Antonio Moral: "Con la música se puede vertebrar un Estado"
Antonio Moral. Foto: Sergio Enríquez-Nistal
Tras ocho años al frente del CNDM, Antonio Moral se va. Potenciar la composición española, exportarla y recuperarla ha sido su obsesión en estos años. Los números de conciertos y abonados le avalan. En esta entrevista repasa su legado y da pistas sobre su futuro destino.
Pregunta.- ¿Por qué se va?
Respuesta.- Porque ocho años es un periodo perfecto para estar al frente de una institución como esta, que genera mucho desgaste porque hay una actividad frenética. También venía de los cinco años en el Real, así que llevo 13 sin parar. Tengo 61 años y carezco de la fuerza de antaño. Además, hemos cumplido con los objetivos: alumbrar, desarrollar y consolidar el CNDM. Ahora es importante abrir las puertas y que entre aire fresco.
P.- ¿Qué le daría pena que se cargase su sucesor?
R.- Creo que darle un giro muy brusco al proyecto sería un error. Está bien que aporte cosas que yo no he aportado y le dé su impronta personal, pero este no es un centro con 40 años que sufra un deterioro o una inercia negativa. Está en un momento de crecimiento y no me gustaría que se encargaran o se recuperaran menos obras, y que se frenase su expansión geográfica.
P.- Parece importante en estos tiempos de centrifugación territorial esa fijación del CNDM de estar en toda España. Pocas instituciones públicas culturales lo hacen.
R.- Pocas, no: ninguna. Hemos demostrado que con la música también se puede vertebrar un Estado. Trabajamos con todas las comunidades autónomas que quieren colaborar con nosotros, 12 de 17. Aunque costó mucho, por ejemplo, tenemos un ciclo en Cataluña que es un exitazo.
P.- En el desgaste al que alude también ha contribuido lidiar con Hacienda, ¿no?La administración es poco flexible para proyectos artísticos. El presupuesto del CNDM equivale a 30 centímetros de AVE"
R.- La administración es muy poco flexible para proyectos de naturaleza artística. Hacienda manda en todos los ministerios. Pero es muy difícil para nosotros hacer previsiones de gastos: yo no sé con antelación el equipo de sonido que va a necesitar un cantaor de flamenco o un saxofonista de jazz, que son tan cambiantes.
P.- La inflexibilidad obedece al control de la corrupción. La intención es loable.
R.- Ya, pero en el Inaem no se ha producido en toda su historia ni un solo caso de corrupción. Ha funcionado con los diferentes gobiernos, y con todos los directores generales y los profesionales que hemos gestionado sus unidades de producción. Además, el presupuesto del CNDM, por ejemplo, equivale a 30 centímetros del AVE. Cuando entré yo aquí, ya se planteó su conversión en fundación o agencia pública pero se desestimó por miedo a perder el control. Fue un error. Aquí se puede robar muy poco. Donde se roba es en la obra pública.
P.- ¿La relación con los músicos, cada uno con sus manías, también desgasta?
R.- No, yo por todos los sitios donde he pasado he hecho muchas amistades con los músicos. No sufro ningún desgaste por el trato con los artistas.
P.- Bueno, pero habrá habido sus fricciones por ahí, ¿no?
R.- Sí, pero yo lo tengo muy claro: los músicos problemáticos no vuelven. Aunque sean muy buenos, porque muy buenos hay muchos. Y, en cambio, no hay ninguno exclusivo o absolutamente necesario.
P.- Los rumores sobre su destino se han disparado. ¿Dónde se va?
R.- Voy a desarrollar el Centro Nacional de Difusión del Mus (risas). En este mundo lleno de problemas una partidita de mus con los amigos rebaja todas las tensiones.
P.- ¿Por eso ha descartado el Palau de les Arts, donde la crispación es casi endémica?
R.- Me pidieron que me presentara al concurso de la mano de Plácido Domingo pero yo no me he presentado a ningún concurso y no lo voy a hacer a estas alturas. Lissner y Pereira tampoco se presentan. Yo tampoco. No voy a aceptar nada, además, en lo que tenga que empezar antes de enero del 2019. Aquí acabo en octubre y pretendo disfrutar de tres meses sabáticos. Y tampoco quiero encabezar proyectos que exijan tanta dedicación física e intelectual como el Real y el CNDM.
P.- ¿Y cómo va su relación con los programadores privados? Algunos le acusaron de hacer dumping.
R.- Pero eso es como si el Grupo Quirón se molesta con La Paz por curar el cáncer gratis. Nosotros devolvemos al contribuyente parte de los impuestos que paga. Además, damos algo que nadie daba: un ciclo de lied, otro de flamenco en el Auditorio…
P.- ¿Entonces no ha hecho las paces con Aijón?
R.- La relación es tan buena que coproducimos juntos el concierto de Les Arts Florissants la próxima temporada. Yo le admiro profundamente, ha sido uno de los puntales de la cultura en España. La diferencia es que él es un gestor privado y yo público, él lo hace muy bien y yo también lo intento. No hay comparación posible.
P.- Otra controversia: la fusión Real/Zarzuela. ¿Cómo la ve?
R.- La operación tiene dos planos. La fusión de dos teatros públicos, porque el Real también es público, no lo olvidemos, es muy interesante. Supone unir repertorios distintos que pueden ser complementarios. Pero se ha hecho fatal: no puede ser es que el pez grande se coma al chico. Tampoco puede ser que en la Zarzuela se enteren un día antes de que nos lo dijeran a los directores del Inaem. El plato ya estaba cocinado. Ahora veremos qué pasa con el nuevo gobierno. Podemos asistir a situaciones curiosas.
Chutes de vitalidad
P.- ¿De qué se siente más orgulloso de su ‘legislatura'?R.- De toda la gente a la que he hecho feliz. Me lo manifiestan en los descansos y al final de los conciertos. Que hayan disfrutado de la música en vivo, olvidándose de sus problemas, es la mejor compensación.
P.- El otro día se le saltaron las lágrimas escuchando a Menahen Pressler. ¿Cuáles han sido los hitos más emocionantes?
R.- Ver a un pianista de 94 años tocar casi imperceptiblemente y dar un sentido al silencio es un milagro. Da la clave de lo que la música puede hacer con un hombre que de otra forma estaría gagá en una residencia. También el recital de Argerich y Kremer tocando tres sonatas de Beethoven. O el Winterreise de Padmore en la iglesia de San Cipriano de Zamora. Y la integral de las sinfonías de Beethoven de López Cobos. Al terminar, fuimos a tomar algo. Sobre las 3.30 le dije que me marchaba, que estaba hecho polvo. Él, que ya estaba luchando contra el cáncer, me contestó: "Pues yo me subiría al podio ahora mismo para dirigirlas otra vez. Estoy lleno de vida".
@albertoojeda77