La Orquesta y Coro Nacionales de España rematan el curso con un concierto dirigido por Juanjo Mena, director asociado de las formaciones, artista sabedor de los secretos de un oficio que conoce hace lustros y que domina desde su talante tranquilo y una aguda mirada capaz de desentrañar las partituras más complejas. Es dueño de una técnica que fue ahormada por las sabias enseñanzas del gran Sergiu Celibidache, que lo encauzó en las sacrosantas verdades de la intextricable para muchos fenomenología musical.
Maestro sensible y persuasivo, Mena ha podido casi siempre obtener el mejor partido de la Nacional, con la que esta temporada ha interpretado con lisonjeros resultados cinco sinfonías de Schubert. En esta ocasión se enfrenta a un programa variopinto, en el que concurren cuatro composiciones. La primera es Isil, un encargo al alavés Daniel Apodaka (1990), ganador en 2017 de la XXVIII edición del Premio Xavier Montsalvatge de Jóvenes Compositores de la Fundación SGAE-CNDM por su obra Riflessi sul ghiaccio. Estamos ante un músico exquisito, conectado en cierta
medida con la estética de un Scelsi o un Sciarrino, amigo de superficies delgadas y transparentes, de los silencios, de la más refinada abstracción. Será de alto interés escuchar esa nueva partitura, en este caso destinada a un conjunto sinfónico.
La segunda composición es Mística, un nocturno de Carmelo Bernaola para solistas, coro y orquesta sobre poemas de San Juan de la Cruz. Será interesante volver a escuchar los depurados y bien ordenados pentagramas del músico de ochandiano. Como tomar de nuevo contacto –y es la tercera obra de un vasco del programa– con las siempre espirituosas y bien labradas Diez melodías vascas, de tan aromática esencia folclórica, de Guridi. Como folclórica es la procedencia del bellísimo y tan conocido Concierto para violonchelo de Dvorák, que estará en el arco seguro y sobrio del magnífico Truls Mork, que es hoy un valor incuestionable. Toca un Domenico Montagnana de 1723.