Los Rodríguez: "Fueron seis años de muchísima intensidad"
La icónica banda hispanoargentina liderada por Andrés Calamaro y Ariel Rot se reúne para presentar su biografía ‘Sol y sombra’ con motivo de su 30.º aniversario
6 octubre, 2020 13:29Suele pasar con las estrellas del rock que para reconstruir su vida hacen falta un centenar de testimonios. Su andadura fue tan intensa y caótica, todo ocurrió tan rápido y tan envuelto por los excesos, que ellos por sí mismos no son capaces de acordarse de todo y obtener una imagen completa de lo que fue. Es el caso de una de las bandas que han dejado mayor poso en la historia del rock en español a pesar de que solo existió durante seis años. Hoy sus canciones siguen sonando en todos los garitos, en todas las fiestas de los pueblos, versionadas hasta el infinito, grabadas a fuego en la memoria musical de los españoles mayores de 30, pero, paradójicamente, nunca hicieron una gira por grandes estadios con su nombre en la cabecera de los carteles, y alcanzaron la cima del éxito a mediados de los noventa cuando la banda ya estaba separándose.
Hablamos de Los Rodríguez, aquella legendaria unión hispanoargentina formada por Andrés Calamaro, Ariel Rot, Germán Vilella y Julián Infante. Ayer, los tres primeros comparecieron en la sede de la SGAE, en Madrid, para presentar Sol y sombra. Los Rodríguez (Bao Bilbao Ediciones), una biografía oral de la banda escrita por los periodistas musicales Kike Babas y Kike Turrón, con motivo del 30.º aniversario del grupo. Para escribirla, han utilizado los recuerdos de los tres músicos y de más de cien compañeros de profesión y de farras, familiares, amigos, técnicos, productores, road managers y periodistas, de Coque Malla o Miguel Ríos a Diego Manrique, pasando por Iván Ferreiro, El Drogas, Pabo Carbonell o Raimundo Amador.
“Fuimos tequila reposado”
“Fuimos tequila reposado”, dice Andrés Calamaro, el miembro de la banda que ha tenido mayor proyección en solitario tras la ruptura de Los Rodríguez. Una buena definición de lo que fue el grupo, construido sobre las cenizas de Tequila, con dos de sus miembros originales, Ariel Rot y Julián Infante, y cuando ya habían dejado bien atrás la adolescencia y ya eran “músicos jóvenes pero veteranos”.
Las desavenencias internas y la adicción a la heroína de algunos de sus miembros acabó con Tequila, que había sido una de las bandas más exitosas de los primeros años de la democracia española. Con un futuro incierto por delante, Ariel Rot puso un océano de por medio y regresó a su Argentina natal, donde Calamaro y él se volvieron uña y carne. Cuando surgió la posibilidad de montar un nuevo grupo en España, Ariel se sumó al proyecto con la condición de fichar a Calamaro como cantante principal. Y así, aunque ya se había hecho un nombre en el panorama musical argentino con varios discos, el bonaerense dejó su casa, su novia y su colección de discos para “renacer en Madrid a los 30 años”.
“No les dio tiempo a hacer un mal disco. Toda su carrera fue cuesta arriba”, dice Kike Babas. Junto a su tocayo Kike Turrón, ha publicado biografías similares de Rosendo, Siniestro Total, Reincidentes o Manu Chao. “La historia de Los Rodríguez tenía esa sana dosis de sexo, drogas y rock and roll que tan bien le sienta a una biografía”, asegura el periodista y escritor.
La gran pregunta en el aire de este 30.º aniversario —celebrado también con la reciente publicación del directo de Las Ventas de 1993 que hicieron como teloneros de Manolo Tena— es si se volverán a juntar encima de un escenario. Atrás quedaron las rencillas que provocaron la separación de la banda —sobre todo la egolatría de un Calamaro que exigió un mayor porcentaje de los beneficios y que en este libro pide perdón a sus compañeros—, pero de ahí a volver a armar la banda dista un buen trecho. El mayor obstáculo, reconocen, es la ausencia de Julián Infante, al que consideran “el Keith Richards español”, que murió de sida hace veinte años por culpa de su larga adicción a la heroína. “Para mí, reunirnos en el año 2000 habría sido la salvación. Me habría hecho mucho bien entonces”, dice Calamaro, que por aquella época andaba también perdido entre adicciones.
Breve pero intenso
Es irónico que los autores del libro han estado más tiempo preparándolo que lo que duró la carrera de Los Rodríguez. “Fueron seis años de muchísima intensidad”, recuerda Rot. En ese tiempo publicaron tres discos de estudio —Buena suerte, Sin documentos y Palabras más, palabras menos— y un Disco Pirata que provocó la ruptura con su primera discográfica. “Podíamos pelearnos por un acorde y estar dos horas sin hablarnos. Seis años así es suficiente”, bromea el músico, enterrando quizá la posibilidad de un reencuentro musical. Cuando ya todo se estaba desmoronando, publicaron el recopilatorio Hasta luego, aunque nunca se dieron el adiós definitivo.
Para Calamaro, Los Rodríguez habrían tenido una carrera más larga “si se hubieran dado las condiciones para hacer giras por América Latina. Habríamos gustado mucho en México, Colombia o Perú”, opina el cantautor.
En el improbable caso del resurgir de la banda, el escenario ideal sería, para Calamaro, las salas de ensayo Tablada 25, en el barrio de Tetuán. Al comienzo de los Rodríguez, pasaban los días allí ensayando y haciendo comunidad con otros músicos —eran vecinos de Gabinete Caligari y de Los Secretos— y cuando acababan salían a quemar la noche del Madrid postmovida.
“No es rock latino”
No les gusta la etiqueta y tuercen un poco el gesto si se les pregunta por ella. “Lo nuestro no es rock latino”, aseguran Rot y Vilella, por mucho que mezclasen el rock and roll con la rumba —por ejemplo, en su canción más recordada, “Sin documentos”—, la milonga o la ranchera o llevasen congas en sus conciertos. “El rock latino yo lo asocio más con Santana”, opina Vilella, “y en cualquier caso es una etiqueta que se inventaron las discográficas para vender más discos”.
Calamaro se muestra menos reacio ante la cuestión. El músico argentino abrazó nada más llegar a España las costumbres y los símbolos de la cultura tradicional española, de los toros al Real Madrid, sin los complejos que hoy suscitan entre las nuevas generaciones. Y, por supuesto, el legado musical del flamenco y de la rumba catalana. “Si hubiésemos continuado, nos habríamos puesto más serios con el ritmo”, opina Calamaro, que tenía la obsesión de emular los compases flamencos y reconoce como influencias tanto a Los Chunguitos como a los Rolling Stones, pasando por Rosendo, Burning o Antonio Flores.