Pulso del Casals con Beethoven
El Cuarteto Casals protagoniza el ciclo del CNDM Contrapunto de Verano. Intepretará a partir del jueves 24 todos sus cuartetos, acompañados de piezas inéditas de Benet Casablancas, Mauricio Sotelo...
18 mayo, 2018 02:00Cuarteto Casals. Foto: Igor.Cat
Una gran fiesta camerística se anuncia a partir del próximo jueves 24, con culminación el 21 de junio: nada menos que seis conciertos del Cuarteto Casals, al que el CNDM les ha encomendado el tradicional ciclo Contrapunto de Verano. La base será la integral de los cuartetos de Beethoven, un músico al que los miembros del conjunto le han cogido el tranquillo. Además, el ensemble sigue conmemorando sus primeros veinte años de existencia.El Cuarteto Casals se ha colocado en poco tiempo a la cabeza de los jóvenes grupos europeos de este tipo. Poseen sus componentes una personalidad sonora muy peculiar, son amigos de furibundos ataques, de descubiertas por territorios a veces peligrosos. Pero la agrupación calibra perfectamente las intensidades para que se escuchen las voces intermedias e impulsa los graves gracias a la energía del chelo Arnau Tomás; y encuentra momentos de rara y atractiva irrealidad. En esos veinte años de vida el grupo ha ido, como es lógico, ahormando su sonoridad, dulcificando sus formas, hace años relativamente agrestes, clarificando sus texturas, equilibrando sus voces, puliendo su fraseo, regulando sus acentos, enriqueciendo sus claroscuros, dotando de vigor variable a sus ataques. En una palabra, armonizando sus comportamientos; sin dejar por ello de buscar y rebuscar la sustancia musical profunda de sus interpretaciones, siempre, y ahora en mayor medida, fieles a lo escrito pero vistas desde una óptica creativa, fantasiosa, personal e intransferible.
La realidad del actual Casals -con sus cuatro miembros: Vera Martínez Mehner y Abel Tomás, violines; Jonathan Brown, viola; y Arnau Tomás, violonchelo- es la de un conjunto en plenitud, atento a cualquier matiz, preocupado por la perfección de la forma y por la nitidez de la ejecución, lo que determina las más de las veces una admirable y minuciosa observación de las proporciones, superadas pasadas etapas en las que el impulso, la animación podían acercarse eventualmente a lo virulento. Hoy la formación se nos ofrece sin tachas, siempre a la búsqueda de esa transparencia, de esa linealidad que aleja el peligro del emborronamiento a la vez que procura un espectro y unas maneras menos cálidas. Sus acercamientos al ciclo beethoveniano alcanza altos grados de temperatura, con versiones poderosas, oscuras, dramáticas, profundas, llenas de impulso, de vibración, de las grandes partituras de la serie, en las que suelen hallar la difícil combinación entre potencia y dulzura y se ensimisman hasta lo más hondo.