El director madrileño, al frente del Teatro de la Zarzuela durante 25 años, fallece a los 71 años.

Duro golpe para zarzuela, género al que se consagró con pasión y rigor durante toda su carrera profesional Miguel Roa (Madrid, 1944), fallecido esta mañana en Illescas a los 71 años a causa de un paro cardiaco. El director de orquesta madrileño fue una de las figuras que más y mejor ha difundido y defendido ese repertorio de nuestro teatro musical, al que tanto le cuesta hoy encontrarse con el público contemporáneo.



Durante 25 años ocupó el foso del Teatro de la Zarzuela durante un cuarto de siglo como director musical de la institución. Entre sus hitos cabe señalar que fue el primero en subir a las tablas de la Scala de Milán una pieza de zarzuela, Luisa Fernanda. Esa labor divulgadora y de internacionalización le llevó a peregrinar por muchos templos musicales de ciudades de todo el mundo: Chicago (de la mano de su amigo Plácido Domingo), Munich, Londres, Washington, Los Ángeles, Pasadena, Bogotá, Buenos Aires y Basilea.



Debutó en el foso de Teatro Esla, cuando contaba sólo 20 años y desde entonces no paró. "Empecé en 1964 con Rigoletto, con una compañía que se llamaba Julián Gayarre. Yo dirigía a la Orquesta de Cámara de Madrid, que estaba formada por músicos de la Orquesta Nacional. El concertino era el padre de Enrique García Asensio, y entre los atriles había varios profesores míos en el Conservatorio. Fue una auténtica lección magistral, una experiencia impagable", recordaba en una entrevista en El Cultural.



Una de sus últimos trabajos lo pudimos disfrutar en los Teatros del Canal en 2014. El espectáculo ¡Viva Madrid! fue su homenaje al género lírico madrileño con fragmentos de las más queridas zarzuelas ambientadas en la Villa y Corte. Fue su manera de celebrar su 70 cumpleaños. Entonces nos contaba que estaba recapitulando su asendereada carrera: "Estoy haciendo inventario de estos 50 años de trabajo y es increíble todo lo que he hecho, la cantidad de cosas que están saliendo y que no recordaba". Fue un verdadero corredor de fondo de nuestra música. Su pérdida deja a la zarzuela sin uno de sus valedores más convencidos y convincentes.