La puesta en escena del Liceo, de Lotte de Beer, se inspira en un reality. Foto: Antoni Bofill

Los pescadores de perlas, ópera del compositor francés, toma el Euskalduna a partir de mañana, con Javier Camarena encabezando el reparto. En el Liceo, hasta el 25 de mayo, destacan John Osborn y Dmitry Korchak.

Coincidencias: más o menos en las mismas fechas se van a estar representando en dos teatros españoles sendas versiones de la ópera de Bizet Los pescadores de perlas. Hasta el 25 de mayo estará en el Liceo. Y mañana se abre el telón para ella en el Euskalduna de Bilbao de la mano de la ABAO. En uno y otro caso, los espectadores podrán arrobarse con las hermosas volutas del aria Je crois entendre encore, que es de las que dejan huella. Melodías como la citada, de esas que permanecen, hay varias en esta ópera, demostrativas todas ellas de la gran facilidad que en este aspecto tenía el compositor. Sus problemas eran otros en este año de 1863 en el que nace la obra. Los asuntos familiares y económicos se le torcían de continuo. Recordemos, simplemente, la que alimenta el célebre dúo Nadir-Zurga, que se escucha antes que la del aria comentada y que sella la amistad entre los dos hombres, rota por el amor de la sacerdotisa Leila. Zurga se siente engañado y decidirá denunciar a los enamorados. Al final, en un giro inesperado y mal explicado, los ayudará a escapar tras provocar un incendio. Los dos coliseos defienden dos repartos en el que no faltan figuras. Naturalmente, se lleva la palma, por parte del tenor, el de la ABAO, pues cuenta con Javier Camarena, hoy tan de moda, un tenor lírico-ligero que, con la base de una moderna técnica de emisión, en la línea de un Kraus -un Nadir histórico- o de Flórez, y de un timbre dotado de un rico metal, se enfrenta a un papel que le va que ni pintado. Sus correspondientes en Barcelona -que se alternan en las diez funciones- no son tampoco despreciables: el norteamericano John Osborn, de buena pegada en el agudo aunque puede que dotado de menor temperamento, y el ruso Dmitry Korchak, de modos algo más refinados aunque sin la penetración y la fuerza de su colega.

La obra contiene melodías de las que dejan huella, como la del aria

Leila será encarnada en Bilbao por la excelente María José Moreno, de carnoso timbre de lírica con posibles que mantiene intacta su estupenda coloratura. En las Ramblas tenemos, por un lado, a la rusa Ekaterina Bakanova y, por otro, a la ucraniana Olga Kulchynska, dos lírico-ligeras de timbre satinado, más rico el de la segunda. En el Euskalduna, Zurga está recreado por el buen barítono polaco c; en el Liceu por Michael Adams y, hay que resaltarlo, por el gallego Borja Quiza, de instrumento tan lírico que acaba de obtener un innegable éxito en la Zarzuela de Madrid con El barberillo de Lavapiés, mientras que Nourabad será cantado para la ABAO por el asentado y noble Felipe Bou y en el Liceo por dos voces cumplidoras de menor tonelaje: Fernando Radó y Federico de Michelis. Las producciones son totalmente opuestas. La vasca, que procede de la Fenice de Venecia, lleva la firma del colorista, sabio recreador de ambientes y veteranísimo Pier Luigi Pizzi. La catalana, que viene del Theater an der Wien, es cosa de la joven y arriesgada Lotte de Beer, que plantea la historia como si de un reality televisivo se tratara (habrá que ver el resultado). En cuanto al foso parece llevar ventaja el teatro barcelonés, pues allí se va a situar el canadiense Yves Abel, de mando seguro y conocedor. En Bilbao ocupa ese espacio, al lado de la Sinfónica de la ciudad, Francesco Ivan Ciampa.