Julián Rodríguez Marcos, fundador y director literario de la editorial Periférica y también director artístico de la galería de arte contemporáneo Casa sin Fin, que echó el cierre a principios de 2018 en Madrid, ha fallecido este viernes en Segovia de un ataque al corazón a los 50 años.
Nacido en Ceclavín, Cáceres, en 1968, Rodríguez Marcos comenzó muy joven su andadura en la cultura como director de revistas de estética y literatura como Sub rosa o La ronda de noche. En 2006 se lanzó a la piscina editorial, fundando junto a Paca Flores la editorial Periférica, una de las primeras que abrió brecha en el hoy ya masivo mundo de las editoriales independientes y que siempre se ha definido por su independencia y por su continua y arriesgada apuesta por autores y obras que, desoyendo las leyes del mercado y de las modas, resultan indispensables para la comprensión crítica del presente.
“Periférica es un proyecto intelectual, un proyecto reflexivo que quiere pensar este tiempo presente”, aseguraba en una ocasión añadiendo que “de hecho, cuando recuperamos un autor del pasado lo hacemos porque su obra, si bien de siglos anteriores, dialoga con el presente y ofrece una visión del tiempo contemporáneo múltiple, distinta y sobre todo crítica”. También añadía a este criterio estético un fuerte y evidente compromiso sociopolítico: “a estos elementos que debe poseer la obra publicada, cabe añadir evidentemente la belleza que es constitutiva de la alta literatura; además, creo que ha sido una de las pérdidas que es necesario reclamar, en tanto que sólo la disfruta la clase social privilegiada y es algo que debe estar al alcance de todos”.
Unos años antes, él mismo había debutado como escritor, primero con el poemario Nevada (Renacimiento, 2000), al que siguió, en 2001, su novela de debut, Lo improbable (Debate) centrada en el amor como tema capital. Más adelante llegarían el volumen con tres novelas cortas La sombra y la penumbra (2002), Ninguna necesidad (2006), Premio Ojo Crítico de Narrativa en 2006 y Antecedentes (2010), una recopilación de sus relatos y poemas hasta el año 2000, y el ciclo autobiográfico compuesto por “Piezas de resistencia”: Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (2004) y Cultivos (2008).
Culturalmente inquieto, de las letras saltó al arte fundando en 2010 la galería Casa sin fin en Cáceres junto a José Luis López Espada, un proyecto que sustentó en artistas de raíz neoconceptual de los años 80, como Javier Codesal o Pedro G. Romero, y sobre dos pilares básicos: la propia exposición, es decir, el abrir la puerta al público, y la teoría o el debate, para lo que se apoyó en su editorial, que publicaba un volumen de cada exposición: “El libro es lo que viaja, lo que contamina a más gente, llega a más sitios y amplifica el resultado de la exposición”, afirmaba.
El nombre del espacio, que posteriormente contó con una sede en la calle Doctor Fourquet de Madrid, en las inmediaciones del Museo Reina Sofía aludía al trabajo del arquitecto Friedrick Kiesler (1890-1965) para quien la casa no era sólo un lugar construido, sino que era también un lugar que transforma el que la habita, un organismo vivo. “Nuestro espacio va más allá del cubo blanco, se convierte en algo sensible, metáfora del trabajo que queremos realizar; humilde por el espacio del que disponemos, pero con ansias de debatir y discutir”, explicaba a El Cultural.