La colorista puesta en escena de Marco Gandini

Pedro Halffter estrena este viernes en el Maestranza de Sevilla la última ópera de Verdi en clave de reivindicación de la inteligencia femenina. Marco Gandini dirige la escena en una producción patrocinada por CaixaBank.

La responsabilidad de afrontar la carcajada postrera de Verdi no le llegó en buen momento a Pedro Halffter. La reciente muerte de su madre, la pianista María Manuela Caro, le dejó en una posición poco propicia para recrearse con el humor burlón de Falstaff, la ópera con la que el compositor italiano cerró su gloriosa carrera lírica. Halffter la estrena este viernes 16 en el Teatro de la Maestranza tras la compleja dialéctica emocional vivida en los ensayos. "Al final creo que esta situación ha sido beneficiosa. Trabajar en ese estado una partitura con una comicidad tan explosiva me ha permitido bucear en segundas y terceras lecturas que están por debajo de las risas", explica el director a El Cultural.



Se refiere Halffter sobre todo a un detalle que conecta la ópera con la actualidad. "La astucia y la agilidad mental de las mujeres siempre triunfa. Por ejemplo, Falstaff se tira un cuarto de hora urdiendo su estrategia de seducción y sus potenciales víctimas la descubren en solo diez segundos. Pero hay muchas más pruebas de esta superioridad femenina en todas las subtramas", explica el director madrileño, que tendrá bajo su batuta a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla y al Coro de la Maestranza.



De la dirección escénica se ocupa Marco Gandini, que le estampa un sello eminentemente teatral a la producción, con el búlgaro Kiril Manolov encarnando al beodo panzón. El reto que impone el libreto firmado por Arrigo Boito, basado en Las alegres comadres de Windsor de Shakespeare, es hilvanar a toda velocidad la sucesión de secuencias scherzantes que lo conforman. Cualquier interrupción en la maquinaria escénica rompería el ritmo endiablado al que avanza la trama. Verdi, que en 1893 estaba a punto de cumplir 80 años y llevaba 54 ideando óperas, decidió desmarcarse de los precedentes estilísticos que había asentado. "Para empezar, no hay una obertura: la acción arranca en el primer instante. Tampoco arias o indicaciones en la partitura que especifiquen que estamos ante un minueto, una romanza… La música fluye sin cesar", señala Halffter. La fuga del final, además, acaba desdibujándose como una pintura abstracta. Así lo interpretó el musicólogo Paul Henry Lang, enfatizando la precursora modernidad de este canto de cisne verdiano.



Al público más conservador de La Scala, donde se estrenó hace 125 años, le costó digerir tanta novedad. La acogida, en general, fue calurosa pero el núcleo tradicionalista lamentó la carencia de los consabidos cánones belcantistas. Eso lastró su popularidad, quedándose algo arrinconada en el repertorio verdiano. Fue Toscanini el que la devolvió a la primera línea de los teatros de postín. Karajan y Bernstein continuaron la reivindicación. Pero Halffter se queda con la ejecución de Giulini. "He revisado muchas versiones y he comprobado que son los italianos los que mejor entienden su espíritu. Ellos le aportan un sonido enérgico, arrebatado y mordiente. Consiguen que los metales suenen fuerte sin apagar las voces, algo muy difícil", apunta Halffter, que se encomienda a la rama materna de su árbol genealógico (su segundo apellido es italiano: Caro) para que su batuta se cargue de electricidad y atrevimiento.



@albertoojeda77