Dorantes. Foto: Javier Caro

El pianista Dorantes ha sabido traducir su rico legado de muchos quilates en El tiempo por testigo, un "lienzo" donde ha pintado algunas de sus vivencias como músico. "No repito. Nunca toco igual una composición".

David Peña Dorantes (Lebrija, Sevilla, 1969) no rompe con su pasado -hermoso y pleno de referencias-, que le ha servido como base para iluminar su propio itinerario artístico, sino que, asumiendo con plenitud un contexto musical y vivencial de decisivo peso, lo ha hecho suyo con exquisita sensibilidad para proyectarlo hacia el futuro. El resultado es tan brillante como obvio, ya que, independientemente de la verdad que encierra la famosa letra flamenca "Abuelos, padres y tíos;/ de los buenos manantiales/ se forman los buenos ríos", Dorantes ha sabido traducir un rico legado de muchos quilates, equilibrando los eslabones genéticos con los conocimientos que llegan a través de la observación empírica. "No es lo mismo pasar la niñez en el Sacromonte que en Eibar", decía el gran bailaor y coreógrafo Mario Maya. En el caso del compositor y pianista de Lebrija, ha sabido compaginar con inteligencia patrimonio heredado e impulso evolutivo, valorando la tradición familiar al mismo tiempo que ha respondido a sus personales necesidades creativas.



Observador y, a la vez, parte activa de una larga crónica que se pierde en el fondo de los tiempos, es precisamente este factor el que pone título a su nueva obra, El tiempo por testigo, que dedica a Sevilla, ciudad en cuyo Conservatorio Superior de Música llevó a cabo su formación académica. "El tiempo como concepto y como realidad existencial recorre toda mi obra. En estos veinte años como profesional he podido desarrollar nuevos trabajos, aprender, enriquecerme a través del contacto con otras culturas, mis viajes por tantos países... El tiempo es como un lienzo donde he podido pintar y plasmar muchas vivencias como músico".



La compañía Air France acaba de seleccionar la música de Dorantes para sus vuelos de larga distancia, y su prestigio internacional lo corrobora el hecho de que al poco de publicarse El tiempo por testigo su agenda se ha visto colmada de invitaciones para ofrecer conciertos en Holanda, Reino Unido, Francia, Portugal, Polonia o Estados Unidos. Multigalardonado, tanto en España como fuera de nuestro país, ha recorrido los más prestigiosos escenarios: encuentros que lo han marcado, convergencias, felices descubrimientos en los lugares más remotos, músicas y músicos que de pronto se revelan como sorpresivos hallazgos. "Últimamente, mi experiencia con el conjunto turco Taksim Trío ha sido de lo más gratificante, entre otras cosas porque le conceden más protagonismo a la melodía que a los componentes armónicos, como ocurre en el flamenco, que le damos más importancia a cómo se acentúa una frase en la soleá, cómo se retardan los silencios en un tercio preciso, en definitiva, valoramos la expresión pura por encima de las armonías, más propias de Occidente. Además, ellos también son gitanos y, a pesar de las distancias, tenemos una misma filosofía de la vida y muchos puntos en común con respecto a nuestros antepasados".



Desde Orobroy (pensamiento en caló), de 1998, Dorantes ha publicado otros discos -Sur (2002), Sin muros (2012) y Paseo a dos (2015)- hasta llegar a El tiempo por testigo, donde hace una nueva versión de la pieza Caravana de los zincalí. "A la hora de interpretar soy bastante flexible, incluso aleatorio, nunca toco igual una composición mía, no repito, la cambio, la recreo, que es la forma de mantenerla viva y con pulso. Pero Caravana tiene otra lectura, porque mi padre, el guitarrista y cantaor Pedro Peña, siempre me ha hablado de los gitanos y su encrucijada, y para mí es muy importante reflejar en la música la historia de mi pueblo".