El War Requiem a su paso por Oslo

Aparece, el viernes y el sábado, de nuevo en Bilbao y unido a un proyecto interesante, el nombre de Calixto Bieito, actual regidor del Arriaga, en el que ha desarrollado ya más de una importante y novedosa iniciativa, como un reciente Orfeo monteverdiano. Ahora se une a las huestes de la Sinfónica y de la Sociedad Coral de Bilbao para ofrecer una obra magna, espectacular, trascendente, monumental y profunda como el War Requiem de Britten.



No es fácil dirigir, tocar y cantar una obra como el War Requiem, estrenada en la reconstruida catedral de Coventry en 1962. El edificio había quedado absolutamente destruido, después de un bombardeo, en 1940. Un amplio y dolorido muestrario imbuido de una profundísima emoción que emana de diversos planos sonoros, trabajados con un rigor y una austeridad sensacionales con aplicación de formas antiguas elegantemente actualizadas. Se necesitan una especial limpidez y equilibrio, concentración y una singular habilidad para interiorizar la expresión, aquilatar la dinámica, organizar un fraseo ligado en los pasajes más fluidos y una acentuación nerviosa, seca, concitata en los más contrapuntísticos. Los tempi conviene que sean moderados y medidos. Y ha de haber lógica en la planificación desde el mismo principio, en un Kyrie que ha de ser expuesto en un exquisito piano. Se precisa buen silabeo y staccati secos en el Dies irae; agresivos colores en el primer dúo tenor-barítono; delicadeza en el sutil Pie Jesu...



Ha de diseñarse con cuidado el crescendo del Pleni sunt y estratificar adecuadamente el Benedictus para dar paso a uno de los poemas del joven poeta Wilfred Owen, muerto en combate poco antes de que se acabara la primera guerra mundial y que constituyen el humanísimo reclamo que Britten introdujo en la composición. El tacto ha de ser muy sutil en las combinaciones del grupo de cámara y las intervenciones del tenor y del barítono a fin de llegar de la mejor manera al escalofriante pianísimo en ese fa mayor conclusivo que, a la postre, no nos deja del todo tranquilos.



En esta producción ideada por Bieito el teatro se convertirá en la catedral en plena reconstrucción. Intervendrán también, junto a Coro y Orquesta, un coro infantil, un grupo de cámara, un organista y tres solistas. La soprano es la ignota Natalia Tamasil, que ha de poseer tanta dulzura como amplitud de lírica plena. El tenor es el suizo Rolf Romei, que canta muy bien Bach y fue discípulo de Aldo Baldín, y el barítono es el alemán Thomas E. Bauer, de notable radio de acción, de lo antiguo a lo contemporáneo. El estadounidense Erik Nielsen, titular de la orquesta bilbaína, empuñará la batuta.