Nicolas Adolphe Weber: El despertar de Psique, 1867

Músicas en la antigüedad, que puede verse en CaixaForum Madrid hasta el 16 de septiembre, descubre con pinturas, esculturas, instrumentos y sonidos reales, la importancia de la música desde sus manifestaciones más primitivas.

"La música en la Antigüedad mediterránea, es decir, en el Antiguo Oriente, Egipto, Grecia y Roma, era absolutamente esencial. La música marcaba el ritmo de la vida contidiana. En el ámbito de la religión, era un medio para dirigirse a los dioses, realizar plegarias y acompañar los distintos rituales". De esta forma presenta Hélène Guichard Músicas en la antigüedad, comisaria de la exposición junto a Violaine Jeammet y Sibylle Emerit, entre otros especialistas.



El recorrido de la muestra arranca con la Biblia de Doré abierta por la página en la que puede verse la ilustración de "Las murallas de Jericó derribadas". El artista galo muestra, con su personal trazo y su inimitable sentido del movimiento, la caída de las defensas de la ciudad empujadas por la fuerza de las trompetas. Casi enfrente, puede verse el Gladiador tocando el cornu, de Jean-Léon Gérôme. La postura del personaje y su equipamiento se inspiran en un fresco que decoraba el anfiteatro de Pompeya del que Gérôme podría haber tenido noticia gracias a una acuarela del pintor Francesco Morelli.



Un oído bien entrenado reconocerá nada más entrar a la sala los acordes de la Aída de Verdi, de la que se realizan algunas proyecciones. Muy reconocibles son también los guiños al cine, concretamente al péplum, con carteles de Quo Vadis -memorable el de Peter Ustinov tocando la lira- o ejemplares de la revista Picturegoer con Robet Taylor como Marco Vinicio en la portada. Las referencias al cómic, donde no faltan los divertidos Astérix y Obélix, culminan el didáctico y lúdico arranque de la exposición.



Detalle de Gladiador tocando el cornu, de Jean-León Gérôme

Parada obligatoria merece una las pinturas más enigmáticas de la exposición: El despertar de Psique. El lienzo, realizado por Nicolas-Adolphe Weber en 1867, muestra el despertar de Psique, amante de Eros, al son de de una cítara, un aulós y dos voces femeninas. "La etnomusicología y la antropología -señala Emerit- invitan a estudiar el sonido como objeto de cultura a través de la percepción que los individuos tienen de él. Cada sociedad se construye una identidad sonora en función de los diversos significados atribuidos a los sonidos".



"La música está asociada al poder, es auxiliar de lo sagrado y su dimensión mágica supera los meros aspectos estéticos". Sibylle Emerit

Una de las piezas centrales de la muestra es el Hermes con lira (siglo II d.C.) perteneciente al Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, en la que aparece el dios mensajero sentado sobre una roca. El conjunto lleva inscrito una dedicatoria en honor a Mitra que permite datar la escultura en el año 155 y que, por sus características, podría estar conectada con algunas teorías solares y cósmicas. La exposición de CaixaForum Madrid, organizada por la Obra Social "la Caixa", el Museo del Louvre y el Museo del Louvre-Lens, ofrece también la posibilidad de escuchar sonidos de instrumentos antiguos a través de varios dispositivos. Entre ellos, el producido por una trompa romana y tres versiones del himno de Ugarit (Siria), uno de los cantos más antiguos que se conocen. Se trata de una melodía dedicada a Nikkal, diosa de los huertos y mujer de Yarikh, dios de la Luna. Su nombre significa ‘Gran Dama' y ‘la fructífera', lo que hace pensar que sus creadores la compusieron para dar fertilidad a sus campos de cultivo a través el ruego y la súplica. "La exposición -precisa la comisaria Emerit- permite mostrar de forma simultánea que, en todas las culturas, la música está asociada al poder, es auxiliar de lo sagrado y su dimensión propiciatoria y mágica le da una fuerza que supera los meros aspectos estéticos vinculados al placer de la audición. La antigüedad consagra también el nacimiento del músico".



Arpas, crótalos, sistros, tambores, panderetas y laúdes egipcios, cítaras romanas y címbalos de Pompeya, liras de Mesopotamia, sonajeros de Susa y campanillas neoasirias son acompañados durante el recorrido por terracotas, monedas, plaquetas, mosaicos, frescos, cerámicas, sarcófagos, capiteles, altares, tablillas, cornisas, estelas, relieves, esculturas y joyas que nos transportan a los ancestros de unas manifestaciones musicales que anticiparon los instrumentos que conocemos actualmente.



Del banquete a la batalla

Este viaje por el tiempo es posible gracias a las 373 piezas procedentes de los fondos del Louvre (278) y de instituciones internacionales como el Metropolitan de Nueva York, la Bibliothèque Nationale de France, los Musei Capitolini de Roma, el Museo Arqueológico Nacional de Atenas y el Museo de Arte Romano de Mérida, entre otras. "Descubrimos así -añade Guichard- unas coleccciones excepcionales con instrumentos antiguos que han sido encontrados en un estado de conservación asombroso".



Dentro de las actividades paralelas cabe destacar Arqueomúsicas, un espacio que permite a los visitantes convertirse en músicos egipcios acompañando el cortejo fúnebre de un faraón, en griegos divirtiendo con su música a los asistentes de un banquete, en intérpretes romanos comunicándose entre el caos de un campo de batalla y en mesopotámicos alabando a la diosa Ishtar dentro de su templo.



"Hoy resulta difícil imaginar hasta qué punto la música era omnipresente en la Antigüedad: subrayaba cada etapa de la vida de los individuos, desde el nacimiento hasta la muerte. La música actuaba como un espejo de la sociedad y ayuda a comprender ahora su organizacion política y religiosa", concluye Emerit.



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