Alfredo Sanzol se atreve con el ‘barbierillo'
Ángel Burgos (sentado) en El barberillo. Foto: Javier del Real
Regresa al Teatro de la Zarzuela la incomparable El barberillo de Lavapiés de Barbieri, una auténtica pieza maestra de nuestro género lírico, que surgió en el Madrid de 1874 en el que triunfaban los bufos de Arderíus y en donde se abría paso el llamado teatro por horas; en un momento en el que convivían y se alternaban, e incluso se superponían, los géneros más diversos: zarzuela, sainete, disparate cómico, opereta, revista y variados espectáculos de lo ínfimo...La obra aúna elementos de zarzuela grande en tres actos, como mandaba la tradición, junto a otros provenientes de la tonadilla y del género breve, lo que enseguida desembocaría en el bautizado como chico. Es un instante trascendental y que vuelve a situar en órbita a Barbieri, diez años después de Pan y toros. Manteniendo los mismos presupuestos básicos de ésta, transforma asimismo absolutamente los que fundamentaban aquéllos sobre los que se había creado, otros dos lustros atrás, Jugar con fuego, una partitura eminentemente italianizante.
La obra tiene estructura de zarzuela grande, es decir, tripartita, en tres actos, dentro de los que se desarrolla la variada acción y circulan los distintos tipos de personajes. Los números musicales son 16, una cantidad efectivamente propia de las piezas mayores, repartidos de forma equilibrada. Cada acto comienza con un breve preludio orquestal al que se une luego un pasaje coral y, más tarde, un solista. La orquestación es jugosa y aparece dotada de gran frescura en el encaje de un lenguaje tonal claro, directo y de un melodismo de muy fácil vena.
La última producción de este título en el teatro de la calle Jovellanos venía firmada por Calixto Bieito, que actualizaba en cierto sentido la anécdota. En esta ocasión se cuenta con la sabiduría teatral de Alfredo Sanzol, que se las sabe casi todas y que ha preparado un montaje moderno y parece que rompedor.
Cuenta con buenos mimbres. En el foso actuará el ya experto pese a su juventud José Miguel Pérez Sierra, buen rossiniano, algo que no viene nada mal a una zarzuela que se abastece en buena parte de esencias del Cisne de Pesaro. Hay dos repartos cuajados de nombres relevantes. Destaquemos las voces de Borja Quiza, barítono lírico -que no tenor cómico, algo habitual hasta hace poco en esta pieza- de buenas maneras y notable gracejo, ya experto en estas lides, Cristina Faus, mezzo lírica de buena encarnadura, y Pancho Corujo, tenor lírico-ligero bien asentado.