter Gabriel, pero sobre todo estaba otra Joan Baez, que les metía la lengua con la misma convicción que al Simple twist of fate de Dylan en Diamonds and rush. Poco después, Gone for danger (1997) se escuchaba con agrado, igual que Dark chords in a big guitar (2002), donde además había una canción de cinco tenedores, Elvis Presley's blues. Pero vuelvo al principio, mi hermosa princesa casi mexicana de la canción protesta ha tenido que quedarse sin voz para que me guste cómo canta, y en ese sentido, tal vez su disco de 2009 Day after tomorrow sea el que prefiero de todos los suyos. Me gusta más lo que lanza destellos que lo que brilla, lo que profundiza que lo que escala. Tom Waits lanza destellos. Kurt Cobain lanza destellos. Ya saben a lo que me refiero. Joan Baez también lo hace en ese trabajo sublime donde las canciones de Steve Earle, que también lo produce, del propio Tom Waits o de Elvis Costello son en sus labios un manjar para el oído.

No he dejado de seguir a Joan Baez durante casi cuarenta años, desde su Diamonds and rush. Si no me gusta el sitio al que va o por el que pasa, da lo mismo; si lo hace, mejor todavía. Ella siempre será maravillosa.