Entre el anterior álbum de Jackson Browne (Standing in the breach, publicado en 2014) y Downhill from everywhere, que ve la luz este viernes, han pasado muchas cosas. Algunas tan importantes como la llegada al poder (y caída) en Estados Unidos de Donald Trump, el Covid o el nacimiento de su hijo. Y eso, para alguien acostumbrado a hacer canciones sobre lo que sucede, es mucho.
Sin embargo, por muchas vueltas que dé el mundo, aquel trovador que empezó hace casi seis décadas haciendo canciones para Nico sigue siendo el mismo. Y lo demuestra con uno de sus nuevos temas. “‘Still looking for something’ suena a mis primeras canciones”, explica a El Cultural, “porque tampoco he cambiado. Me gusta el chico que protagoniza la canción. Y sí, voy a estar siempre conectado con aquello en lo que he creído toda mi vida: que el amor es todo lo que realmente importa”.
Downhill from everywhere (Inside Recordings) fue concebido y grabado antes de la pandemia, que el propio Browne (Heidelberg, 1948) ha sufrido en sus carnes. “Tuve suerte, no estuve muy enfermo. Y me la pasé en mi sótano, rodeado de libros y de guitarras. Que no es una mala forma de superarlo. Mucha gente sí que lo pasó mal”, relata. “Creo que, cuando todo el mundo esté vacunado, se podrá ver que ésta es una buena forma de avanzar juntos”.
Una canción para Barcelona
El álbum se cierra con ‘A song for Barcelona’, una canción que homenajea a la ciudad que le acogió en la década de los 90, después de desengaños personales y profesionales. “Intenté agrupar algunas cosas de esta ciudad que tanto amo”, dice al respecto. “Por supuesto, estaba escribiendo sobre mí. Porque todas mis canciones nacen de mi experiencia y de aquello en lo que me veo reflejado. Así que aquí hablé de esos jóvenes que están toda la noche en la plaza, esta sensación tan española de que nadie quiere irse a dormir y todo el mundo se aplica con esmero en aquello que le apasiona”.
Por otra parte, “el venir a Barcelona era como una salida, como alejarme de mi vida como músico que compone y sale de gira, como persona angloparlante… Escapar de mi zona de confort. Como una puerta abierta a otro mundo”, apunta. “Tampoco quiero hacerme pasar por lo que no soy. No soy catalán. Y mi ‘huida’ del rock and roll ha sido precisamente intentar hacer una rumba tocada por músicos de rock and roll. Sí que quise decir algo en catalán, y en un momento dado escribí todo el ‘puente’ de la canción en ese idioma. No es tan difícil con Google Translate”. Nunca se sintió como un turista en la capital catalana. “Aunque, por supuesto, lo soy. Y Barcelona es muy amigable con la gente que llega a ella. La gente así te lo hace sentir”, añade sobre este asunto.
Respecto al lenguaje, hace una observación: “Me llevó mucho tiempo darme cuenta de que prácticamente nadie hablaba en español. Es que tampoco hablo el suficiente español como para darme cuenta. Recuerdo una vez que estaba en una tienda y pedí disculpas al dependiente porque el español no era mi primer idioma. ‘El mío tampoco’, me respondió”.
Así que este disco tiene un par de líneas en catalán y también en creole haitiano, en ‘Love is love’. “Es como mi forma de abrazar al mundo. Y creo que ese abrazo es lo que necesita mi país para seguir avanzando”.
“En mi país no tenemos una democracia”, sentencia. “Digamos que el sistema ha sido cambiado unas cuantas veces. Primero, para proteger a los terratenientes, luego al esclavismo y ahora estamos con un método muy desnivelado de votación. Por eso me parece ridículo que los estadounidenses vayamos por el mundo diciendo que apoyamos la democracia. Creo que lo fundamental es que entendamos que hay que respetar el punto de vista opuesto. Si no, no hay diálogo posible ni tampoco resolución de los conflictos”.
Todo ello, para dar su visión sobre la tensión independentista en Cataluña. “En Cataluña, como en el resto de España, la política no es un asunto sobre el que esté muy al tanto”, confiesa. “Tengo muchos amigos que están fuertemente a favor de la independencia y tengo algún otro que no lo está para nada”.
Él se debate. “El mundo entero quedó horrorizado ante la respuesta militar frente a manifestaciones y actos pacíficos, como ver a la policía arrojar a una señora mayor por una escalera”, asegura sobre el 1-O. Pero, por el otro lado, apunta: “Una vez estaba viendo un Madrid-Barça en el Camp Nou y desplegaron una pancarta que ponía: ‘Ya no estáis en España’. Si me dijesen algo así en Florida, Alabama o algún otro lugar del Sur de Estados Unidos, me preocuparía bastante. Y sería ofensivo para mí, por supuesto, del mismo modo que me resulta ofensivo ver banderas confederadas, gente que intentó destruir nuestro país, romperlo. Así que lo entiendo”.
Otro de los cortes destacados del disco es ‘The dreamer’, sobre la inmigración en la frontera sur de Estados Unidos. “Somos un país de inmigrantes, EE. UU. está lleno de gente de otros sitios”, recuerda Browne. “Y nuestra fuerza procede de que la gente viene aquí a hacer que algo bueno suceda”.
“Cuando era joven”, sigue rememorando, “gran parte de mi descubrimiento del mundo vino a través de la música. Como le confesé en una ocasión a David Hidalgo, de Los Lobos, nunca me quise sentir como uno de esos chicos blancos haciendo canciones mexicanas, como Warren Zevon con ‘Carmelita’. Es casi un subgénero. Pero es que cuando era chaval me encantaban las chicas mexicanas. Yo tomaba clases en un coro y había una cierta distancia con ellas, porque yo no era latino. Pero eran preciosas y muy agradables conmigo, las chicanas. Y me enamoré de una, Gina. Es como si siempre me hubiese atraído esa cultura, aún sin tener una base firme para ello”.
Los problemas de EE. UU.
De vuelta a Trump, el autor de ‘Doctor my eyes’ asegura: “Tuvimos un presidente que dio a todo el mundo permiso para odiar. Denominó a Haití y a los países africanos como ‘pozos de mierda’. No me puedo imaginar nada más asqueroso ni terrible que alguien que representa a su país se exprese en esos términos tan estúpidos e ignorantes”.
“Tal vez lo que necesitábamos, como país, era volver a mirar en nuestro corazón y ver cómo somos”, plantea. “Siempre han estado ahí estos sentimientos, en la gente. Ésta tiene miedo del otro. Quienes no tienen ningún amigo negro se sienten atemorizados por estos. Y hay un montón de blancos que no tienen ningún amigo negro. ¿Cómo pueden entonces escuchar música o ver deportes, sin reconocer la humanidad que hay en esas personas? Se están perdiendo una conexión”.
“Han sido cuatro años horribles con Trump”, incide. “Pero nos mostró que muchas de las divisiones que quedaron tras la Guerra de Secesión no se han curado nunca. Seguimos sufriendo de miedo, odio y resentimiento, a pesar de que pensábamos que estábamos progresando en una evolución constante hacia la justicia, inclusión e igualdad de oportunidades. Pero no era real. Y nos hemos dado cuenta de que miembros de la policía son abiertamente racistas. Hay que lidiar con ello”.
Así pues, ¿por qué luchar? “No hay nada más bello para mí que mi nieto. Y me recuerda que hay seguir peleando por el mundo en el que crees, porque los niños se merecen tenerlo. Pienso en Greta Thunberg, cómo una chica de 15 años consiguió emocionarme. Y me hace recordar cuando yo tenía esa misma edad, en que todo el mundo estaba involucrado en el movimiento por los derechos civiles, contra la Guerra de Vietnam”. Luego llegaron los 70 “y la gente perdió interés, se empezó a repetir que la política era una gilipollez. Pero eso me parece una forma muy egoísta e irresponsable de ver la situación”.
Y, claro, el compromiso político: “La izquierda siempre ha tenido esta cosa idealista y altruista basada en la idea de que tus críos son tan importantes como los míos. Que los míos necesitan a los tuyos para ser libres y empoderarse, para prosperar en la vida”.
“Ahora, por ejemplo, hay un gran problema de gente sin hogar en Venice Beach”, cita. “Es como ver a alguien colgando del borde de un acantilado. Por eso, más allá de las divisiones que tengamos entre nosotros, está la división entre los ricos, la menguante clase media y los pobres”.
“Siento que el Partido Demócrata siempre ha tenido estos ideales frente a las injusticias y a favor de una gran inclusión”, sentencia. “Y ahora, de nuevo, los vuelven a tener, con Biden afirmando que hay que atajar el problema de la pobreza y, más concretamente, el de la pobreza infantil”.